Zafar Bangash
americas.mediamonitors.ne
Traducción para Rebelión de Loles Oliván
El robo del petróleo iraquí por parte de Occidente se ha acelerado. Al típico estilo colonial, el gran robo está siendo favorecido por ex funcionarios de la Administración Bush que estuvieron destinados en Iraq. Estos incluyen a Jay Garner, primer jefe de la Administración de la ocupación de EE. UU. en Iraq tras la invasión. Es asesor de la compañía canadiense Vast Exploration, que tiene una participación del 37% en un campo petrolífero en el norte de Kurdistán. Peter Galbraith, asesor de política exterior de EE. UU. y próximo al vicepresidente Joe Biden y al senador John Kerry, asesoró a los kurdos sobre sus derechos cuando se redactaba la Constitución iraquí. Presionó mediante disposiciones que garantizaban a los kurdos derechos exclusivos sobre el petróleo y el gas de los que es ahora el principal beneficiario. A principios de 2004 Galbraith recibió derechos de exploración de uno de los yacimientos petrolíferos más grandes de Kurdistán, en la región de Dohuk, después de haber negociado un contrato que permite a la compañía petrolera noruega DNO perforar en busca de petróleo. Estas explosivas revelaciones se publicaron en el diario noruego Dagens Næringsliv, que descubrió documentos que vinculan a Galbraith con DNO. El periódico reveló que cuando los perforadores encontraron petróleo en un nuevo y rico campo de Tawke en diciembre de 2005, no uno sino un puñado de funcionarios y empresarios gubernamentales miembros del círculo íntimo de Galbraith sabían que las disposiciones constitucionales por las que él había presionado solo uno meses antes podrían enriquecerle tan generosamente. Su potencial de ingresos podría superar los 100 millones de dólares o más.
Galbraith no está solo en este gran robo. Zalmay Khalilzad, ex embajador de EE. UU. en Afganistán, Iraq y NN. UU., ha establecido su propia empresa de consultoría empresarial en la ciudad kurda de Irbil. Obviamente, también va en busca del rico botín.
El ex vicepresidente de EE. UU. Dick Cheney es un hombre del petróleo como lo son sus cómplices. A principios de 2003 declaró sin pudor que Iraq “tiene nuestro petróleo bajo su suelo”. Ahora van a por él. El 5 de noviembre [de 2009], Iraq otorgó los derechos de desarrollo del enorme yacimiento de West Qurna, en el sur de Iraq, a Exxon-Mobil y Royal Dutch Shell. Los “frutos” de la guerra de Iraq a expensas de 1,3 millones de vidas iraquíes y unos 2 billones de dólares en costos los está recogiendo Occidente en la actualidad, principalmente las empresas multinacionales estadounidenses, mediante la obtención del control de algunos de los mayores yacimientos de petróleo del mundo.
Las reservas probadas de West Qurna equivalen a 8,7 mil millones de barriles del total de las reservas de Iraq, de 115 mil millones de barriles. Antes de la invasión estadounidense de marzo de 2003, el régimen iraquí de Sadam Husain había adjudicado este contrato a Lukoil, la más importante empresa petrolera rusa. El régimen títere de Bagdad instalado por EE.UU. rompió todos esos acuerdos y ha firmado otros nuevos con las multinacionales occidentales bajo la atenta mirada de sus amos estadounidenses.
Exxon-Mobil ha sido el primer gigante petrolero estadounidense que ha firmado un contrato de 20 años que junto con la empresa Dutch Shell planea aumentar la producción diaria de West Qurna de 300.000 barriles a 2,3 millones de barriles diarios durante los próximos seis años. El régimen iraquí se ha comprometido a compensar a las empresas por el costo de actualizar el campo; puede ascender hasta los 50 mil millones de dólares. Además, se les pagará 1,90 dólares por cada barril extraído. Han vuelto los días felices para las multinacionales occidentales. El derramamiento de sangre iraquí es claramente más barato que el petróleo.
Al contrato con Exxon-Mobil/Shell le siguió un acuerdo similar firmado con British Petroleum (BP) y China National Petroleum Corporation (CNPC), el 3 de noviembre por el cual se les otorgaba el desarrollo de los derechos del yacimiento de Rumaila y sus reservas de 17 mil millones de barriles. El pacto se clasifica como acuerdos “por servicios” que permiten al régimen obviar al Parlamento ya que no ha de aprobar dichos acuerdos.
Otras ofertas están en trámite dando marcha atrás a casi cuatro décadas de lucha para recuperar el control del único y más preciado bien de Oriente Próximo —el petróleo— de las rapaces corporaciones multinacionales. Iraq nacionalizó su industria del petróleo en 1975 siguiendo una tendencia creada por Irán en 1953 que, lamentablemente, llevó al derrocamiento de su gobierno mediante un golpe de Estado dirigido por la CIA y por los británicos. Un consorcio formado por la estadounidense Occidental, la italiana Eni y Kogas de Corea del Sur ha firmado un acuerdo provisional para el yacimiento de Zubair con reservas de 4 mil millones de barriles. La japonesa Nippon Oil, Eni y la compañía española Repsol están pujando por un campo en Nasiriya que tiene un tamaño de reservas similar. En Kirkuk (en el Kurdistán iraquí), Royal Dutch Shell está negociando un contrato para desarrollar las áreas sin explotar de un gran yacimiento del que se cree que dispone de 10 mil millones de barriles de reservas a pesar de estar en producción desde 1934.
Las multinacionales occidentales están a punto de inundarse en una bonanza petrolera.
Fuente: Rebelión