El hito refleja la década de explosivo crecimiento económico de China y las crecientes necesidades energéticas de su condición de potencia industrial.
Por Spencer Swartz y Shai Oster.- La AIE, con sede en París, dijo que China devoró el año pasado el equivalente a 2.252 millones de toneladas de petróleo, 4% más que EE.UU., que consumió el equivalente a 2.170 millones. La medida de barriles equivalentes de petróleo representa todas las formas de energía consumidas en un país, incluyendo el crudo, la energía nuclear, el carbón, el gas natural y fuentes renovables como la energía hidroeléctrica.
Las cifras reflejan, entre otras cosas, cómo la recesión global golpeó a EE.UU. más que a China, desacelerando su actividad industrial y consumo de energía.
El consumo total de energía de China ha aumentado a un ritmo anual por encima de 10% durante varios años, impulsado por la enorme base industrial del país. Una muestra de la velocidad con la que ha aumentado su demanda de energía es que, hace 10 años, el consumo energético de China era sólo la mitad del de EE.UU.
“El hecho de que China haya destronado a EE.UU. como el mayor consumidor mundial de energía simboliza el comienzo de una nueva era en la historia de la energía”, dijo el economista jefe de la AIE, Fatih Birol. EE.UU. había sido el mayor consumidor de energía desde principios del siglo XX, agregó Birol. La AIE es una consultora de energía que asesora a casi todas las grandes economías del mundo.
El crecimiento económico de China ha exigido enormes cantidades de energía, especialmente porque gran parte de su expansión reciente no ha sido impulsada por el consumo (como sí ha ocurrido en EE.UU.) sino por la industria pesada y la construcción de infraestructura, dos actividades que requieren mucha energía.
Este crecimiento ha transformado los mercados globales de energía, manteniendo altos los precios de todo tipo de materias primas, desde el crudo al uranio. China era antes un importante exportador de petróleo y carbón.
Su creciente dependencia de los productos primarios importados ha aumentado el precio de la energía en todo el mundo, alimentando un auge de recursos naturales en África, Medio Oriente y Australia.
Ahora, las cada vez mayores necesidades energéticas de China prometen tener importantes implicaciones geopolíticas, a medida que Beijing busca cómo satisfacer sus demandas. Las crecientes importaciones chinas ya han tenido impactos geopolíticos: empresas petroleras y de carbón chinas fueron de las primeras en buscar sus suministros en el extranjero, clavando la bandera de China en lugares como Sudán, de donde las compañías occidentales se habían retirado ante la presión internacional.
El proyecto más ambicioso para asegurarse la provisión de energía en el extranjero fue el intento fracasado de Cnooc Ltd. de comprar, en 2005, la petrolera californiana Unocal por US$18.000 millones. La oferta de Cnooc fue derrotada por una mezcla de factores políticos y una propuesta superior de la estadounidense Chevron Corp. Tras un corto período de retroceso, las empresas chinas volvieron a la carga y se han expandido con éxito por todo el mundo, comprando activos en Asia Central, África, Sudamérica y Canadá, además de pequeñas participaciones en el Golfo de México. Aunque su presencia internacional es todavía pequeña comparada con las grandes petroleras globales, están creciendo rápido y tienen acceso al crédito barato que les dan los bancos estatales chinos.
Su voraz demanda de energía también ayuda a explicar por qué China -que obtiene casi toda su electricidad del carbón, el más sucio de los combustibles fósiles- superó en 2007 a EE.UU. como el mayor emisor mundial de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero.
Con todo, EE.UU. todavía es con mucha diferencia el mayor consumidor mundial de energía por habitante: el consumidor promedio estadounidense quema cinco veces más energía que su contraparte promedio de China, dijo Birol, que lleva seis años en el cargo.
Antes de la recesión, se calculaba que China se convertiría en el mayor usuario de energía en unos cinco años. Pero las turbulencias económicas y los programas de eficiencia energética en EE.UU. han hecho que la fecha se haya adelantado, apunta Birol.
La Nación