La geopolítica, al pulso de las nuevas energías

Por: Ricardo Arriazu, economista

Los vaivenes en los mercados energéticos han ocupado un lugar central en los desarrollos económicos y geopolíticos mundiales durante el último medio siglo. Los recientes avances en la explotación “no convencional” de hidrocarburos, en su recuperación terciaria mediante el uso de CO2, en el uso de fuentes renovables, en la potencial explotación de los cristales de metano, y en el uso más eficiente de los recursos disponibles, presagian nuevos cambios profundos en la economía y en la geopolítica mundial.

Observando el pasado comprobamos que el consumo mundial de energía parece no tener límites, al haberse más que triplicado desde 1965.

Este incremento estuvo explicado exclusivamente por el crecimiento de la población y de la actividad económica mundial, puesto que las mejoras en eficiencia han disminuido la demanda de petróleo por unidad de PBI.

Estados Unidos fue siempre el principal consumidor de energía en el mundo (más del 34% del total mundial en 1965) pero, desde 2009, fue superado por China. Europa y Japón comenzaron hace ya varios años a disminuir el consumo energético, comportamiento que se observa en Estados Unidos desde el año 2007. De este modo, el incremento en el consumo mundial de energía de los últimos tiempos está explicado exclusivamente por los países emergentes.

Estas tendencias reflejan el mayor crecimiento relativo de los países emergentes, la disminución en la participación de Estados Unidos y Europa en el PBI mundial como así también las mejoras en la eficiencia en el consumo energético en este último conjunto de países.

Entre 1965 y 2012, el precio del petróleo pasó de 1,80 a 111 dólares el barril, incrementando 204 veces el valor de la producción mundial de energía en este período, al pasar de 49,3 mil millones a 10,1 billones de dólares en el año 2012). El resultado de esta dinámica fue que varios países se volvieron inmensamente ricos (la mayoría en Medio Oriente) mientras que a los importadores de energía los afectó negativamente.

Los efectos económicos y geopolíticos de estos desarrollos fueron enormes, estando muchos conflictos diplomáticos y bélicos asociados a ellos.

La economía de Estados Unidos se debilitó al declinar su producción de petróleo crudo y gas natural a partir de 1972 y aumentar su dependencia de las importaciones las que casi se triplicaron en volúmenes entre 1972 y 2007, mientras que en valor aumentaron 78 veces. Este incremento de los costos energéticos no sólo afectó sus cuentas externas, sino que volvió inviables las operaciones en muchos sectores productivos.

Un último comentario con respecto al pasado se relaciona con las energías renovables no hidráulica. Si bien su crecimiento en términos absolutos es impresionante, su importancia relativa en el consumo mundial sigue siendo insignificante (pasó del 0,03% al 1,9%). El consumo total de combustibles fósiles se incrementó de 3,5 a 11 millones de toneladas equivalentes de petróleo por año, aunque su participación en el consumo mundial bajó del 94,2% en 1965 al 86,9%. Esta dependencia de los combustibles fósiles agravó los problemas ambientales, al elevar la emisión de CO2.

China es el país con mayor emisión de CO2, tanto en términos absolutos como en términos relativos (27% de las emisiones mundiales) como se lo comprueba al visitar sus principales ciudades.

Todas estas tendencias comenzaron a cambiar luego de que Estados Unidos iniciara la explotación de sus recursos de hidrocarburos “no convencionales” y que la EIA (Agencia Internacional de Energía) publicara su primer cálculo de la magnitud de estos recursos a nivel mundial. Más aún, podrían cambiar más si las nuevas tecnologías destinadas a “capturar” el CO2 en el proceso de generación eléctrica contribuyen a un nuevo incremento de la producción de petróleo mediante su uso en el proceso de extracción, al mismo tiempo que contribuye a la reducción de la emisión de CO2. En el caso particular de Estados Unidos, la producción de petróleo y gas se incrementó un 26% entre 2007 y 2012 (crecimiento explicado en su totalidad por el uso de esta nueva tecnología) y este año se está incrementando otro 14%. Este crecimiento le permitió convertirse en el segundo productor mundial de petróleo y reducir en forma significativa sus importaciones de petróleo y su consumo de carbón. Sus importaciones netas de energía primaria bajaron 48%, el precio interno del gas se desplomó, y el gas pronto reemplazará al carbón como la principal fuente de energía para la generación de electricidad. Todas las proyecciones muestran que se convertirán en exportadores netos de gas y carbón, y que bajarán a menos de la mitad sus importaciones de petróleo. Los más optimistas consideran que si se expande el uso de CO2 en la producción de petróleo, también se convertirían en exportadores netos de petróleo, al mismo tiempo que contribuirían a la reducción de las emisiones de este gas.

Los efectos económicos y geopolíticos de estos desarrollos serían enormes, al mejorar la competitividad de la economía estadounidense (ya se están produciendo inversiones en sectores intensivos en energía que habían sido abandonados hace ya varias décadas) y reducir su dependencia de los recursos de Medio Oriente. Estos efectos deberían también reflejarse en los precios del petróleo y del gas, y en las cuentas externas de los países exportadores e importadores (favoreciendo a Europa, Japón y China). No hace falta entrar en detalles para percatarse de las enormes repercusiones geopolíticas de estas tendencias.

En los estudios de la EIA nuestro país figura en segundo lugar por la magnitud de sus recursos gasíferos no convencionales y en cuarto lugar en petróleo. Los impactos del desarrollo de estos recursos serán enormes, y plantean grandes oportunidades y peligros.

Esto me llevó a mencionar en mis charlas públicas la necesidad de encarar profundos estudios de todos estos efectos, en lo que llamé un “Gran Debate” que se encuentra pendiente. Espero incluir algunos de estos temas en una futura columna.

Clarín