“Cuanto mayor la riqueza, más espesa la suciedad”: John Kenneth Galbraith (1908-2006)
El cambio climático está afectando al mundo entero. Y son más las voces que las acciones para contenerlo. Los principales países emisiones de gases a la atmósfera que luego producen el efecto invernadero, y son Estados Unidos, China, Unión Europea (UE), Rusia e India [en conjunto expulsan el 62.5, equivale a 17 millones 042 mil 685 toneladas, de un total mundial de 27 millones 245 mil 758 toneladas anuales; tan sólo EU contribuye con 6 millones 049 mil 435 toneladas y China con 5 millones 010 mil 170 toneladas de contaminantes a la atmósfera. Datos de 2004 de la ONU], se niegan aplicar las medidas correspondientes para contrarrestar el problema
Salvador González Briceño
Alai-amlatina
Contrariamente, desde que se firmó el Protocolo de Kioto en 1997, Washington con George W. Bush como presidente, que se habría comprometido a bajar los índices en un 5 por ciento, se negó a ratificar posteriormente argumentando perjuicios a su economía, aumentando así el impacto atmosférico hasta un 15 por ciento hacia 2004.
La negativa bushiana venía acompañada de una exigencia para los países en desarrollo, a quienes según él no se les pedía reducir sus emisiones. Sólo que a Bush y a sus halcones y empresarios se les olvidaron los números, y con ello eludieron las responsabilidades para con el planeta. El problema es que los países que menos contaminan, los en vías de desarrollo, son los que más resienten el impacto. En tanto los desarrollados, comenzando por EU, aplican meros paliativos que devienen totalmente insuficientes. Lo anterior, no obstante que la maquinaria obsoleta según reglas industriales de uso pasa de los países industriales desarrollados a los en vías de desarrollo. Mayor responsabilidad.
Así, la tendencia apunta hacia la destrucción de la tierra, porque los procesos industriales y de uso de energías contaminantes como los combustibles fósiles —y por tanto, la ganancia como prioridad de los capitales invertidos en la industria— continúa sin limitantes. Por ejemplo, haciendo poco por la conversión de la industria hacia un empleo de energías renovables. O de plano, renunciando a la economía de consumo suntuario que beneficia sólo a una elite. Tampoco avanzar, desde luego, hacia un uso irresponsable de la biotecnología como medio para obtener mayores ganancias con la aplicación y modificación genética de la naturaleza como tal, para una elaboración acelerada de “productos” en una de las ciencias aplicadas que ya encabeza la lista del amanecer del siglo XXI.
En pocas palabras, que tanto en los compromisos (Protocolo de Kioto) como en los hechos (la reconversión de la industria hacia un manejo responsable de la ecología), los cuidados del medio ambiente no son del todo “negocio” y por lo tanto del interés de los países desarrollados. Las industrias dedicadas al empleo de las energías alternativas como la solar, geotérmica, hidroeléctrica, eólica, siguen avanzando lentamente porque la misma tecnología aplicada es incipiente y los “aparatos” o instrumentos resultan caros todavía. Y no se olvide que para la dinámica del capital global que solo aspira a la ganancia, “el interés tiene pies”. Y lo demás es lo de menos.
Y sin ese interés, el impacto para el planeta deviene cambios bruscos de temperatura que se reflejan hasta, por ejemplo, en comportamientos atípicos del clima. El aumento de la temperatura durante el siglo pasado, en cerca de un grado centígrado por esa causa, impacta el fenómenos como el deshielo de los glaciares, el crecimiento de los desiertos, el daño a pantanos, bancos de coral por la contaminación de las aguas del mar y zonas costeras (no se olviden fenómenos como las grandes fugas de petróleo que utilizan los océanos como grandes basureros). Ni se diga la deforestación de selvas como el Amazonas, entre otros impactos.
El problema es que los efectos llegan a las economías de los países más pobres y los en vías de desarrollo, tanto en el agua disponible para la irrigación y el consumo humano (las próximas guerras mundiales pueden ser por la disponibilidad del vital líquido), como por la desertificación del suelo de cultivo, la destrucción de zonas verdes y tras eso el aumento de la pobreza y las enfermedades. Es decir, de la profundización de las desigualdades entre los países ricos y pobres. También el cambio climático impacta en la desigualdad social, porque viene la escasez de alimentos.
Un ejemplo “atípico” reciente es el de las lluvias que han golpeado tanto a Paquistán como a México. Inundaciones que han cobrado vidas, anegado amplias zonas habitables (estados y municipios), agrícolas y ganaderas en sendos países [El caso paquistaní puede verse en: http://maniobrasdelpoder.blogspot.com/2010/09/paquistan-desastre-humanitario.html]. Y no son fenómenos coincidentes. Son impactos generados por los vaivenes del clima a nivel global por causas humanas.
En México, no se registraba un mes de julio así desde hacía 25 años, según el gobierno mexicano. La tormenta tropical Hermine convirtió el sureste, sur y centro del país en una gran alberca. Golpeó en las costas del Golfo de México y del Pacífico. Llegaron las inundaciones, con todas las consecuencias. Municipios completos navegan en el agua. Entre los estados más afectados están Chiapas, Tabasco, Guerrero, Oaxaca, Nayarit y Veracruz hasta Tamaulipas.
Al menos unas 650 mil 503 viviendas dañadas. Mismo número de familias damnificadas. El registrado de por lo menos tres muertos. Hay miles de personas trasladadas a los albergues. El Ejército aplicó el Plan DN-III. Hombres, mujeres, ancianos y niños carentes de todo, o casi. Aparte la pérdida de sus casas y enseres domésticos, animales y sembradíos, hoy necesitan desde lo indispensable. Tlacotalpan, Veracruz, “patrimonio cultural de la humanidad” quedó aislada por tierra, donde unas 12,600 personas (90 por ciento de la población) fueron evacuadas. Oaxaca, 250 de los 570 municipios reportaron daños por las lluvias. Hay 290 mil damnificados, y 72 mil casas afectadas por el Istmo de Tehuantepec.
En Tabasco y Chiapas las presas están al límite y los ríos crecidos. En emergencia está la población de esos estados. So riesgo de contraer enfermedades y epidemias. Sin todo lo necesario. Y los corresponsables, en la inconsciencia de sus decisiones. De todos depende.
– Salvador González Briceño es periodista mexicano.
Rebelión