Calor inusitado, inundaciones, sequías y huracanes cada vez más frecuentes e intensos. ¿Ya escuchó esas noticias? Cuando se estrechan las opciones para negociar un pacto mundial contra el cambio climático, la ONU insiste en señalar la emergencia de “condiciones extremas”
Julio Godoy
IPS
Una mirada al clima global da señales de esas “condiciones extremas”. En los Andes sudamericanos, las nevadas del actual invierno austral fueron tan intensas que mataron a cientos de personas. Pero, al mismo tiempo, los glaciares peruanos y bolivianos se derriten irremediablemente.
En Pakistán y otras regiones de Asia central, prolongadas lluvias torrenciales causaron inundaciones igualmente mortales.
En toda Europa y en América del Norte, el presente verano boreal azota con temperaturas elevadas, de más de 35 grados, que se mantienen constantes.
En Rusia, la prolongada canícula, con jornadas de hasta 40 grados, junto con una sequía extrema, provocó a finales de julio y principios de agosto incendios gigantescos alrededor de la capital y en otras seis regiones del país, obligando al gobierno a declarar el estado de emergencia.
El calor, la sequía y el fuego mataron a unas 2,000 personas, destruyeron miles de viviendas y unos 10 millones de hectáreas de cultivos.
“El techo de la casa de la humanidad está ardiendo”, dijo un activista ambiental que asistió en Bonn a la tercera ronda de negociaciones preparatorias de la 16 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP-16), que se celebrará en noviembre y diciembre en México.
En los corredores del gigantesco Hotel Maritim de esta ciudad alemana donde se llevó a cabo la reunión, entre el 2 y el 6 de este mes, abundaban los afiches sobre las consecuencias del calentamiento global.
Según la agencia espacial estadounidense (NASA) las altas temperaturas medias registradas entre marzo y junio en el planeta hicieron historia: fue el periodo más caluroso registrado en los últimos 130 años.
Aparte de las catástrofes, el calentamiento global tiene otras consecuencias desastrosas. En Europa, gobiernos y empresarios temen que la canícula y la sequía conduzcan a enormes pérdidas agrícolas.
“La cosecha de granos y cereales de este año perderá alrededor de 10 por ciento, unos 25 millones de toneladas”, dijo a Tierramérica uno de los comerciantes de productos agrícolas más importantes de Alemania, Ludwig Höchstetter, director de BayWa. Estas pérdidas representan escasez de alimentos, alza de precios e inseguridad alimentaria.
La nueva secretaria ejecutiva de la Convención Marco, Christiana Figueres, recordó una vez más a los gobiernos de los países industriales su “responsabilidad este año de dar el paso esencial en la batalla contra el cambio climático”.
En la conferencia que se llevará a cabo en la ciudad turística mexicana de Cancún, los gobiernos deberían aprobar un acuerdo vinculante que regule la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero causantes del recalentamiento a partir de 2012, cuando expire el primer periodo de obligaciones del Protocolo de Kyoto.
“Necesitamos estabilizar las emisiones antes de 2030, y reducirlas en 50 por ciento antes de 2050” para limitar el aumento medio de la temperatura global a dos grados respecto de las mediciones de la era preindustrial, dijo Figueres a Tierramérica.
Pero el mundo enfrenta una paradoja: por un lado, necesitará satisfacer la creciente demanda de energía, especialmente en los países en desarrollo. Por otro, debe evitar el aumento de las emisiones provocadas por la quema de combustibles fósiles, como el petróleo.
Para generar energía limpia y crear una economía de baja intensidad de carbono, la Secretaría de la Convención estima necesarias inversiones de unos 20 billones de dólares. Más de la mitad de esos fondos deberían favorecer a los países en desarrollo.
La suma es relativamente baja, comparada con lo que costará la mitigación del cambio climático. “Por un dólar invertido en generar energía limpia en los países en desarrollo, el mundo se ahorraría unos siete dólares de costos de mitigación” dijo Figueres. La responsabilidad de reducir los gases invernadero “recae en los países industrializados”, dijo a Tierramérica en Bonn el representante especial de China para el cambio climático, Huang Huikang.
“En los últimos 200 años, los países industriales, con su modo de producción y de vida, han provocado una gran acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera”, recordó Huang. “La responsabilidad histórica y moral de los países industrializados es muy clara”.
Aunque Huang no mencionó a Estados Unidos, su mensaje estaba dirigido a Washington. Ese país aún tiene la mayor cantidad de emisiones de gases invernadero por habitante, pero el gobierno se niega a ratificar el Protocolo de Kyoto y el Senado abortó a fines de julio una iniciativa de ley contra el cambio climático.
La cuestión de que Washington no asuma responsabilidades ambientales globales continúa bloqueando las negociaciones hacia Cancún, a tal punto que expertos y observadores sugieren suspenderlas y buscar canales alternativos.
“Quizás deberíamos simplemente aprobar la prolongación del Protocolo de Kyoto más allá del año 2012”, dijo Figueres a Tierramérica. Otros, como Jo Leinen, presidente del comité ambiental del Parlamento Europeo, creen que el marco de la ONU ha demostrado su inutilidad en las negociaciones para combatir el cambio climático.
“Si Cancún fracasa, y todo sugiere que va a fracasar, deberíamos considerar una coalición de países voluntarios, realmente comprometidos con el combate contra el cambio climático”, dijo Leinen a Tierramérica. “Esta coalición debería representar al menos 80 por ciento de las emisiones”.
Dado que China encabeza la lista de contaminadores, con 23 por ciento de las emisiones globales, seguida de Estados Unidos con 20 por ciento, tal coalición debería incluir a alguna de estas dos naciones. Una misión que, de momento, parece imposible.
Este artículo fue publicado originalmente el 7 de agosto por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.
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