Por Milagros Salazar desde Lima.-
Hay una actitud casi suicida en el ambiente. El parque automotor sigue creciendo en el país con vehículos alimentados con gasolina que echan humos contaminantes, los bosques se depredan, las fuentes de agua se concesionan a proyectos mineros y petroleros.
“El mundo no aguanta más maltrato. La factura será mayor”, asegura Pedro Gamio, ex viceministro de Energía, quien está convencido de que el Perú debe aprovechar su potencial en energías renovables para enfrentar la crisis ambiental que hoy vive la humanidad.
“El cambio climático nos plantea un cambio de modelo: dejar de depender del petróleo para aprovechar de manera adecuada el sol, el viento y el agua en la generación de energía sin daños ambientales ni sociales”, enfatiza Gamio, director regional de GVEP Internacional para América Latina y el Caribe.
Aunque parezca una visión apocalíptica, el economista Óscar Ugarteche considera que la crisis financiera de EEUU no sólo desencadenó una crisis económica en el mundo sino una “crisis epocal”, histórica, que puso en el centro del debate el deterioro del medio ambiente y la necesidad del cambio de la tecnología de la energía.
“Mientras no se reemplace la base energética de combustibles fósiles a energías limpias en forma masiva, no se podrá hablar con certeza del relanzamiento global de la economía”, sostiene Ugarteche en el artículo “La epidemia comenzó en EEUU”, incluido en el Informe Anual de Oxfam sobre Pobreza, Desigualdad y Desarrollo 2008-2009. Y no se equivoca.
El techo crítico para la energía convencional producida por la quema de combustibles fósiles está cada vez más cerca. Gamio asegura que las reservas de petróleo se agotarán en unos 45 años, por lo que el precio de este recurso se empezó a disparar en los últimos años. Dejar de depender del petróleo, que se agota y contamina, resulta impostergable para los expertos y las autoridades por lo menos en el discurso oficial.
El presidente Alan García, quien ha llevado a cabo una agresiva apertura de la Amazonia a la exploración y extracción de gas y petróleo, aseguró en setiembre de este año ante la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, que en el 2021 las energías renovables no convencionales representarán el 40% de la matriz energética del país. ¿Esta promesa es posible?
A paso lento
La matriz energética del Perú -que incluye generación eléctrica, uso para transporte, actividad industrial y otros- se compone casi en un 73% por combustibles fósiles: 44% del petróleo y 29% del gas natural. Bajo la lógica gubernamental, casi bordeamos el 23% de energías “renovables” si se incluye en este paquete la energía generada por las grandes hidroeléctricas, pese a ocasionar impactos ambientales y sociales, y el consumo tradicional de la leña.
El país cuenta con una demanda promedio de electricidad de 4,400 megavatios por año, de los cuales 5% debe ser cubierta con energías renovables no convencionales como la eólica (uso de vientos), solar y la biomasa (aprovechamiento de desechos de materia orgánica e inorgánica). Esta meta debe cumplirse según lo establecido en el decreto legislativo 1002 desde el 2008.
Jaime Gianella, gerente de Monder, empresa de tecnología especializada en proyectos de agroindustria y energía de biomasa, asegura que existe un gran potencial energético de biomasa a partir de desechos agrícolas. Entre el 2000 y el 2007, la energía primaria contenida en los residuos de cuatro cultivos de la costa entre los que figuran la caña de azúcar y el algodón, representó en promedio 70,000 Tera Joules (TJ) al año. Cada TJ equivale a 278 megavatios hora de energía primaria. Gianella precisa que tal cantidad de energía permitiría sustentar una operación de 859 megavatios durante 7,000 horas año, una potencia que se aproxima a la de la central hidroeléctrica del Mantaro, en la sierra central, principal fuente energética de Lima, la capital, que tiene una población de 9 millones de habitantes.
“De lo que se trata es usar lo que se bota en el campo, no de deforestar para aprovechar la energía. Eso sería una aberración”, agrega Gianella.
La mayor inversión en las energías renovables está en la instalación, en la etapa inicial. Más allá de mandatos éticos y de sobrevivencia, la rentabilidad es uno de los aspectos que más preocupan cuando se habla de la viabilidad de estas energías no convencionales. La pregunta es ineludible: ¿cómo dejar de depredar el medio ambiente y a la vez obtener buenas ganancias con fuentes de energía limpia?
El especialista Javier Coello asegura que los costos de mantenimiento de las fuentes de energía renovable, a gran o pequeña escala, “son más bajos que las tecnologías basadas en combustibles fósiles porque el sol, el viento, el calor de la tierra, o las caídas de agua no implican gasto en su uso”.
Los costos de la energía también pueden ser más baratos. Este es el caso de la biomasa: hasta siete veces más económicos que el gas natural, según Gianella.
Alternativas polémicas
Los biocombustibles también son considerados por el gobierno peruano como una alternativa a la contaminante industria petrolera, aunque hay quienes consideran que las plantaciones de monocultivos, como palma aceitera para producir etanol, alteran la biodiversidad en la Amazonia y promueven la deforestación de bosques primarios en nombre de la energía limpia. Un caso simbólico es el del distrito de Barranquita en la región San Martín donde el poderoso grupo Romero ha deforestado unas 3,000 Ha de bosques primarios para cultivar palma aceitera.
Desde el 2007, el gobierno estableció el uso obligatorio de biocombustibles en pequeñas proporciones: 2% de biodiesel mezclado con el diesel para el 2009 y 5% hacia el 2011, y 7.8% de etanol mezclado con la gasolina al 2010. Es decir, estas energías “no compiten con los combustibles fósiles, sino más bien son una suerte de aditivos”, agrega Coello.
Ante la complejidad del tema, el director ejecutivo de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental, Manuel Pulgar-Vidal, propone aplicar una Evaluación Ambiental Estratégica para la promoción de biocombustibles, para que las instituciones involucradas determinen las implicancias económicas, energéticas, ambientales y sociales. El criterio comercial no puede ser el único.
En la misma línea, la construcción de represas en la Amazonía ya ha dejado de ser considerada como fuente de energía limpia debido a que el embalse de bosques genera grandes cantidades de metano, un gas de efecto invernadero 20 veces más contaminante que el dióxido de carbono.
El ingeniero Alfredo Novoa, director de la no gubernamental ProNaturaleza, considera que el Perú no necesita proyectos energéticos en la Amazonia para cubrir su demanda, porque el impacto ambiental y social es muy alto. Para él, es suficiente con el potencial de 22,000 megavatios en los Andes y otros tantos en la costa con la generación de energía eólica.
Reemplazar los combustibles fósiles también depende de cuán cerca o lejos se encuentre el recurso que será aprovechado por la población. Las experiencias en comunidades, promovidas por la organización Soluciones Prácticas-ITDG, dedicada a la investigación, aplicación y difusión de tecnologías apropiadas para el desarrollo de poblaciones de menores recursos, demuestran que el uso de energía limpia a pequeña escala puede mejorar la calidad de vida en las zonas rurales sin generar daño al entorno.
Fernando Acosta, coordinador de Bionergía de Soluciones Prácticas-ITDG, asegura que se ha aprovechado la caída de agua en diversas localidades en el norteño departamento de Cajamarca para crear 52 minicentrales hidroeléctricas que generan entre 10 y 30 kilovatios hora para beneficiar a pueblos con 50 a 100 familias.
“Con la llegada de la luz, estos pueblos se dinamizan y se abren oportunidades”, explica.
No hay una única vía para promover la energía limpia. “Se tiene que promover un menú de opciones: empezar por la generación eléctrica a partir de fuentes diversas y la apuesta por la eficiencia energética: el mejor combustible es aquel que no se usa”, enfatiza Coello.
Para Gianella existe, además, “un débil manejo técnico y poco conocimiento del tema” desde las entidades encargadas de promover estas energías renovables.
“Hay que despertar una conciencia ambiental en los ciudadanos y las autoridades. El Perú debe mantener una política coherente para adaptarse y mitigar el cambio climático. Tiene que haber una correspondencia con lo que ofrece el presidente [García] en el mundo y lo que hacen sus funcionarios dentro del país”, asevera Gamio.
Adital