Por Iván Restrepo.- En Internet circula profusamente parte de un “secretísimo” informe preparado por un tal Anatoly Sagalevich, del Instituto de Oceanología Shirshov, de Rusia, quien ya lo hizo llegar al señor Vladimir Putin. En él se afirma que el fondo marino del Golfo de México está fracturado “irreparablemente” al quedar fuera de control el pozo petrolero que explotaba la British Petroleum. Y que el planeta debe prepararse para enfrentar un desastre ecológico “más allá de toda comprensión” a menos que se tomen “medidas extraordinarias” para detener el flujo masivo de petróleo hacia las aguas marinas.
En el documento se agrega que Sagalevich y sus colegas de la Academia Rusa de Ciencias son los únicos que han estado en el sitio del derrame a invitación de la British Petroleum, pues Sagalevich tiene el récord mundial de buceo profundo en agua dulce y experiencia en los dos vehículos de “sumergencia profunda de Rusia, el MIR 1 y el MIR 2”, capaces de llevar a sus tripulaciones a una profundidad de 6 mil metros. El superdotado Sagalevich comprobó en su inmersión marina golfiana que el petróleo no sale solamente del pozo que muestra la televisión, sino de 18 sitios más, con lo que el derrame diario es de unos 2 millones de galones de petróleo (un galón=3.7 litros). Se asegura también que el científico se comprometió a no divulgar su hallazgo en los medios a cambio de poder investigar lo que pasaba realmente en el fondo marino. Que la única forma de detener la fuga de petróleo es detonando el pozo “nuclearmente”. De lo contrario, tardará 30 años en agotarse y arruinará así el océano Atlántico. La opción nuclear, se agrega, la utilizó ya Rusia exitosamente en otras fugas de petróleo y gas en tierra, pero el presidente Obama no es partidario de aplicarla, aunque sí algunos especialistas estadunidenses.
Si me ocupo de la parte central de este “secretísimo” informe es por los numerosos comentarios que suscita y cuando del pozo de la British Petroleum ha salido ya más crudo que del Ixtoc en 1979. Mas no creo que sean 150 millones de galones, como se asienta en el informe ruso, pues los sistemas de detección de hidrocarburos en la zona afectada por el derrame ya lo habrían mostrado. Tampoco, que el gobierno vecino se atreva en estos momentos a ocultar información de tanta trascendencia como la que contiene el documento entregado al poderoso señor Putin. Aunque todo puede ser posible en aras de no crear un estado de ánimo peor del que existe ahora en torno al derrame.
En cambio, y pese a tantos anuncios oficiales, de lo que sí estoy seguro es que México no está preparado para detener en sus aguas nacionales y costas la mancha de petróleo, en caso de que llegue en agosto o noviembre, dependiendo de los huracanes y las corrientes marinas. Tampoco lo está el poderoso vecino, que lucha ahora por limpiar las islas y la costa afectadas los días recientes por más arribo de crudo debido al oleaje ocasionado por Álex, la primera y temprana tormenta-huracán formada en el Atlántico. Y es que en nuestros seis estados costeros del golfo brilla por su ausencia la estrategia para enfrentar los efectos del derrame. Los centros de investigación carecen de recursos para desarrollar los estudios básicos necesarios en estos casos. Un ejemplo: la sede que el prestigioso Centro de Estudios Avanzados del Politécnico Nacional tiene en Mérida no consigue el dinero para medir el posible impacto del petróleo en la península de Yucatán.
En cambio, aunque Álex pasó a 400 kilómetros de Cancún, y sin fuerza extrema, las playas reconstruidas perdieron entre tres y cinco metros. En Playa del Carmen, tres; la lluvia causó inundaciones en las ciudades costeras del golfo, que mostraron, de nuevo, la fragilidad de las áreas donde viven los pobres, que son la mayoría, y de los sistemas de drenaje. Aunque se nos dice que avanzamos en la tarea de prevenir los desastres naturales y remediar sus efectos, en Nuevo León y Tamaulipas autoridades y población fueron los últimos en enterarse de que Álex era un peligro, pese a ser apenas una tormenta tropical. El recuento de los daños no termina. Son enormes, aunque las autoridades de esas dos entidades dijeran inicialmente que tenían todo bajo control.
Apenas comienza la temporada de huracanes.
La Jornada