La petrolera Chevron parece dividir aguas en la política latinoamericana. Mientras en Buenos Aires la argentinizada YPF le firmó un acuerdo para explotar Vaca Muerta, en Ecuador su presidente lanzó la campaña “La mano sucia de Chevron”.
Emilio Marín.-Los gobiernos latinoamericanos de Argentina y Ecuador parten de realidades diferentes, pero también de políticas distintas.
La administración Fernández de Kirchner considera que Vaca Muerta, Neuquén, ubica al país como el segundo a nivel mundial en reservas de gas y oil no convencionales. Y cree que la explotación de las mismas, mediante la polémica metodología del “fracking” o fractura hidráulica, hará posible captar grandes recursos hidrocarburíferos y, consiguientemente, miles de millones de dólares.
La presidenta argentina recibió en varias oportunidades a James Watson y Ali Moshiri, titular y responsable de la compañía para Africa y América Latina, respectivamente. Otro tanto hizo el CEO de YPF, Miguel Galuccio, quien firmó el 16 de julio con Watson el acuerdo de asociación para explotar parte de esa zona neuquina, en proporciones “fifty-fifty”, como le encanta definir la presidenta.
La otra.
Rafael Correa, en cambio, ya tuvo la experiencia de que la Texaco (adquirida por Chevron en 2001), explotara y contaminara la zona de Lago Agrio, en el departamento amazónico de Sucumbíos, al norte de Ecuador. Entre 1964 y 1990 operó allí la petrolera yanqui y su legado fue mortal para el medio ambiente de la Amazonía, su fauna y sobre todo la salud humana, afectada por una tasa elevada de cáncer, abortos y otras enfermedades. Los pueblos originarios no tuvieron alli más agua potable, salvo la de lluvia. Y tampoco pudieron ver sus cachos de plátanos de 20 kilos cada uno, ni pescar, como antes.
En 2011 la justicia en primera instancia y en 2012 la Corte de Sucumbíos falló contra la petrolera yanqui, imponiéndole una indemnización por 19.000 millones de dólares para resarcir a 30.000 personas perjudicadas directamente. La firma desconoció ese fallo, acusó de haber sido preparado en forma fraudulenta y demandó al gobierno de Ecuador ante el Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya, pretextando que aquél había violado el Tratado Bilateral de Inversiones. Dijo que la justicia ecuatoriana era corrupta.
Llegado a ese punto de atropello, el presidente Correa salió con los botines de punta contra la multinacional.
Dos líneas muy diferentes.
El gobierno de Quito no había tenido intervención directa en el pleito judicial, que es entre dos partes privadas: las comunidades amazónicas y su contraparte, la cuestionada compañía con asiento en Houston, Texas, y ubicada entre las cinco empresas más rentables de EEUU.
Cuando la demandada, en vez de acatar el fallo, salió a denunciar a la justicia del país sudamericano, a los abogados que la habían demandado y al gobierno de Ecuador, entonces fue el turno del presidencial palacio de Carondelet. Este bajó al ruedo y tomó al toro por las astas. El 17 de septiembre, anteayer, comenzó la campaña “La mano sucia de Chevron”, lanzada por Correa, para probar los cargos de contaminación contra Texaco-Chevron.
En cambio el gobierno argentino, interesado en firmar el acuerdo de Vaca Muerta con la misma empresa, hizo todo lo posible para despejar inconvenientes legales a esa firma en su territorio. Como ésta no aceptaba el fallo adverso en Ecuador, sus demandantes presentaron pedidos de embargo en otros país, también en Argentina, donde ya actuaba con su controlada Petrolera San Jorge, también en Neuquén (y dejando mucho que desear, dicho sea de paso, por lo que en 2011 estuvo a un tris de perder las áreas concesionadas). Un juez de primera instancia aceptó en noviembre pasado el pedido de embargos, pero luego la Corte Suprema de Justicia, en junio último, y previo informe en la misma línea de la procuradora Alejandra Gils Carbó, falló a favor de Chevron. Así se despejó el camino la firma del acuerdo de YPF con su polémica asociada, el 16 de julio.
Las dos líneas diferentes, entre Ecuador y Argentina, en relación a la multinacional, se vieron en la reunión de la Unasur en Paramaribo, Surinam, el viernes 30 de agosto. El canciller ecuatoriano, Ricardo Patiño, llevó un pedido de pronunciamiento de la entidad sudamericana a favor de su causa. Y el mismo fue suscripto por todos los países contra “campañas de desprestigio promovidas por grupos y empresas transnacionales extrarregionales”. Por Argentina estaba el vicepresidente Amado Boudou, que debe haber pasado un momento complicado ante la moción ecuatoriana, aunque lo disimuló bastante.
“La Mano sucia”.
Como casi todas las iniciativas que adopta su gobierno, la campaña “La Mano sucia de Chevron” fue anunciada por Correa mediante su programa radial y televisivo “Enlace Ciudadano”.
La multinacional había mentido con que había remediado “problemas menores” de contaminación en Lago Agrio y que en todo caso quien no había cumplido con su parte fue la estatal Petroecuador. Para refutarla el presidente viajó a la zona de contaminación, con mucha prensa y una presencia internacional (la alcaldesa de la ciudad estadounidense de Richmond, Gaile McLaughlin).
Y allí, en el pozo Aguarico 4 , Sucumbíos, Correa metió la mano en una de las mil piletas empleadas por Texaco-Chevron, en una zona donde no tuvo nada que ver Petroecuador, y la mostró a los fotógrafos negra de brea.
Su acompañante, McLaughlin, convalidó la denuncia y agregó que esa empresa tiene en su ciudad de Richmond una refinería y fue responsable por una explosión que provocó 15.000 personas enfermas.
El presidente hizo una comparación que nadie pudo refutar. La contaminación en Sucumbíos fue varias veces más grave que la provocada por British Petroleum en el Golfo de México y que la de Exxon Valdez en Alaska. En otras palabras, fue el peor desastre petrolero del mundo, del que se tenga memoria.
El objetivo de la campaña ecuatoriana es demostrar que Chevron contaminó, que la justicia del país la condenó con pruebas suficientes en un juicio donde tuvo todas las garantías y que -en vez de allanarse a la justicia- esa compañía, coherente con la actuación del gran capital internacional, pretende imponerse con su poderío financiero y político.
Para darle más volumen a sus denuncias, en la ocasión Correa estuvo acompañado de la alcaldesa mencionada y su idea es llevar cada dos semanas a alguna personalidad internacional. Uno de los anotados es el Nobel argentino Adolfo Pérez Esquivel. Seguro que también viajarán Calle 13, Cher y muchos más.
Boicot a Chevron.
Al lanzar en Quito la campaña “La mano sucia”, el mandatario manifestó: “las herramientas que vamos a utilizar para combatir a Chevron son la verdad y el llamado a la solidaridad de los ciudadanos del mundo para no comprar los productos de Chevron”.
Como a nivel latinoamericano y mundial existe hoy en día una mucho más elevada conciencia medioambiental y una consolidada opinión antiimperialista -que fulmina a empresas como Chevron pero también al Fondo Monetario, el Banco Mundial, el Ciadi, los grandes bancos, etc- se puede presumir que los alegatos de Ecuador van a tener mucha simpatía y apoyo regional.
El marco político latinoamericano, como quedó patentizado en la cumbre de Unasur en Surinam, también resulta favorable a las posiciones soberanas, democráticas y de defensa del medio ambiente.
Entre el pueblo ecuatoriano y sus autoridades, de una parte, y una multinacional de triste fama, tomada con las manos en la masa de una horripilante contaminación y saqueo petrolero, la mayoría de las personas tomará partido, de una forma u otra, por la primera opción.
Esa alternativa como la más correcta se fortalece con los datos aportados por el Palacio de Carondelet, que enrostra a Chevron haber invertido 400 millones de dólares y contratado 900 abogados para desconocer el fallo de la justicia ecuatoriana. La denuncia presidencial es que el cabildeo de Chevron en Washington busca perjudicar el comercio de su país con EEUU y que se le quiten las preferencias arancelarias.
Mal que le pese a la continuadora no sólo de Texaco sino de la también tristemente célebre Standard Oil of California, el pleito está a fallo del máximo tribunal ecuatoriano. Chevron no acató los dos fallos en su contra de 2011 y 2012, y fue a tribunales internacionales, lo que preanuncia que tampoco se va a allanar a una eventual resolución de la Corte Suprema de Ecuador.
Fallo en contra.
En el plano jurídico, la empresa logró que en La Haya se fallara contra Ecuador por haber supuestamente violado el Tratado Bilateral de Inversiones. Correa contraatacó diciendo que era un pleito entre privados y no entre un privado y un gobierno que la hubiera perjudicado. Y añadió que dicho TBI entró en vigencia 1997 y resultó una aberración legal haberlo aplicado retroactivamente para juzgar hechos de entre 1964 y 1990.
Por razones ajenas al pleito, Correa visitará Buenos Aires hoy, en el marco de una reunión internacional de Scouts. Es probable que aproveche la breve estadía para decir en la Argentina algunas cosas contra Chevron. Si él habla, tendrá mucha audiencia a nivel social y ecológico, no así en el gubernamental. Es que la Casa Rosada no se suma a su boicot sino más bien hace todo lo contrario.