Declaración de Oilwatch Latinoamérica
En el Día de la Tierra, el Covid-19 se propaga como una pandemia. En todo el planeta amenaza a su gente, enferma a las ciudades, infecta a millones de comunidades y familias, provoca la muerte de cientos de miles de personas.
Ilustración: Angie Vanessita / Campaña Dejar el Crudo en el Subsuelo – Oilwatch
Primero se concentró en China, Europa y los Estados Unidos, el virus se ha expandido en velocidad y rutas comerciales, alcanzando en dos meses gran parte del Sur Global: África, Asia y América Latina.
Como pandemia, el virus cruzó los océanos, aterrizó en los aeropuertos, desembarcó en las terminales portuarias y viajó por carretera y ferrocarril. Ahora se está expandiendo hacia las periferias urbanas más empobrecidas y está llegando a las comunidades de los pueblos tradicionales: campesinos, afroquilombolas, pescadores artesanales, pueblos indígenas en aislamiento. Una tragedia.
El origen y la expansión pandémica del nuevo coronavirus están directamente asociados a la destrucción de la Tierra: la devastación de sus bosques y su sustitución por monocultivos de árboles, la destrucción de sus ecosistemas, suelos y fuentes de agua, la expansión de la minería y el petróleo, la extinción de sus especies y la introducción de organismos genéticamente modificados, la contaminación de sus ríos y mares por agroquímicos y plásticos, y el colapso de su clima, la extracción y quema de combustibles fósiles. Una tragedia anunciada.
El capitalismo y su civilización petrolera, por caminos suicidas, explota los recursos, destruye los vínculos y agota los sentidos de la Tierra. No permite alternativas. Por un lado, desprecia las tecnologías y borra la memoria de los pueblos ancestrales, que siempre han sabido cuidar de la Tierra. Por otro, hacen imposible el debate profundo sobre el futuro, las alternativas de transición, las formas de vivir en paz con la Tierra.
La pandemia de Covid-19 refleja el Día de la Tierra en 2020, y clama por el fin de la civilización petrolera, socialmente injusta y genocida, ambientalmente irresponsable y económicamente inviable. El desarrollo capitalista y sus modos de vida y producción petrodependientes no garantizan ninguna protección contra las pandemias, que serán cada vez más frecuentes, con nuevos virus como el coronavirus, la gripe aviar y la gripe porcina; así como nuevas bacterias y virus que han estado congelados bajo tierra en la Tierra durante cientos de millones de años y que podrían liberarse con el deshielo debido al calentamiento global.
Para hacer frente a la pandemia de Covid-19 es evidente que se necesitan Estados democráticos que garanticen y profundicen los derechos, inversiones masivas en políticas públicas de salud y soberanía alimentaria, ingresos mínimos para los más vulnerables, alternativas de transición energética desde los pueblos, protección de los territorios colectivos y valorización de los conocimientos tradicionales, respeto a los Derechos de la Naturaleza. Para enfrentar las nuevas pandemias es necesaria una tregua con la Tierra. Mientras la salud de la Tierra esté amenazada, la salud de las personas también estará en riesgo. Es insano profundizar en la civilización del petróleo y su guerra contra la Tierra. La cura viene de cuidar de la Tierra y de la gente.
Con el Covid-19 y las necesarias políticas de aislamiento físico, la civilización del petróleo agoniza. Con la fuerte caída del consumo de petróleo y sus derivados, por primera vez en la historia, el precio del barril cerró el 20 de abril en negativo a 37,63 dólares, en una caída libre del 289,4%, en el mercado futuro estadounidense. Los tanques, terminales y buques están al límite de su capacidad de almacenamiento. La industria petrolera internacional planea reducir la producción en más de un 20%. La Tierra tiene una corta tregua. Pero sigue pidiendo a gritos que se detenga la extracción y que se desintoxique la petrodependencia. Ya no tiene sentido extraer más crudo para hacer girar la vieja rueda, en su círculo adictivo y decadente.
Ante la mortandad por Covid-19, la Tierra también está en silencio. Desde su refugio, nos muestra los caminos hacia la salud. Lleno de paz, nos abre los sentidos de la transición a sociedades emancipadas de los combustibles fósiles.
El 22 de abril de 2020, en el Día de la Tierra, nos despedimos de los muertos y dejamos que su grito resuene entre los vivos: “¡El lugar del petróleo está bajo tierra!”