“La preservación del medio ambiente es, en primer lugar, una lucha política”

¿De qué manera está buscando el capitalismo superar estos límites que se le van imponiendo? Desde el planteo de un proyecto alternativo, ¿habría que esperar a que el capitalismo se derrumbe como consecuencia de esta agudización de contradicciones? ¿O está implícita en la marcha del capitalismo la búsqueda de una solución al costo que sea, inclusive si ese costo es la desaparición de la humanidad?

La categoría de límites es muy importante en el pensamiento ambiental y debería incluirse en el análisis político y en el económico. Al respecto existe un libro extraordinario de Jorge Riechmann sobre los límites que se titula Gente que no quiere viajar a Marte. En esta obra se demuestra que negar los límites es propio de una mirada arrogante, la que predomina en el capitalismo, en la cual todo, absolutamente todo, puede ser superado, recurriendo sobretodo a la tecnología. Como si nosotros no fuéramos un producto de la naturaleza, una especie animal y la razón y el pensamiento, que nos diferenciaría del resto de animales, nos posibilitaran por sí mismas escapar a cualquier  restricción, de tipo energético o de tipo físico. Entonces, como no existirían límites se difunden una cantidad de anuncios delirantes, en distintos terrenos. Por ejemplo, superar la muerte individual. Riechmann habla de los anuncios de muchos científicos para quienes la biotecnología y la ingeniería genética permiten el remplazo de los órganos del cuerpo que se vayan deteriorando y la prolongación de la vida hasta unos 500 años. Ya hay quienes anuncian esto como una gran novedad, como algo posible, gracias a las modernas técnicas científicas aplicadas a la refacción corporal. En este caso se pretende evadir las limitaciones corporales y biológicas. Otro límite que se pretende rebasar es el del propio planeta Tierra porque hay economistas que afirman, y no es raro que sean economistas los que lo dicen, que si los recursos se acaban acá podemos seguir explotando otros planetas en donde se supone, de manera optimista, que habrá tantos recursos como enla Tierra y se podrá vivir comola Tierra. Esta es, justamente, la gente que quiere viajar a Marte y trasladarse a vivir allá por si enla Tierra se agotan los recursos. El problema de esta visión es cómo van a hacer los que quieren trastearse o, más exactamente, que energía van a utilizar para emprender sus viajes. También se niegan los límites energéticos, que el petróleo no se va a agotar, y si se agota podemos regresar al carbón y éste se puede licuar, convertir en petróleo y usar en los automóviles. Y si no es el carbón, es el uranio, es decir, la energía nuclear, y si no es el uranio es el hidrógeno. Y si todo eso no da resultado, la energía se puede extraer de la tierra, vía agrocombustibles. Pero noten que siempre se mantiene el capitalismo, lo que podría decirse que corresponde a una limitación vital y epistemológica. El modelo no se toca, el modelo es el mismo, podemos seguir existiendo en la sociedad y en la civilización que es producto del petróleo sin petróleo, sin modificarla. Las grandes ciudades, rascacielos, autopistas, y los privilegiados que viven en zonas aisladas y pueden transportarse gracias al automóvil individual, todo eso se quiere mantener aunque no haya petróleo. Pero yo creo que ahí es donde está el problema, porque precisamente ese modo de vida no tiene futuro a largo plazo, porque para que tal modo de vida exista, es necesario el petróleo. En otros términos, no se puede seguir pensando en rascacielos y automóvil privado sin petróleo, aunque algunos sostengan que los automóviles van a funcionar con litio, o con energía eléctrica. Es el mismo capitalismo, pero sin petróleo. Aquí es donde está el debate. Si una sociedad alternativa al capitalismo, va seguir con su misma lógica con su mismo patrón civilizatorio. Eso se podía pensar hace unas décadas, pero hoy ya no es posible. O sea, es necesario seguir pensando en una sociedad anti-capitalista, pero esa sociedad no puede basarse en el crecimiento ilimitado de las fuerzas productivas porque tal idea también está en crisis. En este punto es indispensable reivindicar otro tipo de valores. ¿Qué es la buena vida? ¿La buena vida tiene que ver con el derroche energético y material? ¿O la idea de felicidad de los seres humanos supone e incluye otras cosas? Este es un elemento interesante de la discusión en la que entra a considerarse el decrecimiento, como una hipótesis digna de ser pensada. Me parece que hay muchos elementos criticables en esa idea y también muchos aspectos interesantes. Por ejemplo, ¿es sostenible a mediano plazo el modelo chino? ¿Es sostenible el modelo chino con un crecimiento del 15 por ciento anual? ¿Se va a crecer de forma indefinida a una tasa del 15 por ciento, con lo que cada año va a haber un 15 por ciento más de automóviles, de ciudades, de rascacielos y todo lo que necesita el capitalismo? ¿Eso crecimiento no tiene ningún techo? ¿Puede prolongarse de manera indefinida? ¿Hasta cuándo?

Considerando aspectos como los incluidos en las preguntas, me parece importante tener en cuenta la propuesta del decrecimiento. Ahora bien, se plantea la cuestión si el capitalismo se va a derrumbar por sí solo, y en tal caso qué pasaría con los seres humanos. Me parece que la cuestión es mucho más dramática, porque el capitalismo se concibe a sí mismo como la última sociedad y no es raro escuchar con tono apocalíptico a sus defensores más acérrimos que si el capitalismo desaparece que también desaparezca la humanidad. Esa es un poco la lógica destructiva inherente al propio sistema. Y mientras se llega a ese momento, estamos soportando el aumento de la desigualdad social a vasta escala, porque un sector minoritario disfruta de ese modo de vida, del cual están cada vez más alejadas las vastas mayorías de la población. ¿Y cómo se preserva eso? Mediante la represión. En ese sentido, el modelo para el mundo es el de los Estados Unidos, el de los guetos pero ahora en sentido invertido. Antes era el gueto asociado a la discriminación de la población afro en los Estados Unidos y ahora son los guetos de confort y bienestar, en urbanizaciones enmalladas y controladas en cualquier lugar del mundo, en donde se replica el caso de los condados más prósperos de los Estados Unidos, protegidos por todos los sistemas: guardias personales, ejércitos privados, alta tecnología, helicópteros. Y el que trate de penetrar allí será hombre muerto. Al mismo tiempo, el resto de la gente malvive en grandes espacios de miseria generalizada. Esto que estamos diciendo no es especulativo, puesto que hoy, en casi todas las ciudades se replica, lo que los urbanistas denominan el “modelo California”, un modelo de segmentación urbana en el que los ricos se desplazan cada vez más lejos de la ciudad, y de sus problemas, mientras ésta es un territorio de nadie, sin servicios públicos, sin infraestructura, con todo privatizado. Son las Ciudades Muertas de Mike Davis.

Por otro lado, la teoría del derrumbe tiene el gran problema de que es fatalista y la acción política desaparece. En otros términos, si el capitalismo se va a caer, no se puede hacer nada, solo esperar a que eso acontezca.  Me parece que todo está por hacer, ahora con nuevos retos, y esto supone que en la agenda política de la izquierda y de los movimientos revolucionarios, el tema ambiental no sea algo accesorio sino que debe convertirse en un aspecto central. Cómo repensar un proyecto anticapitalista que plantee la superación de los problemas estructurales del capitalismo, incluyendo los factores ambientales y tecnológicos, y por supuesto, la base energética que los produce. Creo que nadie tiene la respuesta al asunto, pero tiene que plantearse el problema para empezar a buscar respuestas, soluciones y alternativas, sobre todo con los sectores populares más afectados. Porque esa segmentación de la que hablábamos se manifiesta, por supuesto, en los efectos negativos que impactan de manera directa a los sectores más empobrecidos de la población, porque son ellos los que más sufren la contaminación, la destrucción de las reservas hídricas y de los ecosistemas. Nos referimos a la gente más pobre, de las comunidades campesinas, de los barrios populares, los indígenas y gran parte de los trabajadores. Me parece que la teoría del derrumbe tiene ese carácter fatalista, que no es nuevo, se anunció también hace un siglo, pero con otra lógica estrictamente económica, argumentando que, siguiendo los esquemas de reproducción del capital, se llegaba a un momento en que este no se podía seguir reproduciendo e iba a caerse. En ambos caos no hay sujeto político, ni acción política. Porque si las cosas están fatalmente determinadas no hay nada que hacer, crucémonos de brazos. Creo que la acción política debe ampliarse y por eso son importantes todas las estrategias de difusión, una nueva concientización y la necesidad que la gente asuma los problemas y luche por superarlos. Eso supone reivindicar los factores clásicos de la lucha anticapitalista, pero asumir los nuevos factores en la agenda. Sin embargo, la mayor parte de las izquierdas históricas son sordas ante el asunto, porque siguen hablando del desarrollo de las fuerzas productivas. Y, en efecto debe admitirse que en muchos países es necesario desarrollarlas, pero no digamos que ese es un principio obligatorio, general y permanente. Porque aquí está la cuestión de los límites al crecimiento, al desarrollo y la misma noción de desarrollo tiene que ser cuestionada. Ese es el panorama y creo que hay perspectiva para nuevos sujetos políticos organizados, conscientes, que se planteen la necesidad de buscar y proponer un nuevo modelo civilizatorio. Algunos ya le han dado nombre, lo denominan “el socialismo solar”, o sea, que la fuente energética sea el Sol, tal cual es, porque constituye la fuente energética de todos los modelos pero no de manera directa. Pero si hablamos de socialismo solar ya no podemos hablar del automóvil individual, ni del computador portátil o de teléfono celular para todos.

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