Poncho vendido
Este año, la tradicional fiesta, que ya lleva 43 ediciones, tuvo una fuerte carga minera:
• Las jornadas inauguraron el Espacio Catamarca Minera, construido con fondos de las empresas que explotan la provincia.
• Como parte de la propuesta cultural se instaló una muestra fotográfica sobre “la minería antigua”, denominada Andalgalá de Ayer, que mostraba de manera positiva actividades mineras pasadas en esa localidad, que tiene una de las asambleas ambientales más fuertes a nivel nacional.
• Se generó un espacio didáctico destinado a los chicos para que “ellos mismos pudieran conocer la minería desde el dibujo, un rompecabezas y coloreando maquinarias”, según informa sobre el evento la página www.massmininig.com.ar.
• También se colocaron dos simuladores de máquinas pesadas “para que la vente pudiera conocer el manejo de esta nueva tecnología en la minería”.
• Rumores indican que, además, la fiesta amagó a llamarse este año directamente “Poncho Minero”.
Poncho minero
Desde hace 43 años que en Catamarca se celebra la Fiesta Nacional e Internacional del Poncho, que reúne a artistas regionales, nacionales y extranjeros, fundamentalmente músicos. En teoría, el festival tiene un fuerte anclaje en la cultura regional, ofreciendo los escenarios a artistas del interior. La mezcla del poncho con la minería parecer ser la nueva cara de la provincia norteña. Este año el festival inauguró el 12 de julio, con la gobernadora Corpacci a la cabeza, el espacio Catamarca Minera, construido y sostenido con los fondos de las empresas que explotan en la provincia, firmas de servicios, proveedoras y – según confiesan- “algunas que están explorando”. Además, entre los artistas, se programaron una serie de jornadas bajo el lema “Catamarca minera” que incluyeron exposiciones y charlas sobre “las fortalezas y desafíos de la minería argentina”, las acciones del “plan social minero” o sobre la “policía minera”, a cargo de “especialistas”. Estos espacios fueron organizados por el gobierno de Catamarca y representados por la Secretaría de Minería y el Ministerio de Producción. “En el mismo se muestra el potencial geológico-minero que cuenta la provincia, los emprendimientos productivos mineros en marcha y se informa sobre distintos aspectos”, dicen en la convocatoria. La detención En este marco, la gobernadora Lucía Corpacci dio el discurso de inauguración.
Agustina Machado, integrante del colectivo Yaguar Mayu, calcula que en ese momento había unas 500 personas. Ella y una veintena de compañeros tenían preparado una intervención pacífica que constaba de:
• Repartir volantes informativos sobre los daños de la actividad minera.
• Una bandera de 6 metros por 2 que decía: “El poncho no se negocia. No a la megaminería”.
Pareció suficiente para los policías que ya los miraban atentos, porque los conocían. “El año pasado también habíamos sacado unos carteles sobre la actividad minera, y en ese momento vimos cómo un policía nos sacó una foto. Nos ubican y hasta nos conocen por apodos”, relata Machado. Esta vez no hubo fotos: hubo aprietes y empujones. “Se nos acercaron policías uniformados y de civil y empezaron a amenazar a los compañeros; nos vimos obligados a bajar la bandera. Nos corrieron a empujones, nos pusieron sobre un costado, y mucha gente empezó a aplaudir y a gritar por qué dejaban las banderas de los partidos políticos y no la nuestra”. Gracias a ese apoyo, Agustina y los suyos volvieron a desplegar la bandera – esta vez sobre un costado- por unos 30 minutos más. Cuando terminó el discurso, la gente se fue dispersando.
Machado: “Teníamos organizado que nos íbamos a reencontrar en una carpa, pero resulta que a un grupo de compañeros los retuvieron y a cuatro los golpearon”. Las víctimas fueron Ailín Castro, Adriana Heredia, Aníbal y Facundo Nuñez. Estos fueron los primeros detenidos. “Otros compañeros, cuando se estaban yendo, fueron agarrados, les quisieron sacar la bandera y meterlos en un móvil”, relata.
La Fiesta del Poncho ya había terminado. Agustina iba hacia a la entrada: “Cuando estábamos caminando para irnos se acercó la policía nos pidieron documentos. Yo y dos personas más no teníamos, y nos dijeron que nos iban a demorar y nos llevaron a la sección de policía del festival”. Ahí se acercó otro grupo de compañeros a ver qué pasaba: en total terminaron 12 personas detenidas, trasladadas a la comisaría 3° y dos de ellas a la comisaría de mujeres de Catamarca capital.
Manifestación con previo aviso
Antes de quedar incomunicada, Agustina alcanzó a mandar un mensaje que alertó a amigos y familiares, que llegaron enseguida a la comisaría 3°; se juntaron más de 20 personas que exigían la libertad de los detenidos, que salieron dos horas después, cerca de las diez y media de la noche, una vez labradas las actas contravencionales por dos insólitos artículos del código provincial que dicen:
• Art. 70. b) El que anunciando desastres, infortunios o peligros inexistentes, provocare alarma en lugar público o abierto al público, de modo que pueda llevar a la población intranquilidad o temor, siempre que el hecho no constituya delito.
• Art. 74. – Los que omitiendo dar aviso previo y fehaciente con una antelación de 24 hs. a la autoridad policial, promovieren la realización de reuniones, asambleas fuera de recintos privados y/ o manifestaciones en la vía pública ocasionando perturbaciones al orden público, serán sancionados con arresto de quince (15) días corridos o instrucciones especiales.
Dentro de la comisaría los policías los trataron “bien”. “Ni sabían porque nos habían detenido”, cuenta Machado. Y relata que explicitaron lo que se lee entre líneas en esta historia: “Nos dijeron: esto es una orden política”.
La bandera quedó como prueba del delito. En serio.
En defensa del poncho
“Es triste ver cómo la minería se apodera de una fiesta cultural icónica para nuestra provincia, y se nos reprima por manifestarnos”, se lamenta Machado. Y explica por qué los detenidos, justamente, defienden el poncho: “La actividad minera imposibilita el desarrollo de la actividad agrícola, la actividad ganadera, que es la historia del poncho”. La provincia fue cambiando. Sus fiestas populares ya no lo son. El poncho es sólo un símbolo. “Es triste ver que la respuesta positiva de la gente que nos apoyó era la de otras provincias, la que estaba de visita en el festival. Acá falta mucha reflexión, mucha conciencia sobre la magnitud de la megaminería”, sostiene Agustina.