Hoy generamos en Benito Juárez un debate en torno al actual modelo agroexportador, que convierte a la materia prima de nuestras chacras y campos en mercancías que cotizan en los mercados internacionales a valores nunca antes vistos, con el fin de alimentar cerdos chinos o automóviles europeos.
Como sucede con el paradigma del fracking en las provincias petroleras –y las zonas no petroleras como las del Valle de Río Negro –, como sucede con la Megaminería en Chubut, La Rioja o San Juan, los vecinos juarenses entendemos que el actual modelo de agronegocios posee un anclaje muy fuerte con el presente y el corto plazo, privilegia la alta rentabilidad por sobre variables igualmente importantes como la calidad de vida y salud de las poblaciones rurales, la soberanía de nuestras semillas y cultivos, la calidad alimentaria nacional, el cuidado del agua y el medioambiente, la sustentabilidad de los suelos y la posibilidad de entender que toda relación con la tierra siempre es una proyección de futuro, una identidad heredada por nuestros hijos y nietos, que la seguirán preñando de esperanzas.
Las primeras consecuencias de este modelo pueden verse en el impacto socio-sanitario de nuestras comunidades, en los datos estadísticos que poco a poco -gracias al constante de muchos pobladores rurales en distintos lugares del país- evidencian en forma alarmante un aumento exponencial en la cantidad de enfermos de cáncer por densidad poblacional, aumento en nacimientos con malformaciones neuronales, intestinales o cardíacas, casos de Mal de Alzheimer en jóvenes, casos inexplicables de autismos severos, por nombrar sólo una compleja lista de trastornos a la salud pública.
En abril de 2009 un informe científico publicado por Andrés Carrasco (investigador del CONICET hoy fallecido) revelaba lo que hasta ese momento muchos sabían pero el laboratorio no confirmaba: el glifosato, principal agente activo del ROUNDUP fabricado por la multinacional Monsanto, es altamente tóxico y provoca efectos devastadores en embriones. Utilizando dosis hasta 1500 veces inferiores a las recomendadas en los prospectos de las fumigaciones que se realizan en los campos, el informe señala: “Concentraciones ínfimas de glifosato, respecto de las usadas en agricultura, son capaces de producir efectos negativos en la morfología del embrión, sugiriendo la posibilidad de que se estén interfiriendo mecanismos normales del desarrollo embrionario”.(1)
Similares consecuencias se verifican con el uso de otros productos químicos incluso considerados más nocivos como el 2,4-D de la multinacional DOW o el Flimuxin de la multinacional BAYER. Para tener sólo una dimensión de lo que se arroja hoy en los campos argentinos, el 2,4-D nació como arma química, desarrollada por EEUU para destruir en un principio los cultivos de arroz japoneses durante la Segunda Guerra Mundial; pero fueron los cultivos y seres humanos chinos y vietnamitas de mediados de los años ’50 y durante casi toda la contienda en Vietnam del Norte en los años ’60 y ’70 donde se comprobaron “los beneficios del producto”. En Vietnam puntualmente, el 2,4-D se combinó en dosis iguales con el 2,4,5-T, constituyendo así el “Agente Naranja”(2). Según un informe publicado por la BBC de Londres en junio de 2004, entre 1962 y 1970 el ejército norteamericano asociado a DOW y Monsanto arrojó sobre la selva sur de Vietnam 80 millones de litros de este herbicida. Las consecuencias no tardaron en hacerse visibles: millones de vietnamitas, pilotos, soldados y marinos de las propias tropas estadounidenses desarrollaron todo tipo de cánceres como leucemias y linfomas, malformaciones, problemas en la piel, desórdenes metabólicos o cardiovasculares. Esto generó una andanada de juicios contra las principales corporaciones fabricantes de estos productos –entre ellas la propia DOW y Monsanto-, muchos de los cuales siguen hoy vigentes. (3)
Como sucedió durante décadas con las empresas tabacaleras –que una y otra vez negaban que el cigarrillo provocara cáncer de pulmón mientras los fumadores morían de cáncer de pulmón- las multinacionales químicas como BAYER, DOW y Monsanto no sólo repiten una y otra vez que sus productos son inocuos sino que transfieren las consecuencias de su toxicidad a quienes los manipulan. Este mecanismo perverso hace que, al comprobarse enfermedades por uso de pesticidas las responsabilidades civiles recaigan sobre los aplicadores del producto y no sobre sus fabricantes, hecho que las propias víctimas naturalizan sin cuestionamientos.
Pero no es solamente el impacto sobre la salud pública lo que nos preocupa como vecinos, sino la desproporcionada cantidad de nutrientes y agua dulce de nuestros suelos que se exportan junto con los cultivos, que en buena medida no se recuperan con los ciclos biológicos regenerativos habituales sino con el uso de más agrotóxicos adquiridos a las mismas multinacionales, profundizando aún más la agrodependencia y acortando aún más la fertilidad de los suelos.
Desde hace más de 10 años los pobladores de las zonas rurales o periurbanas como los de barrio Ituzaingó Anexo en la ciudad de Córdoba o La Leonesa en Chaco vienen denunciando que la salud de sus comunidades está siendo afectada principalmente por las fumigaciones y por la manipulación y depósito de estos químicos en zonas pobladas, deshecho de envases, acopio de granos impregnados de químicos dentro de los pueblos, etc.
Estos datos generales que para muchos pueden significar una simple abstracción estadística sobre la realidad y sus hechos, para nosotros como vecinos asambleístas significan algo más que eso: el 80% de la gente que ve afectada su calidad de vida, enferma, padece o muere de estas enfermedades en nuestro país vive en poblaciones rurales como Benito Juárez.
No nos referimos a una realidad inventada. Hablamos de los pueblos que habitamos en medio de un proceso que comenzó hace casi 20 años con una resolución de rango ministerial que adoptaba el modelo transgénico – químico y se profundizó tan rápidamente que apenas hemos logrado darnos cuenta. Es algo a lo que irremediablemente debemos enfrentarnos porque el problema ya es nuestro y sólo nosotros construyendo consenso deberemos resolver
Entendemos que es fundamental comenzar a preguntarnos qué sucede en nuestra comunidad con estas problemáticas y cómo logramos discutirlas. En definitiva cómo logramos visibilizarlas con el objetivo esencial de promover el buen vivir y el respeto mutuo entre vecinos y dejar de naturalizar enfermedades u otros padecimientos que pueden ser evitables.
Asamblea de Vecinos “Benito Juárez SIN Fracking”
Notas:
1-http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-123111-2009-04-13.html
2-http://www.reduas.fcm.unc.edu.ar/2-4-d-de-arma-quimica-a-campeon-de-ventas/
3-Artículo de Tom Fawthrop Cu Chi district Vietnam. BBC News 14 junio 2004, http://news.bbc.co.uk/go/
4 -Para más datos, buscar las notas de Darío Aranda Página 12 y Cooperativa La Vaca.