Gas de esquisto, un puente hacia más calentamiento global

Por Stephen Leahy
UXBRIDGE, Canadá

Cientos de miles de pozos para extraer gas de esquisto se perforan en Estados Unidos y Canadá liberando a la atmósfera grandes cantidades de metano, un potente contaminante, afirman nuevos estudios.

La producción de gas de esquisto genera entre 40 y 60 veces más emisiones de gases invernadero que el convencional, indicó Robert Howarth, de la Universidad Cornell, en el estado de Nueva York.

“A corto plazo también deja una huella de gas invernadero mayor que el petróleo o el carbón”, apuntó Howarth, uno de los autores de “Venting and Leaking of Methane from Shale Gas Development” (Ventilación y filtración de metano por el desarrollo de gas de esquisto), que se publicará en la revista Climatic Change.

Este último estudio sigue a una controvertida investigación publicada por Howarth y sus colegas en abril de 2011 y que fue el primer análisis exhaustivo sobre emisiones de gases invernadero liberadas por la extracción de gas de esquisto mediante la fractura hidráulica.

El estudio mostró que cuando se perforan los pozos con esa técnica se filtran grandes cantidades de metano, lo que supone una significativa amenaza al clima global.

“Nos atenemos a la conclusión de nuestra investigación de 2011”, remarcó Howarth.

La investigación socava la lógica del sector energético, según la cual el gas de esquisto es un “puente” hacia un futuro energético con pocas emisiones de dióxido de carbono (CO2).

Los argumentos se basan sobre el hecho de que el gas natural (principalmente metano) tiene la mitad de CO2 que el carbón, y cuando se quema para generar energía eléctrica es mucho más eficiente que este.

Pero esos beneficios quedan más que opacados por las filtraciones de metano tanto en el pozo, en el proceso de fractura, como en la entrega del gas y enviarlo al sistema de distribución.

Howarth y sus colegas estiman que entre 3,6 y 7,9 por ciento de todas las filtraciones derivadas de la obtención de gas de esquisto, llamadas “emisiones fugitivas”, son peores que quemar petróleo o carbón.

El metano tiene 105 veces más potencial para recalentar la atmósfera que el dióxido de carbono en los primeros 20 años, tras lo cual pierde rápidamente esa capacidad.

Si se liberan grandes cantidades de metano mediante fractura hidráulica, lo que es altamente probable dado los cientos de miles de nuevas perforaciones previstas para las próximas dos décadas, las temperaturas globales podrían dispararse de los 0,8 grados actuales a 1,8 en los próximos 15 a 35 años, según Howarth, lo que podría desatar un periodo crítico con acontecimientos climáticos catastróficos.

“Nuestra principal preocupación es que las emisiones de metano de las próximas dos décadas harán que el sistema climático entero traspase un gran punto crítico”, dijo a IPS.

Un estudio del Centro Nacional de Investigaciones Atmosféricas de Estados Unidos concluyó en septiembre de 2011 que las filtraciones de metano significan que el gas natural ofrece pocas ventajas respecto del carbón.

Aun si las filtraciones son de uno o dos por ciento, bastante menos que las estimadas por Howarth, sería apenas mejor que seguir quemando carbón, concluyó el estudio “Coal to gas: the influence of methane leakage” (Del carbón al gas: la influencia de las filtraciones de metano).

La fractura hidráulica implica cavar de forma vertical entre 500 y 3.000 metros en la roca de esquisto y luego de forma horizontal unos 1.000 metros o más a lo largo de la formación geológica.

Luego se bombean químicos y grandes cantidades de agua bajo tierra a una presión lo suficientemente fuerte para fracturar la roca, liberando el gas en la cañería.

Las primeras veces que se utilizó la fractura hidráulica fue en el sureño estado de Texas a principios de los años 90, pero fue en limitadas ocasiones. Pero las nuevas tecnologías desarrolladas en los últimos ocho años hicieron posible alcanzar depósitos de gas más profundos y ampliamente dispersos.

La Ley de Política Energética de 2005, del gobierno de George W. Bush (2001-2009), exoneró a la fractura hidráulica de la normativa prevista en la Ley de Agua Limpia, lo que allanó el camino a la fiebre del gas de esquisto.

En los últimos años, la producción de gas de esquisto creció 48 por ciento al año, según la Administración de Información de Energía de Estados Unidos.

Hay unas 400.000 perforaciones en territorio estadounidense y decenas de miles más previstas para el próximo año o dos. El público se preocupa cada vez más por la contaminación del agua y del aire, la escasez del recurso líquido, la perturbación del tejido social de barrios rurales y hasta por los terremotos.

El gobierno de Ohio dejó de utilizar la fractura hidráulica este mes en una parte del estado tras la asociación de una serie de sismos con la inyección de desperdicios bajo tierra.

La fractura hidráulica requiere inyectar entre 10 y 15 millones de litros de agua y 200.000 litros de químicos. Además, el resultante líquido residual suele estar demasiado contaminado para ser reutilizado, por lo que se bombea a lo más profundo de la tierra o se deja en estanques especiales.

La industria del gas niega que la técnica contamine acuíferos y perforaciones de agua potable, pese a las cientos de denuncias que hay desde hace años. Pero son pocas las investigaciones independientes al respecto.

Estudiosos de la Universidad Duke analizaron el año pasado 68 sitios donde se aplicó la fractura hidráulica y encontraron agua subterránea con concentraciones de metano 17 veces superiores a los pozos ubicados donde no se estaba usando esa técnica. Algunos niveles eran superiores a los de riesgo de la “acción inmediata”.

La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos comenzó el año pasado su primer estudio en profundidad sobre los riesgos de esa técnica para el agua potable. Los resultados preliminares divulgados a fines de 2011 mostraron que el líquido estaba contaminado con benceno, un conocido cancerígeno y uno de los químicos utilizados en la fractura hidráulica.

Desde una perspectiva climática, el gas de esquisto es ciertamente peor que el convencional, indicó Zeke Hausfather, especialista en energía de Efficiency 2.0, en Nueva York, que trabaja con compañías de electricidad.

Pero Hausfather cuestiona los resultados de Howarth sobre que el gas de esquisto es peor que el carbón, pues este último libera más dióxido de carbono y, mientras el metano se mantiene en la atmósfera solo una década, el CO2 permanece miles de años.

“Hay mucha incertidumbre respecto de la filtración de metano y la mayoría de las argumentaciones se basan en estimaciones”, dijo Hausfather a IPS.

Frente a la fuerte resistencia de la industria, la Agencia de Protección Ambiental propuso normas que obliguen a capturar el metano cuando se complete la perforación. Son necesarias, pues las consideraciones económicas por sí solas no pudieron generar las reducciones necesarias, indicó Anthony Ingraffea, de la Universidad Cornell, y uno de los colaboradores de Howarth.

Pero conectar las filtraciones de metano al final de la producción, desde la boca del pozo a las tuberías de transmisión, las estaciones de compresión y las cañerías de distribución, de varias décadas de antigüedad, bajo las calles de ciudades y pueblos de Estados Unidos y Canadá, sería extraordinariamente caro, indicó Ingraffea.

“¿Se gastaría mejor el dinero en construir pequeñas redes de electricidad y usar otras tecnologías para avanzar hacia un futuro energético realmente verde?”, preguntó

IPS