Alberto Acosta, ex presidente de la Asamblea Constituyente ecuatoriana y uno de los referentes latinoamericanos del movimiento antiextractivista, se refiere a la situación actual en el continente. Reconoce un agotamiento de los gobiernos progresistas y defiende la carta que firmó junto con un grupo de intelectuales donde consideran como “deslegitimado y con marcados rasgos autoritarios”, al gobierno de Maduro. Sin embargo sostiene la necesidad de construir una alternativa posextractivista por izquierda que sea a la vez clasista, feminista, ecologista y decolonial.
Felipe Gutiérrez.- Formado como economista, Alberto Acosta (68) lleva varias décadas dentro del mundo político ecuatoriano. En 1995 fue uno de los fundadores del partido Pachakutik, que proviene de la CONAIE, una de las organizaciones indígenas de referencia del continente. Posteriormente fue también fundador de Alianza PAIS, que llevó a Rafael Correa a la presidencia en 2006, a Acosta al ministerio de Energía y Minas, y a Ecuador a un prolongado ciclo progresista que contrasta con la inestabilidad y el neoliberalismo de las décadas anteriores.
Sin embargo el vínculo se rompió en 2008 cuando Acosta deja la presidencia la Asamblea Nacional Constituyente por diferencias con la dirección del partido. Desde entonces comenzó a articular a un sector crítico a Correa, que mantenía los fundamentos que lo llevaron al gobierno. “Yo recuerdo a un Correa diferente, era como un hermano nos llevábamos muy, muy bien. Y muchas cosas las pensábamos en paralelo y después era difícil saber quién dijo qué primero. Pero en el camino se fue conjugando una lógica de caudillo, que es algo totalmente contrario a lo que propusimos al inicio”, sostiene Acosta. “Correa termina por asumirse como relámpago en cielo despejado. Él nunca entendió que ese relámpago fue posible porque las nubes estaban cargadas de las luchas populares. Y que su gobierno se debe, se explica, solo por esas luchas populares”.
Su trabajo intelectual y político, le valió transformarse en uno de los principales referentes latinoamericanos del movimiento antiextractivista. En esa línea es crítico de los gobiernos progresistas a los que acusa de mantener la lógica de dependencia del mercado global, a través de un impulso al sector económico primario-exportador como la minería, el petróleo y la soja. “Seguimos siendo países dependientes, países producto, condenados al subdesarrollo y a la violencia que no es consecuencia sino condición necesaria de los extractivismos”, dice.
En el contexto de su visita para presentar el libro Posextractivismos y Decrecimiento: Debates hacia el Buen Vivir, lo entrevistamos para conocer su posición respecto de la situación regional y en particular los debates en torno a Ecuador y Venezuela. Aunque reconoce que es “un error asumir que toda América Latina puede ser leída de la misma manera”, se atreve a dar un vistazo al panorama de la región que parece dar un giro hacia la derecha. O tal vez no tanto.
–¿Comparte la sensación de que hay un cambio de ciclo en América Latina?
Bueno, estamos en un momento de cambio. Un momento de cambio en donde lo que se conoce como gobiernos progresistas están entrando en su fase final, de agotamiento. Todas aquellas cosas que hace 15 o 10 años nos ilusionaron, nos llenaron de esperanzas, toda aquella fortaleza y capacidad de creatividad que demostraron muchos de estos gobiernos, y todos aquellos cambios que se iniciaron, parece que hace rato han perdido piso, han perdido fuerza. Yo no llegaría a la conclusión de que ya los gobiernos progresistas están perdiendo espacio en el control del poder político, lo que sí es real es que los gobiernos progresistas perdieron la capacidad, el espacio de innovar, de motivar, de hacer que la gente se movilice como fue al principio.
–¿Por qué se da este agotamiento de las experiencias progresistas?
Yo diría que hay varias razones. Sin lugar a dudas el Imperio y todas sus instancias están desde hace mucho tiempo atrás, tratando de debilitar a estos gobiernos progresistas. Pero creer que esa es la única explicación, es un gravísimo error. Si el Imperio, sea la embajada de los Estados Unidos, la CIA, las empresas trasnacionales sobre todo norteamericanas, no están en contra de esos progresismos, quiere decir que esos progresismos no son fielmente progresistas. El Imperio cumple su tarea. Este es el primer punto claro. Pero no es la última explicación.
Tampoco es suficiente creer que las fuerzas de derecha oligárquicas tradicionales neoliberales de los países progresistas se han recuperado. Si se han recuperado la pregunta es ¿por qué? Y ahí llegamos a uno de los aspectos medulares, la razón de este resurgimiento de la derecha del siglo XXI se debe a que los gobiernos progresistas no hicieron lo que se debía haber hecho, que es enfrentar la lógica de acumulación capitalista. Que es comenzar a desmontar los extractivismos de todo tipo. Que es comenzar a democratizar realmente las sociedades desde abajo. Nada de eso se hizo en América Latina. Podemos ver que hay diversos matices, pero en ninguno de los países de América Latina realmente se dieron pasos para una economía pos-capitalista. Sí se transitó un tiempo por el pos-neoliberalismo, pero eso no significa que es igual a pos-capitalismo.
Entonces ahí aparece lo que se podría denominar la paradoja del hocico del lagarto: cuando el lagarto abre la boca baja su mandíbula inferior y sube la mandíbula superior. Eso sucedió en América Latina, el lagarto, el sistema capitalista, recibía enormes cantidades de recursos provenientes de las exportaciones de materias primas, se reduce la pobreza, pero simultáneamente aumenta la concentración del capital. Y ese es el punto medular. No hubo una afectación de la lógica de acumulación capitalista.
-Cuesta pensar en que tanto los gobiernos neoliberales como los progresistas tienen el mismo modelo económico. ¿En qué se diferencian?
Bueno, hay una diferencia, sin lugar a dudas. La principal diferencia, diría yo, radicó en el hecho de que en los gobiernos progresistas se fortaleció la presencia del Estado. Y el Estado pasó a ser un actor importante en el manejo de la economía. Y se disputó una mayor participación en la renta de los recursos naturales, sea minera, petrolera, agraria, forestal, pesquera. También anotaría como algo que les diferenció, el intento de fortalecimiento de las empresas estatales. Pero esto no nos asegura un cambio de la realidad. Debemos pensar que no se trata solo del control de la propiedad si no de la gestión, ¿qué gestión hacen? Y tenemos empresas estatales que actúan con lógicas mucho más perversas.
–Por qué cree que el extractivismo es el signo económico de los gobiernos progresistas, ¿por qué no se buscaron alternativas?
Por varias razones. Una primera razón, porque les resultó muy fácil obtener recursos exportando materias primas para ampliar las capacidades de consumo, impulsar obra pública, ampliar la inversión social, sin tener que enfrentar los grupos de poder. Seguramente pensaron ellos, así fortalecemos nuestra base política electoral para poder continuar en el futuro. Pero cometieron un grave error, un error histórico, de creer que del extractivismo se sale con más extractivismo. Ese era el mensaje del gobierno ecuatoriano: para salir del extractivismo necesitamos más extractivismo; para superar el petróleo y la exportación de minerales necesitamos exportar más materia prima que nos permita invertir, decían ellos, por ejemplo, en ciencia, tecnología y educación superior.
Y un segundo punto que lo explica es que no fueron gobiernos que se plantearon la superación del capitalismo. Lo máximo que se plantearon es la superación del neoliberalismo. Superar el neoliberalismo no significa que superas el capitalismo. Y en tercer lugar, no tuvieron la altura, la capacidad para impulsar esas grandes transformaciones, porque no se sintonizaron con los sectores populares del medio. Crearon estructuras verticales, autoritarias, caudillescas de gobierno.
-Yendo al caso concreto de Venezuela, junto a un grupo de intelectuales publicaron una carta llamando al fin de la violencia y tildando de autoritario al gobierno de Maduro, en un contexto de intervención e inestabilidad. ¿No cree que fue un error político salir a decir algo así en un momento como este?
Mira yo creo que la crítica y la auto-crítica, siempre, en todo momento, es indispensable. Y esa es una de las grandes lecciones para los países latinoamericanos. Muchas veces, a cuenta de enfrentar al imperialismo -habría que ver realmente si está enfrentando al imperialismo o no- nos quedamos callados.
Habría sido muy bueno que desde el principio se eleven voces críticas, que no quiere decir opositoras, cuando comenzaron a aparecer derivas autoritarias, poco democráticas, inclusive totalitarias, en muchos de estos gobiernos progresistas. El caso de Ecuador, por ejemplo, habría sido muy interesante que los compañeros latinoamericanos que apoyaron los procesos progresistas, reclamen cuando el gobierno comienza a criminalizar la protesta popular. Ahora, en el caso venezolano, estamos en un momento muy complejo y lo que a nosotros nos preocupó, y por eso yo me sumé con gusto a esa carta, es el tema de la violencia. Hay que parar esa violencia, esa violencia no beneficia ni siquiera al propio proceso chavista que, a mi juicio, ha perdido mucha fuerza porque el gobierno que le sucede a Hugo Chávez ya no tiene ni la capacidad de creatividad, ni la capacidad de acción y no ha profundizado en procesos revolucionarios; lo ha estatizado, lo ha vuelto cada vez más autoritario.
-Sin embargo, es justamente el proceso venezolano el que fue más audaz en su intento de superación del capitalismo
Por eso te dije que hay que diferenciar, y en Venezuela sí. Y fue muy interesante toda esa experiencia de las comunas, esa fue una experiencia valiosa. Habrá que ver qué es lo que queda de eso después. Ese germen , esos cambios profundos y estructurales, son los que pueden sostener en el futuro un proceso de transformación en reales. Ahora por eso mismo, los grupos fascistas están empeñados en derrocar todo, erradicar todo lo que pueda significar un imaginario cultural de transformaciones de inspiración chavista. Y esto es lo preocupante. Por eso mismo estamos nosotros pidiendo que se frene la violencia, porque no toda la gente que está en las calles es fascista. Es gente que reclama por diversas razones. Y lo que hay, es que abrís la puerta para encontrar una solución pacífica en Venezuela.
-¿Cree que estos debates se dan porque en América Latina existe un sector claramente antiextractivista que, sin embargo, no busca una salida necesariamente socialista?
A mí me parece que uno de los elementos claves de una transformación pos-extractivista es que requiere de transiciones, que no se pueden hacerse de la noche a la mañana, sino que pasan por ir superando la visión antropocéntrica. Todos los seres vivos, no solo los seres humanos, tienen derecho a existir. Entonces superar el antropocentrismo es cuestionar la idea del progreso tradicional, que se manifiesta sobre todo en la acumulación de bienes materiales permanente. Por eso también cuestionamos a su hijo más perverso, que es el desarrollo. Eso nos lleva, entonces, a cuestionar uno de los elementos que fueron fundamentales para la lógica del socialismo, la del desarrollo de las fuerzas productivas, en términos gruesos, simplificando el asunto. Sin embargo creo que el socialismo tiene mucho que decir.
Yo sostengo que las luchas tienen que ser clasistas, eso no ha sido superado. Pero existen, al mismo tiempo, diversas contradicciones. Entonces podría empezar una contradicción básica que se refleja en lo que conocemos como la colonialidad del poder, el racismo. Es la principal contradicción sobre la que se fundamenta el capitalismo global, la idea de raza. Luego viene también la contradicción capital-trabajo. Luego viene, simultáneamente, la contradicción que está dada por el patriarcado. Luego viene la contradicción que está dada por la destrucción de la naturaleza. Entonces, las luchas tienen que ser simultáneamente, en el mismo nivel, clasistas, ecologistas, feministas y decoloniales. O ponle al revés, empezamos por de coloniales, feministas, ecologistas y clasistas, todas al mismo tiempo.
-Yendo a la situación actual ecuatoriana, el triunfo de Lenin Moreno sobre Guillermo Lasso pareciera ser que puso un freno al avance de la derecha a nivel regional
Soy absolutamente franco, para mí los dos eran peores. Porque uno representaba a la derecha del siglo XX, el banquero; y el otro representaba y representa a la derecha del siglo XXI, liderada por Correa. Entonces, en términos de las propuestas de cambio, de transformación, yo no me hice ninguna ilusión, ni me hago ninguna ilusión. No voté por ninguno de los dos.
Y lo grave, y ya entramos en materias en terrenos lamentables, es que todavía hay grupos de izquierda que creen que el correísmo tiene elementos progresistas y de izquierda. Correa mismo lo ha dicho, lo que impulsó es una modernización del capitalismo. Con claros rasgos y características de restauración conservadora. A modo de ejemplo, prohibió que se discuta en la Asamblea Nacional el tema del aborto por violación. Y sancionó a un par de asambleístas de su partido porque intentaron introducir esa discusión en la asamblea.
Correa regresa al neoliberalismo. Entrega los cuatro puertos más grandes sin licitación a grandes grupos económicos trasnacionales, vinculados a los grandes grupos económicos nacionales. Entrega grandes campos de petróleo maduros, sin licitación. Abre las puertas a las privatizaciones con la ley de Alianzas Públicas Privadas. Regresa al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial. Favorece los agronegocios, las grandes plantaciones, echa abajo la disposición constitucional que prohibía los transgénicos, la introducción de semillas y cultivos transgénicos. También vemos todo lo que significa la represión a la mujer, se criminaliza el aborto. Hay muchísimas mujeres que están siendo criminalizadas, con un discurso explícitamente machista.
Lo que Correa logró es fortalecer el Estado y, a través de ese Estado fortalecido, introduce más cambios de esa inspiración neoliberal. Por eso hablo de un neoliberalismo transgénico. Porque es un Estado fuerte el que impulsa las transformaciones neoliberales
-Sin embargo usted es parte del sector que llegó al gobierno con Correa ¿siente que hubo un giro en la posición del gobierno?
Hasta que se aprueba la Constitución creo que tenemos una primera fase del gobierno de Correa, desde el año 2009 comienza a cambiar. Y había ciertos elementos que iban configurando esas tendencias de cambio. En el mismo proceso constituyente aprobamos, por ejemplo, el mandato minero para tratar de poner en orden el sistema minero y la situación de la minería en el Ecuador. No acababa la minería, era una primera instancia, muy tibia, de caminar al pos-extractivismo. Pero dos o tres días después, me entero de esto posteriormente, Correa negociaba con los grandes mineros. Y decía: ´No se preocupen con la ley arreglamos todo´. Entonces paulatinamente este señor va concentrando su poder y se va volviendo un caudillo. Y ahí tenemos un punto también de reflexión para América Latina, no podemos impulsar figuras aisladas, si no procesos colectivos más sólidos. No niego lo de una necesidad de liderazgo, pero el liderazgo es que haga realidad aquello que los indígenas dicen mandar obedeciendo. O sea, con mandatos sólidos, claros, que respondan a una propuesta.
Nosotros sabíamos eso al principio, en el año 2006, que necesitamos gobiernos que tomen decisiones horizontales, participativas, respetuosas de la opinión ajena, para superar los regímenes individualistas, autoritarios, caudillescos. Nos salió el tiro por la culata. ¿Por qué? Porque lanzamos una candidatura presidencial sin ninguna base social. Y Correa termina creándola desde el gobierno.
Correa termina por asumirse como relámpago en cielo despejado, entonces él dice a los indígenas: ´Si quieren cambiar las cosas, cambien las elecciones´. No entendió nada, no entendió absolutamente nada, les critica porque representan el 2% de la votación. Él nunca entendió que ese relámpago fue posible porque las nubes estaban cargadas de las luchas populares. Y que su gobierno se debe, se explica, solo por esas luchas populares. Él niega todo eso en la práctica.
-¿Qué pasó posteriormente con su sector y las organizaciones indígenas que se alejaron del gobierno?
En esa primera etapa nunca traté de disputarle, y cuando luego intervengo en la campaña electoral del 2013, lo hago consciente de que no podíamos ganar, porque era el mejor momento del gobierno de Correa, con mucho dinero. Lo hicimos porque teníamos tres cosas que queríamos defender. Uno, proteger la Constitución, no porque la Constitución esté escrita en piedra y no haya como mejorarla, sino los principios básicos de ese constitucionalismo transformador. En segundo, lugar por la necesidad de incorporar otros debates desde las izquierdas, para hacer una izquierda que sea simultáneamente de colonial, feminista, ecologista y clasista; no solo la vieja izquierda clasista. Y en tercer, lugar para intentar formar un frente de izquierda, la unidad plurinacional de las izquierdas.
El resultado electoral fue catastrófico [3%], pero yo no aspiraba ganar, eso era imposible. El problema grave, es que fue una derrota política y luego no tuvimos la capacidad de sostener esa unidad plurinacional de las izquierdas por muchas razones. Y luego en las elecciones de este año intentamos con el general Paco Moncayo de formar el acuerdo nacional por el cambio, incorporando a la social democracia, un poco más abierto. Y también fracasa, en términos electorales [6,7%] y políticos.
-¿No hay una salida por izquierda del correismo?
Este rato no.
-¿Cómo se puede intervenir, entonces, en esta etapa?
Bueno, las salidas del correismo van a ser por izquierda, las salidas del extractivismo deben ser por izquierda. Las salidas del capitalismo tienen que ser por izquierda, pero no hay este rato, porque la izquierda está en un proceso de disolución, de crisis, de agotamiento y debe repensarse nuevamente. Y entonces, cosas que hay que comenzar a replantearnos, son los problemas no se resuelven asaltando el palacio de invierno. Creer que tu controlas el Estado simplemente porque estás en los ministerios, en la Presidencia, con un equipo de burócratas. Necesitamos otro Estado, otra lógica, hay que comenzar a reforzar todo desde lo comunitario, desde lo participativo. Va a ser más largo, más difícil, pero va a ser.