Echar leña al fuego: gas natural licuado, fracking e infraestructura

Por OPSur y Terriotorio de Ideas.En la 8.a edición del Compendio de hallazgos científicos sobre el fracking, presentado el pasado mes de mayo por Concerned Health Professionals of New York (un programa de The Science and Environmental Health Network) y Physicians for Social Responsibility, las pruebas muestran que la infraestructura asociada al gas natural licuado (GNL) representa una grave amenaza a la seguridad pública y al clima, además de provocar la destrucción del hábitat costero.

Foto: Terminal de exportación de GNL “Sabine Pass” de Cheniere Energy, en la costa del golfo de México. ©Julie Dermansky Photography

 

El GNL se obtiene a partir de la purificación del gas metano, que mediante el proceso de criogénesis—un proceso de uso intensivo de capital y energía—se transforma en un líquido burbujeante y superfrío. Una instalación típica de GNL cuenta con su propia central eléctrica para obtener las bajas temperaturas necesarias para que el metano alcance su punto de condensación. Dado que es necesario remover impurezas volátiles como el benceno antes de enfriar el gas, las plantas de licuefacción son una fuente de contaminantes atmosféricos para las comunidades linderas. En Estados Unidos, la gran mayoría de estas plantas están ubicadas en comunidades racializadas de bajos recursos que habitan la costa del golfo de México. En la actualidad existen planes para ampliar dichas instalaciones.

Al enfriar el gas natural para llevarlo a estado líquido, este ocupa 1/600 del volumen original, lo que permite transportarlo en buques metaneros a zonas donde no llegan los gasoductos. Las instalaciones de GNL son un incentivo al fracking ya que generan capacidad de almacenamiento para las cantidades ingentes de gas obtenido mediante fracking, permiten su exportación y aumentan los precios y los márgenes de ganancia. La refrigeración, el venteo, las fugas, la quema y el transporte hacen que el GNL sea un 30 % más intensivo en el uso de energía que el gas natural convencional. Según un estudio reciente, la exportación de grandes cantidades de GNL desde los Estados Unidos aumentará las emisiones globales de gases de efecto invernadero.

Dado que se emplea el método de enfriamiento por evaporación para prevenir explosiones y mantener las bajas temperaturas durante el almacenamiento y el transporte, el propio diseño de los tanques de GNL hace que estos sean proclives a las fugas. El gas vaporizado se ventea directamente de los tanques de almacenamiento. Los tanques más grandes están diseñados para capturar parte del gas evaporado pero no es un proceso a prueba de fugas. Una vez exportado, el GNL llega a destino y antes de su combustión o transporte mediante gasoductos, debe regasificarse mediante otro proceso de consumo intensivo de energía, que además necesita de una enorme infraestructura e incluye quemas periódicas para controlar la presión.

Con más del 10 % de la producción nacional de gas natural destinada al exterior, en 2021 Estados Unidos se convirtió en el mayor exportador mundial de GNL. El gas proviene principalmente de las operaciones de fracking, sobre todo en la cuenca pérmica (Texas). El auge del mercado exportador hace que los perforadores estadounidenses operen a un ritmo vertiginoso poniendo a trabajar casi la totalidad del equipamiento disponible para el fracking.

En plena crisis energética tras la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, Europa ha comenzado a repensar su dependencia de Rusia, que aporta aproximadamente el 45 % de las importaciones de gas natural. En el corto plazo, esto significa que Europa recurrirá aún más al gas de fracking proveniente de Estados Unidos, que llegará como GNL en buques metaneros a terminales existentes, pero también a otras que se encuentran en etapa de planificación. El 25 de marzo de este año, el presidente Biden se comprometió a suministrar a Europa 1.500 millones de metros cúbicos de GNL en 2022 y alcanzar los 50.000 millones para el 2030. El anuncio revivió los planes, hasta entonces dormidos, para construir terminales de importación de GNL en Alemania.

El GNL supone un grave riesgo de seguridad pública. Un derrame de GNL en el agua puede provocar una explosión; si el derrame ocurre en el suelo, puede convertirse en nubes inodoras de rápida expansión que al contacto provocan el congelamiento súbito de la piel humana y la asfixia por desplazamiento de oxígeno. Si la ignición del GNL liberado es en origen, los vapores del GNL pueden convertirse en un “incendio de charco”, que arde a temperaturas mayores que otros combustibles y no se puede extinguir, sino que el GNL debe quemarse por completo.

En caso de incendio, la elevada temperatura hace que el GNL pueda causar quemaduras de segundo grado en un radio de 1,6 km. Las instalaciones de GNL suponen un alto riesgo para las poblaciones cercanas y por ello han sido objeto de fuerte rechazo. En Oregón, el proyecto Jordan Cove para la instalación de una terminal de exportación y un gasoducto debió suspenderse tras 15 años de resistencia sostenida por parte de vecinos y comunidades indígenas. En abril de 2021, el desarrollador del proyecto, al no poder obtener los permisos estaduales para operar, lo puso en pausa indefinida. En diciembre del mismo año, solicitó a la Comisión Federal de Regulación de la Energía que cancele las autorizaciones para la terminal y el gasoducto Pacific Connector. Una victoria y un claro rechazo a este tipo de proyectos.

Se pueden consultar las páginas 17-20, 46-49, 367-415 del Compendio.

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Descarga de la sexta edición en español.
Traducción: Territorio de Ideas