Ecuador: El Gobierno trabajó el fracaso del Yasuní

Por José Hernández.- Ex presidente de la Comisión Roque Sevilla en el campo ambiental no tiene poses. Es un hombre convencido. Lo es al punto que en su empresa, de turismo, aprovecha todos los elementos naturales: agua, luz, viento, sol… El Yasuní es su tema desde que ayudó a trazar sus límites para ser declarado parque nacional. De eso hace 32 años…
¿Lo sorprendieron las declaraciones de los parlamentarios alemanes que visitaron el país?
Sí, me llamó la atención que esos parlamentarios miren una cosa puntual, como la del diario El Universo. Eso quiere decir que un tema local que, por cierto es trascendente como la libertad de prensa, se está proyectando internacionalmente. Eso muestra que la gestión nacional tiene influencia en la confianza que crea un país puertas afuera.
Las declaraciones del ministro de la Cooperación alemana parecen claras. ¿Descarta usted que ese Gobierno apoye el proyecto Yasuní-ITT?
Lo descartará mientras esté en el poder el actual Gobierno. Ecuador está mandando constantemente mensajes ambiguos y contradictorios respecto al Yasuní- ITT. Mantiene vigente, por ejemplo, la Refinería del Pacífico que va a procesar 100.000 barriles del ITT. El presidente en sus declaraciones sabatinas ha explicado en detalle las técnicas que van a aplicar para el desarrollo del plan B. Así que, claramente, manda el mensaje de que el plan B es el verdadero plan A. Eso crea desconfianza.
¿Cómo explicar, entonces, que el canciller Patiño haga una gira por Europa para supuestamente lograr adhesiones al Yasuní?
Vuelvo atrás para dar esa respuesta. Alberto Acosta, cuando fue ministro de Energía, propuso la idea de dejar el petróleo bajo tierra en el Yasuní. Eso se transformó en una papa caliente para el Gobierno que siempre quiso bajarse de esa camioneta.
No lo hizo. ¿Cómo lo explica?
Porque las encuestas demuestran que los ecuatorianos en un 65% apoyan el proyecto Yasuní-ITT. Ahora se está haciendo un tongo para plantear el esfuerzo, entre comillas, que hace el Gobierno para conseguir de los países desarrollados un aporte. Esto, claro, con mensajes contradictorios y con, a veces, agresiones a los aportantes futuros. Decirles, por ejemplo, que se metan las moneditas por las orejas.
¿Usted dice que la estrategia oficial es boicotear el proyecto?
Si promuevo una idea y hago lo posible porque no sea aceptada, obtengo el resultado que quiero: el fracaso del proyecto.
Esa ha sido una estrategia clarísima desde enero de 2010 porque pudimos haber avanzado, de una manera extraordinaria, si un mes antes de la renuncia de la comisión a la cual pertenecí, hubiésemos firmado, como estaba programado el 17 de diciembre de 2009, el contrato de fideicomiso con Naciones Unidas en Copenhague. El día anterior, el presidente pidió que no se firme.
Pero el Gobierno reemplazó el equipo y no deshizo el proyecto.
Pero desde ese momento ha habido una sistemática política para evitar en lo posible que haya aportes y poder justificar, ahora en diciembre, que el presidente anuncie –porque estoy seguro de que lo va a hacer– que ha hecho todos los esfuerzos, humanamente posibles, para conseguir ese dinero. Dirá que como los países desarrollados son malos, no quieren aportar y que él se ve obligado a explotar el petróleo de Yasuní.
En esa tesis, ¿María Fernanda Espinosa e Ivonne Baki son piezas usadas por el presidente?
Absolutamente usadas, porque la intención ha sido hacer todo lo contrario. Si no es así, no se explica la Refinería del Pacífico. No se explica la concesión adicional que dan a PetroChina, en el margen derecho del río Napo, para que tienda tuberías justo al frente del Tiputini. No se explican las declaraciones del presidente de que el Tiputini ya no es parte del ITT y que queda solo el IT.
Se inventa una nueva brújula, un nuevo GPS que excluye de la zona del Parque Nacional el Tiputini. Ese invento les permite explotar ese petróleo sin pedir permiso al pueblo ecuatoriano, porque eso va en contra del artículo 407 de la Constitución. Esos planes están trazados y avanzados para explotar el petróleo.
Pero en el Gobierno se ha hablado incluso de un plan C. ¿Lo conoce usted?
No sé lo que es. Creo que hay un solo plan, el B, y es explotar el petróleo. Tan es así que en el caso de Armadillo, donde todos sabemos que están los Taromenani, acaban de hacer una licitación para la explotación sin respetar ninguno de los principios de la Constitución ni de los tratados internacionales de protección de las comunidades que han escogido vivir en aislamiento voluntario. Así que las señales están al por mayor. Aquí lo que va a suceder el 1 de enero es que se va a explotar el petróleo del ITT.
Usted dice que este tema es popular, entonces generará resistencia en la opinión. ¿Cuál es el beneficio para el Gobierno de generar políticamente un antídoto en su contra?
Ese es el riesgo que se corre. Pero con la confianza que tienen de poder manipular la opinión pública, a través de las cadenas televisivas, y la popularidad personal del presidente, creen que también ganarán esta batalla. Creo que quienes estamos conscientes de la trascendencia del tema del Yasuní, tenemos que salir a batallar en contra de la decisión tan tonta y torpe como es la de explotar el petróleo de la zona más rica del mundo en biodiversidad. El propio Gobierno ha dicho esto en Naciones Unidas y, por lo tanto, quienes estamos a favor de la protección no tenemos que demostrarlo.
Si se sigue su lógica, el Yasuní puede convertirse en un bumerán político para el presidente.
Se va a producir un bumerán político porque los ecuatorianos no se van dejar engañar. El Gobierno dirá que la explotación se hará como una cirugía perfecta. Pero eso no existe. Los petroleros producen derrames y daños. Mire usted, para la prospección final solo se ha hecho investigación en dos dimensiones, 2D. Se tiene que hacer la tercera dimensión y esta prevé la construcción de trochas en forma cuadriculada y, en el cruce de cada trocha, hay que poner un taco de dinamita y explotarlo para medir el efecto de las ondas sonoras. En el rebote se mide el tamaño de los pozos petroleros.
Eso demanda una intervención brutal con grupos de macheteros que tumban todo para hacer las trochas y explotan dinamita. Hay vuelos de helicópteros, instalación de tuberías… Ahora el presidente dice que todo eso va a ser bajo tierra, que la perforación de 11 kilómetros será horizontal hasta Tambococha. Ya saben todo. En eso sí han avanzado hasta el último detalle, pero si les preguntamos cuánto han avanzado en el reglamento de contrato de fideicomiso, ni siquiera lo tienen. No va a quedar nada del Parque Nacional.
No ha habido, sin embargo, una alternativa sostenible a la tesis del Gobierno que dice, en resumen, que bajo el Yasuní hay una mina de oro para obras sociales.
Hay alternativas: utilizar la biodiversidad con una valoración económica a través del uso farmacéutico, industrial y de la investigación sistemática y organizada de la riqueza hay ahí.
El turismo es otra alternativa. Costa Rica vive con tres millones de turistas al año y aquí a duras penas tenemos un millón, pero tenemos el doble de la biodiversidad que tiene Costa Rica. Lo que pasa es que los costarricenses entienden lo que es la sustentabilidad y aquí nos gusta la explotación de recursos naturales, rápida, fácil y de corto plazo.
También podemos aprovechar las fuentes de energía distintas del petróleo. En hidroelectricidad utilizamos la séptima parte de lo que disponemos. El poder solar, la geotermia con el agua que se calienta junto a los volcanes. Lo aprovechan Nueva Zelanda, Costa Rica e Islandia.
Hay opciones, entonces. Y la primera es continuar con el proyecto Yasuní-ITT haciendo las negociaciones con los países interesados, pero mostrando señales de confianza y de solidez en la propuesta. No de contradicciones y de un juego de tongo. En esa línea estoy convencido de que sí podemos levantar los 3.600 millones de dólares.
¿Justo ahora cuando hay prácticamente recesión en Europa y Estados Unidos? ¿En qué señales se basa?
Vale la pena seguir de cerca lo que está pasando con Guyana. En el 2009, dos años después de nosotros, el primer ministro de Guyana propuso al mundo que él iba a levantar 540 millones de dólares anuales y renunciaba a la explotación minera y a la explotación forestal de su país para conservar el recurso natural.
Pues ya ha recibido 250 millones de dólares de aporte de Noruega y está en línea para recibir los 540 millones que se fijó porque ha habido un compromiso de ese Estado, una decisión soberana de hacerlo así y un trabajo sin ambigüedades que genera confianza en el mundo.
¿Va a pelear en la calle para evitar la explotación del Yasuní?
Siempre he luchado por la protección del medio ambiente. Le comento que en estos días un amigo me mandó una fotografía del año 1976 en la cual estoy en una canoa en pleno Yasuní haciendo la delimitación del parque conjuntamente con dos técnicos de la FAO, Allain Putney y un holandés.
Gracias a esos estudios se declaró el Parque Nacional Yasuní. La defensa de ese parque en mi caso es, entonces, vieja como para aceptar que, sin más trámite, se atente contra la Constitución y un gobierno destruya la máxima riqueza biológica que tiene el país.
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