Tapar el agujero energético cuesta US$ 4.500 millones, y habrá más

En una escalera que sólo sube, un número inquietante circula entre especialistas del sector: el año próximo, las importaciones energéticas podrían bordear los 6.000 millones de dólares

Por Alcadio Oña
Este es el recurso que el Gobierno usa, a todo trance, para cubrir la notoria escasez de producción nacional. Gas de Bolivia, a un nivel histórico en 2011; gasoil y fuel desde cualquier lugar del mundo, aunque el grueso sea contratado con Venezuela; electricidad de países vecinos y gas licuado.
La cifra final puede ser inferior, pero existe una tendencia que ya la ronda. Entre enero y octubre, las importaciones energéticas ascendieron a US$ 3.782 millones: un 60 % más que en 2009, según el INDEC. Si se le agregan unos 400 millones por compras de electricidad no computadas en los datos oficiales, el resultado anual treparía a US$ 4.500 millones .
En 2006, la misma cuenta había arrojado US$ 1.995 millones. Puesto de otra manera: en apenas cuatro años las importaciones con las que se tapó el agujero del sistema habrán aumentado nada menos que un 125 % .
Parte del proceso es el pertinaz achicamiento del superávit en el comercio energético. Todavía las exportaciones superan a las compras, pero desde 2006 el saldo favorable se comprimió en alrededor de 4.000 millones de dólares, lo cual implica una considerable pérdida de divisas. Y a este paso, el superávit va camino a desaparecer pronto .
Detrás de todo asoma lo que cualquier experto conoce y la mayoría advirtió hace tiempo. Que la producción de hidrocarburos, crucial en la ecuación energética nacional, viene en pendiente y resulta claramente insuficiente para abastecer la demanda interna. La de gas, baja desde 2004 y, aunque últimamente se ha estabilizado, la de petróleo quedó bien lejos del registro de 1998.
Así, con un consumo de energía que no para de crecer, la brecha respecto de la oferta local se ensancha cada año que pasa. Por eso, el gas que falta para las centrales térmicas es reemplazado con importaciones. Y por lo mismo, salvo algún resbalón transitorio, la curva del volumen de gasoil y el fuel utilizados en generación eléctrica va siempre para arriba. Es, encima, una factura muy cara .
El costo de sostener una estructura tan frágil, más lo que salen los subsidios tarifarios, asoman en una partida del Ministerio de Planificación. Le pusieron un nombre pretencioso: “Formulación y Ejecución de la Política de Energía Eléctrica”.
Había arrancado el año en $ 5.987 millones. Y ahora tiene asignados $ 14.740 millones, o sea, fue reajustada en un 146 %. Puede ser mayor a fines de diciembre, pero aun así no es todo .
Según ASAP, una organización especializada en el análisis de las cuentas públicas, el monto completo de los denominados subsidios a la energía había sido de $ 4.032 millones en 2006. En una trepada sin escalas, llegó a 15.944 millones en 2009. Muy probablemente, en 2010 pasará de largo los 20.000 millones . En sólo cuatro años, un incremento que andará por el 400 %.
Aquí entran, justamente, los millones de dólares que se van en importaciones.
El problema con los subsidios no es su existencia misma, sino cómo los aplica el Gobierno. Valen si atienden a los sectores más necesitados, pero en los hechos el modelo oficial beneficia, sobre todo, a las capas de mayores recursos y allí fomenta el derroche de un bien escaso. Además de las sospechas que despierta el manejo de semejante montaña de plata, surge evidente la imposibilidad de bancar un sistema así por mucho más tiempo.
Otra de las claves del deterioro del sector ancla en la pobreza de las inversiones en exploración, que asegurarían producción futura y un horizonte más despejado. El resultado: las reservas de gas declinan sin pausa desde 2001 y las de petróleo han quedado muy atrás de 1998.
Salta a la vista que esta estructura precaria no puede garantizar un crecimiento sostenido de la actividad económica. Y por eso no son casuales las recurrentes restricciones al consumo de gas en las industrias, funcionales al objetivo de evitar cortes de luz en las casas de familia. Casi seguro, reaparecerán el año próximo .
Y si tal cosa sucede ahora, obviamente las perspectivas lucen preocupantes. El riesgo es que no haya dinero que alcance y peor si por algún motivo empieza a escasear.
Un trabajo del especialista Daniel Gerold sintetiza varios desafíos fuertes que ya mismo enfrenta la Argentina: una producción declinante, la ausencia de precios y tarifas que estimulen inversiones y una demanda de electricidad creciente. Más la urgencia de cambiar una matriz en extremo dependiente de gas y petróleo, que en cualquier caso no daría resultados prácticos antes de 7 o 10 años.
Nunca Julio De Vido admitirá que el cuadro es lo más parecido a una crisis del sistema energético , aunque por todas partes afloren los costos que acarrea encubrir la realidad. Y por ninguna, una planificación acertada.
Así seguirá la película durante 2011, pues nadie piensa que el Gobierno va a asumir el precio político implícito en algunas decisiones. Si ya no lo hizo, menos lo hará en un año crucial para el kirchnerismo. Pero más pronto que tarde, alguien deberá cargar con semejante problema.
Clarín.com