Mientras la empresa petrolera brasileña puede colocar deuda internacional a 30 años, la compañía argentina sólo puede apostar al blanqueo
Por tercera vez en diez meses el presidente de YPF, Miguel Galuccio, anunció unacuerdo con la compañía norteamericana Chevron , para explotar conjuntamente el yacimiento de Vaca Muerta, de petróleo y gas no convencionales.
El acuerdo contemplaría una inversión inicial de hasta 1500 millones de dólares por parte de Chevron. La comunicación de YPF aclara que, aunque se han firmado las condiciones comerciales, el entendimiento sólo se concretaría en julio, por lo que habrá que esperar un par de meses para otro anuncio que tal vez resulte el definitivo.
Curiosamente, aunque en las tres ocasiones YPF hizo el anuncio con bombos y platillos, Chevron guardó silencio. Ni su página web ni sus informes a la Comisión de Valores de los Estados Unidos dan indicios de que se haya cerrado trato alguno con YPF. Quizá la razón sea que quien firmó este acuerdo con Galuccio es Ali Moshiri, que no es el presidente de Chevron sino de una subsidiaria bastante autónoma que se dedica a desarrollar negocios en la Argentina y en otros países de América latina y África.
Lo interesante y contrastante es que el mismo día en que YPF divulgó sus tratativas con Chevron, la empresa brasileña Petrobras anunció la colocación de bonos en el mercado internacional por 11.000 millones de dólares para financiar su programa de exploración y producción. Se trata de la emisión de deuda más grande efectuada por una empresa de los llamados mercados emergentes. Según informó el Financial Times, la demanda por los bonos de Petrobras alcanzó casi 50.000 millones de dólares. Uno de los tramos de la deuda emitida es un bono a 30 años de plazo a una tasa del 5,76%. La empresa brasileña también anunció que volverá a financiarse en los mercados por una cifra similar antes de fin de año.
La empresa argentina, en cambio, parece estar a la espera del éxito del proyectado blanqueo de moneda extranjera no declarada, que anunció el gobierno nacional, para hacerse de algunos dólares que vayan a los Bonos Argentinos de Ahorro para el Desarrollo Económico (Baade).
Los anuncios de una y otra compañía muestran no sólo el gran contraste entre la posición financiera de una y otra, sino también entre las políticas energéticas y económicas de ambos países. YPF, que tiene entre sus activos con el yacimiento de Vaca Muerta uno de los reservorios de hidrocarburos no convencionales más grandes del planeta, sólo consigue financiamiento en el mercado local. Sus últimas emisiones de deuda sumaron 600 millones de dólares y su plazo no excedió los 48 meses.
La imposibilidad de financiarse en el mercado internacional ha hecho que YPF se convierta en un tomador de dinero excluyente en la plaza local.
En otras palabras, la estatización de la petrolera terminó teniendo efectos recesivos sobre la economía local, dado que la empresa termina absorbiendo pesos que podrían ser demandados por otras compañías del mercado.
YPF no puede financiarse en el exterior porque sobre ella pesa el riesgo del país, que implica un costo del dinero que ronda el 13% anual en dólares. Esta prima refleja la enorme desconfianza que provoca la política económica del gobierno argentino en los mercados de capitales internacionales. Es decir que en el caso hipotético de que YPF pudiera colocar deuda a 30 años, debería pagar por lo menos 15%, lo cual haría inviable cualquier proyecto de inversión.
Tampoco le resulta fácil encontrar inversores petroleros que quieran asociarse en la explotación de sus recursos. El motivo es muy sencillo: la compañía todavía no pertenece al Estado porque las acciones que se le arrebataron de manera confiscatoria a la española Repsol no fueron todavía pagadas. Nadie se arriesga a invertir en una compañía cuya propiedad está en discusión.
Además, como las propias autoridades de YPF confiesan en una de sus presentaciones de rutina ante el órgano de control de la Bolsa de Nueva York, los criterios de la administración de la empresa están alineados con objetivos de política energética que no siempre contemplan los intereses de los accionistas.
Por otra parte, la política energética del gobierno kirchnerista ha hecho que la Argentina ya no se abastezca a sí misma de petróleo y gas. Al contrario, las reservas declinan. Este año no se producirá una nueva molécula de gas en el país y las importaciones de ese fluido llegarán a una cifra récord, lo que pone aún más presión sobre las cuentas externas.
Las diferencias entre YPF y Petrobras en el mundo son un simple símbolo, en síntesis, de la distancia entre un gobierno que, como el argentino, hizo en los últimos años todo lo necesario para aislarse de los mercados internacionales en momentos de abundante liquidez, y otro, como el brasileño, que supo aprovechar las ventajas de un mundo que, lejos de caerse sobre nosotros como ha expresado Cristina Kirchner, ha ofrecido enormes oportunidades a todos los países de la región, con las casi únicas excpeciones de Venezuela y del nuestro
La Nación