El renacer energético que vive Estados Unidos le debe mucho al texano George Mitchell. Se le considera el pionero en el desarrollo de la controvertida técnica de extracción conocida como fracking, por la que, a base de inyectar agua, reactivos químicos y arena a presión, se libera el gas natural y el petróleo atrapados en la roca porosa. Su método se reproduce ahora en todo el mundo y en pocas décadas ha sido responsable de un vuelco sin precedentes en el sector energético, cuyas repercusiones geopolíticas están aún por evaluar en todo su alcance.
El ingeniero murió por causas naturales el 26 de julio en Galveston, Texas. Tenía 94 años de edad. Empezó a utilizar la fracturación hidráulica con fines comerciales hace tres décadas en el Barnett Shale, cuando las petroleras preferían extraer la materia prima en vertical. Mitchell vio el potencial en horizontal, pensando en lo que podía recuperarse de pozos ya explotados fracturando el lecho rocoso para que los hidrocarburos pudieran fluir libremente a través de las grietas creadas en la roca.
Olía el crudo donde otros negaban que lo hubiera. La técnica se pensó inicialmente para la producción de gas natural. Después se aplicó al petróleo. Dakota del Norte y Montana viven ahora un verdadero boom, mientras EE UU acelera el paso a la independencia energética. Mitchell se hizo así multimillonario, hasta el punto de integrar la lista de grandes fortunas que publica Forbes.
Galveston era la ciudad natal de este hijo de inmigrantes griegos. A los 17 años de edad empezó a trabajar en los campos petrolíferos de Texas junto a su hermano. Se graduó en Ingeniería y Geología por la Texas A&M University. Durante la II Guerra Mundial sirvió para el Cuerpo de Ingenieros de la Armada. Tras la contienda empezó a trabajar para la firma Oil Drilling.
Esa compañía fue el germen de Mitchell Energy & Development, de la que fue presidente y que desde hace una década es matriz de la energética Devon. La vendió por 3.500 millones de dólares. Mientras trabajaba en la tecnología del fracking, a comienzos de los años setenta probó también fortuna en el sector inmobiliario. Su gran pasión fue el proyecto The Woodlands en Houston.
Siempre mantuvo los dos negocios separados. Como otros magnates forjados a sí mismos desde la nada, el ingeniero donó parte de su fortuna a obras filantrópicas. Fue de los primeros firmantes de la iniciativa Giving Pledge de Bill Gates y Warren Buffett. Pero la práctica de la fragmentación también está rodeada de controversia, por su impacto medioambiental en los acuíferos.