Por Emilio Godoy.- El petróleo, símbolo del México moderno, vuelve a enrarecer el ambiente político local, con presagios de tormentosos debates sobre el destino de la empresa monopólica estatal y los embates para privatizar áreas de capital importancia económica y estratégica.
Las posturas en pugna giran sobre la reforma de la firma Petróleos Mexicanos (Pemex) entre quienes defienden su control absoluto del Estado, solo con cambios en la gestión, y los que proponen una apertura al capital privado en actividades como la exploración y refinación de hidrocarburos o la industria petroquímica.
“Es urgente revivir la discusión, encarar un debate franco, contundente, abierto, sobre la necesidad de modernizar. Apura la depuración de prácticas de Pemex, en temas como seguridad, salud y ambiente”, analizó para IPS la académica Miriam Grunstein, del estatal Centro de Investigación y Docencia Económica.
Desde su campaña electoral del año pasado, el nuevo presidente de México, Enrique Peña Nieto, del tradicional Partido Revolucionario Institucional (PRI), planteó la necesidad de reformar la Constitución para que Pemex pueda recibir capitales de particulares y también asociarse con compañías privadas para explorar y extraer crudo, sin que eso signifique su privatización.
También los partidos con representación parlamentaria suscribieron siete compromisos en materia de hidrocarburos en diciembre, tras asumir el nuevo gobierno, entre ellos el de mantener la propiedad nacional sobre esos recursos y reformas para que Pemex goce de autonomía de gestión.
En el llamado Pacto por México se incluye una variada agenda de temas que van desde los derechos humanos hasta la economía, pasando por la seguridad y justicia, la rendición de cuentas y la gobernabilidad democrática.
“Se realizarán las reformas necesarias, tanto en el ámbito de la regulación de entidades paraestatales como en el del sector energético y fiscal para transformar a Pemex en una empresa pública de carácter productivo, que se conserve como propiedad del Estado pero que tenga la capacidad de competir en la industria”, cita el acuerdo que delinea una serie de transformaciones desde los poderes Ejecutivo y Legislativo.
En los últimos años, los principales números de la firma petrolera mexicana han decaído, como contracción de la producción, la reducción de las exportaciones, el aumento de la deuda y el incremento de las importaciones, una muestra de la necesidad de variaciones de fondo.
Pemex, que produce en la actualidad un promedio diario de 2,5 millones de barriles de petróleo, cayó del sitial seis al 11 entre en 2004 y 2011 en la lista de mayores empresas petroleras del mundo, mientras que en materia de reservas de crudo resbaló del puesto nueve al 17 y de gas del 21 al 35, según datos del libro “El petróleo en México. Una industria secuestrada”, del experto Roberto Ortega (2012).
La importación de hidrocarburos, que incluyen gasolinas, representa un fuerte lastre, puesto que ya sumó más de 600.000 barriles diarios en 2012, según las estadísticas de Pemex.
En el caso del gas natural el panorama no es mejor, pues las adquisiciones foráneas rebasaron el pasado año los 1.000 millones de pies cúbicos diarios.
Pemex pasó a ser la empresa estatal más emblemática de México en 1938, cuando el entonces presidente Lázaro Cárdenas decidió nacionalizar la industria petrolera. Por eso, ese ramo impregna el código genético del PRI y del izquierdista Partido de la Revolución Democrática, surgido a fines de los años 80 de una escisión del primero.
“Se va a mantener el veto a las concesiones de exploración petrolera, a compartir reservas y a cualquier planteo de competir con otros en la prospecciones”, anticipó Ortega, excoordinador de la Dirección General de Pemex.
“Las reformas fiscal de Pemex y una general van de la mano. No tiene sentido separarlas. Pero son las que van a generar más debate y pueden provocar que los partidos abandonen el pacto”, añadió a IPS el especialista, respecto del anuncio de Peña Nieto de enviar una iniciativa de cambios en el régimen impositivo local.
Pemex es el cuarto mayor productor mundial y el tercer exportador de crudo a Estados Unidos, según los datos de esta empresa. El ranking de consorcios más grandes del mundo de la revista estadounidense Fortune lo situó en el puesto 34 por nivel de ingresos.
Pemex, que reportó ingresos por 127.000 millones de dólares el año pasado, tiene una carga fiscal especial por lo cual vuelca buen parte de sus ingresos al Estado y, por tanto, cuenta con escasos fondos propios para invertir en prospecciones, desarrollo tecnológico y construcción de infraestructura. Además, es responsable de 33 por ciento del presupuesto nacional.
El izquierdista Movimiento Regeneración Nacional, liderado por el excandidato presidencial Andrés López Obrador y en vías de convertirse en partido político, ya presentó un plan de defensa del crudo, que incluye marchas, organización de foros y un programa de difusión sobre el valor de Pemex.
A la tensión del ambiente político y empresarial se suma la explosión del 31 de enero en la sede central de la petrolera en la Ciudad de México, que dejó 37 personas muertas y 120 heridas y cuya causa aún no ha sido determinada plenamente por las autoridades.
“La entrada de capital privado va a ser sana en la medida en que se cambien los mecanismos de competencia y transparencia. No es que lo privado sea invariablemente bueno y lo público invariablemente malo”, apuntó Grunstein.
En 2008, una muy debatida reforma al sector petrolero buscó mejorar la administración y fortalecer la rendición de cuentas y transparencia de Pemex. Entre las medidas contenidas en esa instancia figuran la recomposición del Consejo de Administración de la empresa y la creación de comités de vigilancia y auditoría que supervisan la adjudicación de contratos y otros negocios.
Para analistas como Ortega, uno de los efectos de los cambios fue la imposición de más normas para Pemex. La firma estatal está bajo el dominio de unas 2.000 regulaciones y procedimientos, y la aprobación de un nuevo proyecto de administración debe pasar por siete instancias.
“Si se quiere convertir a Pemex en una empresa competitiva, hay que pensar si actualmente tiene infraestructura para hacerlo. No se va a modernizar si no se analiza su capacidad de producción y su autonomía no se logra si no se desliga a Pemex del presupuesto nacional” del Estado mexicano, sostuvo Ortega.
El reporte de noviembre, titulado “Un nuevo inicio para el petróleo mexicano: principios y recomendaciones para una reforma en el interés nacional de México”, concluye que “el actual modelo de hidrocarburos, en términos de su estructura legal, regulatoria y organizacional, ha llegado a su límite”, por lo que sugiere una reforma legal y regulatoria del sector.
IPS