Con guión de Osvaldo Bayer, el documental hila hechos históricos con documentos nunca revelados, desde Roca hasta el conflicto de las retenciones. El racismo en el país y sus próceres enarbolados de la Patria.
Ailín Bullentini
El lugar que “los ideólogos de la Independencia” les dieron a los pueblos originarios asentados en Argentina mucho antes de que ésta fuera un país; su exterminio y el robo de las tierras comunitarias donde vivieron, implementado desde la Campaña del Desierto y otros operativos similares; el restablecimiento de la esclavitud, medio siglo después de su eliminación con la Asamblea del año XIII, cuyas víctimas ya no fueron los negros de Africa sino los aborígenes que sobrevivieron a la matanza. El reemplazo en el centro de prácticas racistas, entrado el siglo XX, de las comunidades indígenas por los obreros inmigrantes, anarquistas y socialistas, para culminar en la “batalla por las retenciones” que llevaron a cabo los mismos terratenientes que hace 200 años. Ese es el recorrido que el documental Awka Liwen propone, en el que la voz de su guionista, el escritor Osvaldo Bayer, hila hechos históricos con documentos nunca revelados y la experiencia de descendientes de aquellos pobladores originarios, “los primeros desaparecidos de la historia argentina que, por primera vez, expresan sus experiencias y su forma de ver a la sociedad que los excluye y los excluyó siempre. Es la voz de ellos”.
Luego de tres años de iniciado el proyecto, Awka Liwen está listo para salir a escena y sacar a relucir aquello que, según sus realizadores, Bayer y los cineastas Mariano Aiello y Kristina Hille, la historia oficial escondió siempre, a propósito. “Es hora de revisar las cosas. Nadie nunca lo dijo, pero fue un genocidio. El primero del país”, consideró el escritor en referencia al violento racismo que sufrieron los pueblos originarios en manos de los que, hasta hoy, son los próceres enarbolados de la patria. El trabajo se presentará el mes próximo en el Espacio para la Memoria.
–¿Por qué considera que “la historia oficial” oculta esos hechos?
O. B.: –Hay una frase que le pertenece al General Rauch, contratado por Julio A. Roca para exterminar a los ranqueles, en la que opinaba que los indígenas no tenían salvación porque no tenían sentido de la propiedad. Como si la propiedad englobara la moral, la ética y el progreso en sí misma. Ese fue el problema con ellos, que no encajaban en la idea de progreso. Pero ¡ojo! Hay que medir adónde nos llevó ese progreso: a niños con hambre, a villas miseria, a campesinos sin tierras. La versión liberal de la historia se está cayendo. Se han descubierto demasiadas cosas.
Entonces, como sumando más fuerza para acabar por completo con “el cuento liberal”, propone el cambio de los nombres de las calles de la ciudad de Buenos Aires y de todo el país, el rediseño del billete de 100 pesos, el derrumbe de todas los monumentos levantados en homenaje a Roca, el “peor genocida de la historia argentina” (ver aparte). Y el documental, una propuesta revisionista íntimamente ligada a la educación. “Fue construido sobre bases pedagógicas, siguiendo un método científico histórico”, explicó Aiello, para despejar dudas sobre la veracidad de lo expresado en Awka Liwen. “La educación es una herramienta más para adoctrinar y contar la historia de un país de la manera en que lo quisieron quienes siempre detentaron el poder no es inocente”, completó.
Si las promesas que desde el gobierno nacional le hicieron al dúo de directores y al guionista se cumplen, la red de escuelas y universidades de todo el país será la principal vía de distribución del documental. Así, los hechos históricos que el audiovisual pone sobre la mesa, además de los documentos que nunca fueron conocidos y estudios actuales que se mantienen ocultos, facilitarán la puesta en práctica de lo que Aiello identificó como “el uso público de la historia”, algo así como una “memoria social”.
Uno de los estudios que más se destacan en el film revela una situación que pocos argentinos conocen o que muchos no quieren reconocer: según un estudio realizado por investigadores del Conicet y de la Universidad Nacional de Buenos Aires, el 63,1 por ciento de la población argentina tiene descendencia amerindia, de aborígenes o criollos. “Ahí es donde entra en juego el deber de la memoria. ¿Cómo un país puede estar plagado de estatuas al asesino de la mayoría de los abuelos de su población y nadie dice nada?”, se preguntó el cineasta, con más bronca que sarcasmo. Por eso, algunas partes del documental fueron ficcionalizadas. “Son segmentos en que había demasiada información que, narrada, confundía. Así fluye mejor”, apuntó Kristina Hille.
El proyecto contó con la participación de más de 100 personas entre realizadores, productores, actores y entrevistados y cuenta entre sus escenarios con espacios de Santa Fe, Chubut (ver aparte), Buenos Aires y Alemania. Si bien la etapa de edición tomó más de cuatro meses de trabajo, Awka Liwen se convirtió en un coleccionista de distinciones incluso en su etapa de producción. Cuenta con más de 15 provenientes de autoridades gubernamentales, entre ellas la del Ejecutivo nacional, y algunas más de instituciones internacionales. Sin embargo, como todo coleccionista, el documental tiene una “figurita difícil”. El Incaa se negó a agregarla entre las producciones recomendadas, ya que “no las consideraron dentro de sus prioridades”, explicó Aiello.
La idea de desarrollar un proyecto como el de Awka Liwen nació hace tres años en el living de “El tugurio”, como se llama la casa del escritor. Hasta allí había llegado Kristina Hille, que además de cineasta es politóloga, para entrevistar a Bayer para su tesis de posgrado. En medio de esa charla, el escritor le habló sobre su interés de acompañar la lucha de los pueblos indígenas por sus derechos. Esa militancia tendió un puente entre ellos, al que más tarde se sumó Mariano Aiello, cineasta y abogado, que conoció a la joven alemana durante la década del ’90 en Guatemala. Allí, cuando decidieron documentar en películas la cruda realidad de ese país centroamericano nació Macanudo Films, la productora que ambos dirigen y que enmarca el trabajo realizado en Awka Liwen. Y también su pasión por develar una problemática que se extiende en gran parte de América latina. Los tres realizadores decidieron ubicar el desenlace del audiovisual en 2008, “con la crisis que provocó el sector agroexportador a raíz de las retenciones”.
–¿Por qué?
M. A.: –Son los beneficiarios de las campañas que mataron a los indígenas, los que se quedaron con sus tierras de manera casi gratuita y los mismos que paralizaron al país por no querer pagar impuestos. En 1911 provocaron una crisis similar en la provincia de Buenos Aires. Paralizaron el país porque saben que tienen el poder de la tierra y que pueden lograrlo sorteando las vías democráticas. Es una constante.
La línea que recorre Awka Liwen demuestra que en el país el ejercicio del poder sigue siendo de unos pocos que “no hicieron y hacen más que perpetrar la división de la sociedad, una desigualdad impresionante”, apuntó el director. Es justamente “una invitación a destruir esa desigualdad”, comentó Hille, el mensaje que deja el audiovisual.
–¿Qué otra acción debería sumarse al documental?
O. B.: –La autocrítica y el pedido de perdón de los gobernantes. Ha llegado la hora. El gobierno argentino nunca se disculpó por la matanza de sus pobladores originarios. Y la devolución de las tierras comunitarias donde vivieron, tema del que ni siquiera se habla.
Fuente: Página/12