Todavía no inicia la discusión de la reforma energética en México, cuando en el mundo ya se gesta uno de los movimientos ciudadanos más relevantes contra la proliferación de los sistemas extractivos del gas shale —quizá el más importante recurso con el que contamos para el futuro energético del país.
¿En qué consiste el problema y cómo le afecta a México? Veamos.
El gas shale es un recurso energético del que se conoce su existencia hace décadas, pero fue hasta los años noventa cuando el ingeniero petrolero estadounidense George Mitchell creó un sistema lo suficientemente económico para extraerlo de las rocas en las que se encuentra contenido.
El sistema combina la inyección de agua, arena y algunos químicos a altas presiones, para fracturar las rocas y liberar el gas. En inglés esto se conoce como fracking.
El fracking es tan costo eficiente que han empezado a proliferar sitios de extracción no sólo de gas shale, sino también de petróleo utilizando esta técnica. El problema es que la proliferación es tal, que un creciente número de ciudadanos está preocupado por la cercanía de los sistemas de extracción con las zonas urbanas y con zonas de recursos naturales vitales, como depósitos de agua.
En el Reino Unido, por ejemplo, el poblado de Balcombe —a solo 50 kilómetros de Londres—, se ha convertido en el icono más reciente de una serie de protestas ciudadanas contra los primeros trabajos que se llevan a cabo estos días bajo el método fracking.
Pero el movimiento toma tracción cada día.
En Nueva York, hace pocas semanas, fui testigo de un nutrido número de manifestantes antifracking que propugnaban porque la gente se concientice de la potencial contaminación del agua y los alimentos por el uso de esta técnica.
En España, en ciudades como Burgos, ha habido manifestaciones de miles de personas. Varias universidades de Estados Unidos están recibiendo fondos para justificar académicamente los beneficios del fracking y el gas shale. Los activistas llaman a esto ‘frackademia’. México tiene en el subsuelo 680 millones de pies cúbicos de gas shale. Estamos en el mes de la reforma energética. ¿Estarán listos los políticos para blindarnos del inminente contagio del movimiento antifracking?