Con la economía en pausa, se importó un 65% más de gas

Obsesionado por mantener el superávit comercial en torno a los US$ 12 mil millones, el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, debió frenar –todavía más– el ingreso de bienes de capital, tecnología e insumos varios durante 2012 para afrontar las crecientes importaciones de gas. Es que a pesar de la desaceleración de la economía, pronunciada durante el primer semestre del año, y de la sequía que afectó al campo, que motivó una caída de las compras de gasoil en el exterior, las importaciones del fluido se aceleraron exponencialmente en 2012.
Con la economía en pausa, se importó un 65% más de gas
Según estadísticas de la Secretaría de Energía, que dirige Daniel Cameron, el gasto generado por las compras del hidrocarburo producido en Bolivia y de gas natural licuado (GNL) por barco ascendió a US$ 4.362 millones entre enero y noviembre del año pasado. La cifra representa un incremento del 65,4% con relación al mismo período de 2011 (US$ 2.637 millones).
El costo del gas del país del Altiplano creció un 89,3 por ciento. Pasó de US$ 976 millones en 2011 a 1.849 millones el año pasado. Sin embargo, la importación de GNL fue más onerosa: motivó la salida de US$ 2.513 millones contra los 1.660 millones de un año antes (+51,3%).
El aumento de las importaciones es la perfecta contracara de lo que sucede con la oferta local del hidrocarburo, en descenso desde 2005. Entre enero y noviembre de 2012, la producción del recurso cayó 2,79%, según datos de la cartera de Daniel Cameron.
La Argentina comenzó a importar GNL en mayo de 2008. Las cargas metaneras, explicaba el Gobierno en ese momento, tendrían un papel de reparto: reforzarían la oferta de gas durante el invierno. Sin embargo, cinco años más tarde, el GNL es un actor protagónico de la industria. Las dos terminales regasificadoras en operación, en Bahía Blanca y Escobar, cubren hasta un 20% del mercado.
Con el gas de Bolivia pasó algo similar. El Estado retomó la importación en 2004 y hoy llegan vía gasoductos cerca de 13 millones de metros cúbicos diarios del fluido, equivalentes al 10% de la oferta local. Tanto el GNL, que se paga hasta US$ 18 por millón de BTU, como el gas boliviano, que cuesta US$ 10,30, son mucho más caros que la referencia local. Los productores argentinos reciben, en promedio, 2,50 dólares por el recurso.
Fuga de divisas
Pese a que el Gobierno tomó medidas titánicas para contener su avance, la importación de energía se mantuvo durante 2012 en un nivel idéntico al del año anterior, aun en un contexto de menor demanda por el enfriamiento de la economía. Si se repetían los números de 2011 –cuando se importaron más de 4 millones de metros cúbicos de gasoil, para generar energía y abastecer la demanda agropecuaria–, la salida de divisas para paliar el déficit energético hubiese sido mucho mayor.
Las cuentas finales arrojarán que el país destinó a financiar su faltante de energía más de uno de cada US$ 10 que le ingresaron por exportaciones, algo casi impensado en los albores del kirchnerismo, cuando la economía estaba en crisis, pero la producción energética local gozaba de buena salud.
En otros términos: las importaciones energéticas fueron equivalentes a casi tres de cada cuatro dólares del superávit comercial (hasta noviembre de 2012 fue de US$ 12.161 millones), uno de los números a los que la presidenta Cristina Kirchner presta más atención.
Así lo atestiguan los números del Indec. Hasta noviembre del año pasado, las importaciones contempladas en el rubro “combustibles y lubricantes” implicaron una erogación de 8.690 millones de dólares (apenas US$ 7 millones menos que en el acumulado del mismo período del año pasado), un 11,5% de los US$ 75.212 millones que ingresaron en el país por ventas al exterior.
Petrobras, en la mira
Un alto directivo de una petrolera aceptaba ayer estar preocupado por saber cómo impactarán los nuevos contratos de gas sobre el valor de mercado de Petrobras, en proceso de venta. Es que los contratos de mejores precios firmados entre el Gobierno e YPF y Pan American Energy (PAE), los dos grandes jugadores del mercado, incluyen fuertes penalidades para las empresas que no logren aumentar su producción. En ese caso, los productores deberán hacerse cargo de un porcentaje de la importación de GNL, más caro que el gas que extraen internamente.
“Si los acuerdos firmados con YPF y PAE se hacen extensibles, de forma obligatoria, al resto de la industria, podrían complicar a Petrobras, que perdió mucha producción en los últimos años”, analizó el directivo. Aun así, la letra chica de los nuevos contratos todavía encierra más incógnitas que certezas. En el sector sostienen que será difícil que el resto de los productores con los que negocia Roberto Baratta, mano derecha de Julio De Vido –entre los que figuran Total, Wintershall, Apache y Pluspetrol–, acepten condiciones similares.
Perfil