Bolivia. La formación de lo que podría llamarse un “sindicato mundial gasífero” con Rusia a la cabeza es una de las hipótesis sobresalientes del secuestro aéreo de Evo Morales.
Aunque el escarnio aéreo que debió soportar el presidente Evo Morales por los cielos de la Europa imperial tuvo como pretexto necesario la fantasmagórica presencia del cuerpo de Snowden en el vuelo, también puede atribuirse al otro hecho que lo determinó: procedía de la cumbre presidencial que puso en marcha lo más parecido a un sindicato mundial del gas.
Ambas cosas son demasiado atrevimiento para los dueños del mundo, sólo comprensibles por los tiempos que vivimos y sus álgidos componentes geopolíticos.
El ruso Wladimir Putin propuso un sistema de “precios justos y el desarrollo estable de los recursos gasíferos”, inmediatamente apoyado por los mandatarios latinoamericanos de Venezuela y Bolivia, además de Argelia, Egipto, Guinea Ecuatorial, Irán, Libia, Nigeria, Omán, Qatar, Rusia, Trinidad &Tobago y Emiratos Árabes. Desde un costado, también estuvieron cuatro países, que prefirieron, por razones distintas, sólo observar: Irak, Kasajistán, Holanda y Noruega.
Una de las claves geopolíticas de esta cumbre es que la suma del gas bajo los pies de estos 17 Estados-nación sobrepasa el 48% del total comercializado en el planeta. Con suficiente poder a cuestas, apuestan al control político real del mercado para jugar un rol mediador en el inestable sistema mundial de Estados y evitar algunas de la próximas guerras por gas.
La Otan y los Estados Unidos aprovecharon esta brecha para iniciar tres guerras que, en lo geoeconómico, tuvieron al gas como propósito estratégico: Afganistán, Libia y Siria, sin descartar las de Irak y Turkmenistán, pero más subordinadas a lo político. Una relativa debilidad de los productores de gas sirvió a la Otan para avanzar sobre territorios clave de ese mercado. Los productores de gas comenzaron a organizase en 2001, en Teherán, en medio de los vapores de guerra despertados en Washington por la demolición terrorista de las Torres Gemelas. Se reunieron cinco veces desde entonces, pero que la II Cumbre mundial haya tardado más de 12 años, es, en sí mismo, un signo de debilidad bien aprovechado por sus enemigos. Por ejemplo, le dio tiempo a Estados Unidos, Francia y Canadá para desarrollar las fuentes alternativas de gas-shale, producido por reservas de esquisto, desde el año 2010. También a Israel para comenzar la extracción de crudo y gas desde 2009 en el Mediterráneo y mejorar su relación regional de fuerzas en el mundo árabe.
Estos casi dos años fueron decisivos para el cartel reunido en Moscú. Las urgencias de esta II Cumbre derivan del impacto mundial de este tipo de gas, conseguido en grandes cantidades en las cuencas rocosas norteamericanas. Y explica la presión de Putin, Maduro y Mahmud Ahmadineyad por fijar el valor de mercado del gas en contratos a largo plazo e indexados con el precio marcador del petróleo.
Lo que ha comenzado en Moscú, con la participación de tres productores de nuestro continente (Bolivia, Trinidad & Tobago y Venezuela), es una batalla de proporciones internacionales en la economía y la política global. El gas será la energía más politizada del siglo XXI, como el petróleo lo fue para el XX. Daniel Yergin, en su voluminosa Historia del Petróleo, cuenta que más de 30 guerras de ese siglo, incluyendo las dos de alcance mundial, tuvieron al crudo bituminoso como causa directa o indirecta. El gas no auspicia otra perspectiva, aunque la culpa no esté en su vaporosa existencia, sino en las potencias que manejan el mundo.
Estados Unidos, Japón, la Unión Europea y China, los cuatro principales consumidores de gas, son, a su vez, los que menos yacimientos tienen dentro de sus territorios. En esa disparidad, insoportable para cualquier imperio, radica uno de los riesgos tectónicos de crisis y conflictos bélicos más señalados para el futuro inmediato. Siria es apenas la señal. Un Mediterráneo inflado de gas en sus profundidades, contiene varias Sirias potenciales, sobre todo mientras exista Israel como potencia militar regional.
En una llamativa parábola con la OPEP, nacida en 1960, esta II Cumbre del Foro de Países Exportadores de Gas (FEPG) puso en marcha una estrategia de precios para disputar el control de la demanda/oferta en un mercado mundial cada vez más dependiente de ese combustible.
Como no hay economía que funcione sin política, esta estrategia contiene un rol estatal en el juego del mercado mundial y una dinámica de multipolaridad en el mapa del poder internacional. Exactamente lo mismo que ocurrió con todos los recursos naturales que determinaron cambios importantes en el sistema mundial del capital. América latina estará en el centro de esa disputa.
Una diferencia respecto del tiempo de la OPEP es que el gas está mucho más repartido entre los Estados-nación (casi 90 países poseen reservas), pero la mayoría de ellas está concentrada en apenas 8 países, encabezados por Rusia. El poder gasífero de Estados Unidos está 25 veces por debajo de este grupo. El de la Unión Europea es 37 veces menor.
Un avión pesado de gas. El día que Portugal –un imperio escuálido y subordinado– y Francia –más fuerte, pero igualmente dependiente de imperios mayores– vetaron al presidente boliviano en sus territorios, ejercieron el arrogante señorío de los dominadores económicos y militares contra un país pequeño y casi indefenso en esos dos terrenos.
Ese mismo día, estos y otros imperios también mostraron sus temores y sobresaltos por un camino desandado entre Teherán y Moscú en términos de números y estadísticas globales, cuyos derroteros políticos se cruzan entre las costas del Caribe y la díscola zona andina.
Ecuador, Bolivia y Venezuela son los tres países latinoamericanos que ofrecieron asilo incondicional al hombre más buscado por las policías yanqui y británica, desde el ya olvidado Osama bin Laden. Pero ese espía es, a su vez, el principal informante de la agencia informativa alternativa WikiLeaks, cuyo fundador, Julian Assange, el más famoso buzo cibernético de los secretos diplomáticos del imperialismo mundial, permanece asilado en la embajada ecuatoriana en Londres.
Si se coloca el avión de Evo en este intríngulis de relaciones de poder, diplomacia y espionaje acelerados, no sólo se vuelve más pesado en el aire de una Europa desgastada pero engreída, también revela su grado de preocupación como imperio. Es la señal de lo que son capaces cuando los dominados desafían sus controles, pero igualmente del límite que les impone la política cuando los recursos que necesitan están debajo de Estados y gobiernos insumisos.
Este cruce hollywoodense entre espionaje, aviones y poder se hace más complejo cuando los datos de agencias responsables de energía, como la Oil Spill Response y empresas multinacionales como ENI, Repsol y EDC, certifican que estos tres países multiplicaron peligrosamente (para ellos) varias veces sus reservas de gas derivado del petróleo.
Ecuador pasó de 0,45 a 1,7 billones de pies cúbicos en apenas cuatro años de exploración. Bolivia duplicó sus posesiones de gas hasta alcanzar casi 12 billones de pies cúbicos. Venezuela pasó del noveno lugar en el mercado del gas al quinto puesto a comienzos del año 2013, con más de 26 billones de pies cúbicos.
De todas maneras, no vale ilusionarse. Este poder concentrado en recursos naturales no significa potencia real. Para ello, deberán contar con la capacidad de industrializar el gas, única vía para competir en el mercado mundial.
Venezuela, el más avanzado entre los tres, deberá esperar, según el gobierno, unos dos años para comenzar a exportar. Los 5 acuerdos firmados esta semana en Moscú indican que se marcha en ese camino, sobre todo si se le suma a lo sembrado por las tres presidencias de Hugo Chávez, que había dejado 239 pactos de cooperación con Rusia, varios de ellos para industrializar el gas.
La unión de países rebeldes en política y energía, traducido en Moscú a sindicato internacional defensor de precios y territorios, es lo que convirtió al avión de Evo Morales en sospechoso.
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