La fractura hidráulica o fracking es una técnica de extracción de hidrocarburos que consiste en la inyección a alta presión de una mezcla de agua, arena y productos químicos para romper las formaciones del subsuelo. Aunque se aplica hace décadas sobre yacimientos convencionales, es decir rocas porosas del subsuelo, el avance tecnológico de los últimos 30 años permitió también explotar formaciones no convencionales de shale y tight, es decir, formaciones compactas.
Por Luciana Aviles y Yamila Del Palacio (OPSur) / Fotos: Martín Álvarez Mullally .- En Argentina, esta técnica suplió la caída de la extracción petrolera y gasífera de los yacimientos convencionales que se constató a partir de la primera década del siglo XXI. El grueso de la extracción de hidrocarburos del país proviene hoy de los no convencionales, mayormente de la formación Vaca Muerta, que se ubica principalmente en la provincia de Neuquén, donde ya se realizaron más de 3.000 pozos.

Nociones básicas
Para comprender esta técnica debemos repasar sus particularidades. Los yacimientos se ordenan en dos grandes tipos: convencionales y no convencionales. En los primeros, el gas y el petróleo se aloja en la roca reservorio, porosa y permeable. Es una especie de “esponja” subterránea en cuyos poros, que están interconectados, se ubican los hidrocarburos. En ese tipo de formaciones, una perforación permite, de forma relativamente simple, que los hidrocarburos fluyan hacia la superficie por la propia presión del subsuelo. En el caso de los no convencionales, donde la roca es compacta, la extracción requiere de la utilización del fracking, una técnica con mayor riesgo ambiental, costo económico y complejidad tecnológica que genera artificialmente la permeabilidad al reservorio.
Existen distintos tipos de yacimientos no convencionales, pero en Argentina el fracking se aplica en dos. Por una parte, shale gas o shale oil, que son formaciones de una piedra denominada esquisto o lutitas. Este es el caso de Vaca Muerta. Por otra parte, el tight oil o tight gas, que es el petróleo y gas de arenas compactas, una especie de arenisca prensada que tiene muy baja permeabilidad, como la que se fractura en el Alto Valle del río Negro
A diferencia de los pozos convencionales en los que la perforación se realiza de forma vertical hasta el reservorio de hidrocarburos, en los pozos no convencionales la perforación habitualmente comienza verticalmente hasta llegar el reservorio y luego continúa de manera horizontal o dirigida, siguiendo una trayectoria predefinida entre la roca a fracturar.
El fracking, paso a paso
La fractura hidráulica o fracking se realiza, entonces, para extraer gas y petróleo alojado en rocas de baja o nula permeabilidad. Se inyecta un fluido a alta presión que fractura esas formaciones para poder liberar hidrocarburos hacia la superficie.
El proceso comienza con la utilización de una herramienta de corte llamada broca, que se abre paso en el suelo con la ayuda del bombeo de un fluido denominado “lodo” o “barro” de perforación. La primera etapa de la perforación es vertical, como en los pozos convencionales. En el trayecto se atraviesan formaciones de agua dulce que se encuentran cerca de la superficie. Para aislarlas, se utilizan cañerías de acero cementadas a las paredes del pozo hasta superar la profundidad de los reservorios de agua. La tubería y la broca continúan su trayectoria hasta el denominado KOP (Kick-Off Point) o punto de inflexión, donde la perforación deja de ser vertical para avanzar en forma inclinada u horizontal en la formación procurando abarcar la mayor superficie posible de la misma.
Una vez realizada la operación de revestimiento y cementación de este tramo, se introduce un “cañón” de punzamiento que dispara unas cargas explosivas y perfora la tubería, la cementación y la roca. Luego, se realiza el paso diferencial de esta técnica: se inyecta a alta presión el fluido compuesto por un 95 % de agua; 4,5 % de arena y 0,5 % de aditivos químicos. Este proceso fractura la roca en millones de partes y permite la conexión entre los poros donde se encuentran atrapados los hidrocarburos. Cuando se reduce la presión ejercida por los equipos de bombeo, una parte significativa de los líquidos inyectados fluye hacia la superficie. Este fluido de retorno (flowback), compuesto por agua y productos químicos, es purgado y depositado en piletones de superficie o en tanques colectores. Posteriormente, el pozo comienza su etapa de producción. Finalmente, se fija un equipo popularmente conocido como “árbol de navidad” que mediante una serie de válvulas controla el flujo de hidrocarburos.
Los pozos de fracking tienen una rápida caída en los niveles de extracción. Inmediatamente después de la fractura, la producción de cada pozo es altísima. Pero, tres años después, esos niveles son prácticamente nulos. Esto provoca que para sostener la producción se necesite repetir el proceso permanentemente, perpetuando así las perforaciones y fracturas, y los riesgos que estos procesos implican.

Impactos
La explotación de hidrocarburos no convencionales mediante fractura hidráulica implica un complejo entramado de actividades e infraestructuras auxiliares, tanto previas como posteriores al proceso. Para estas operaciones se utilizan paquetes tecnológicos que se aplican de forma intensiva, que implican riesgos geológicos, ambientales, laborales, sanitarios y sociales.
- Consumo de agua
En comparación a la explotación convencional, el fracking requiere un mayor consumo de agua, que es utilizada tanto para la perforación como, principalmente, para fracturar las formaciones. El agua dulce se extrae de ríos y acuíferos y se transporta a las locaciones en camiones cisterna y acueductos móviles (mangueras), conocidos en la industria hidrocarburífera como “anacondas”. En el caso de Vaca Muerta, la principal fuente de agua es el río Neuquén, aunque también hay boca-tomas en los ríos Colorado, Limay y Negro. El consumo de agua por pozo es, como mínimo, de 60 millones de litros, y en los de mayor longitud puede superar los 140 millones.
El consumo excesivo de agua que implica el fracking sumado a la disminución de este recurso por el cambio climático y la sobreexplotación, puede en un futuro afectar el acceso al agua para usos esenciales como el abastecimiento de las poblaciones y configurar un escenario crítico.
- Contaminación de acuíferos
Aunque según la industria petrolera los procedimientos de fractura se realizan a cientos de metros por debajo de los acuíferos y el aislamiento de la tubería es eficaz para prevenir la contaminación, los riesgos asociados a la extracción no convencional siguen siendo elevados. El alto volumen de fluidos y químicos tóxicos manipulados y las elevadas presiones a las que son sometidos aumentan el riesgo de incidentes en los aislamientos y de migraciones de fluidos e hidrocarburos hacia los acuíferos.
En la etapa de inyección y extracción, los fluidos pueden filtrarse por fuera del pozo y atravesar las cementaciones y cañerías que aíslan la perforación de su entorno natural. Esto puede suceder por múltiples motivos: por el uso de cemento inadecuado, por errores en la colocación, por falta de taponamientos clave o por la propia degradación del tiempo. A su vez, las cañerías pueden filtrar fluidos debido a un uso incorrecto o por degradación química o física, principalmente si se reutilizan los de pozos ya existentes.
Luego de la fractura en los pozos y antes de que fluyan los hidrocarburos, más de un tercio del fluido inyectado regresa a la superficie durante las primeras semanas. Estos grandes volúmenes de agua de retorno tóxica, que alcanzan aproximadamente los 20 millones de litros por pozo, son conducidos, almacenados y transportados fuera del sitio de explotación a través de camiones o tuberías para su eliminación o reutilización. En estos sistemas de recolección, almacenamiento y transporte de agua de retorno, suelen ocurrir derrames debido a fallas en los equipos, fugas en los ductos o errores humanos. La consecuencia: contaminación de las aguas, tanto superficiales como subterráneas.
Finalmente, esos líquidos contaminados con los químicos utilizados en el proceso y con restos del subsuelo -que también pueden ser sumamente tóxicos- son inyectados y abandonados en pozos sumideros, con la intención de que queden aislados eternamente del ciclo hidrológico. Los pozos sumideros son similares a los de extracción, por lo que comparten los riesgos de fugas y pérdidas de sustancias tóxicas.
- Sismicidad inducida
La sismicidad es un fenómeno natural y es el resultado del movimiento en sentidos opuestos y posterior choque de las placas tectónicas. En cambio, la sismicidad inducida es provocada por la actividad humana y ocurre por encima de los niveles naturales de un medio tectónico. En este caso, se provoca por la interacción entre la inyección de lodos y las estructuras geológicas previamente susceptibles a ser movilizadas. Esta interacción altera los esfuerzos naturales de las formaciones geológicas y provoca reacomodamientos que liberan energía, o sea, sismos.
La sismicidad inducida por la industria hidrocarburífera constituye un grave riesgo para la seguridad de las personas, la infraestructura y el ambiente. Altera la calidad de la vida de las poblaciones que conviven con la incertidumbre. Quienes habitan en estos territorios, como la localidad de Sauzal Bonito en Neuquén, saben que en cualquier momento su vivienda puede volver a temblar, mientras se aceleran los procesos de caída de grandes rocas en ambientes propicios para que eso ocurra y se pone en riesgo la infraestructura residencial, petrolera e hídrica de las zonas donde ocurre.
- Residuos tóxicos
El fracking genera un volumen extraordinario de residuos peligrosos, capaces de causar daño directa o indirectamente a los seres vivos y de contaminar el suelo, el agua, la atmósfera y el ambiente en general. El modo en que son gestionados es uno de los problemas más visibles de la industria petrolera.
Durante las perforaciones, se producen grandes cantidades de residuos semisólidos conocidos como lodos de perforación y recortes de perforación (cutting). Estos barros contaminados son tratados a basureros petroleros. A la vez, buena parte de los líquidos que cada pozo produce son descartados en “pozos sumideros”, pozos en los que se inyectan esos líquidos a la espera de que no entren en contacto con el ciclo hidrológico.
La basura del fracking y su fuerte impacto ambiental, debido a la toxicidad de su composición, compromete la salud de la población y de los trabajadores de la industria petrolera, así como la continuidad de la vida y el equilibrio ecológico de los territorios. Un caso ejemplar en este sentido es lo que ocurrió con la compañía tratadora de residuos petroleros Comarsa, actualmente acusada por contaminación y administración fraudulenta.
- Incidentes ambientales
Los “incidentes ambientales” son derrames de crudo, de agua de producción, de fluidos con concentraciones de hidrocarburos, de lodos, de gas oil, de productos químicos, de aceite hidráulico, de lubricantes, de combustibles y de aceite refrigerante. Se suman también las fugas de gases, los principios de incendio y lo que se conoce como “blow out” o “reventón”, es decir, la pérdida total del control de los pozos que produce una liberación descontrolada de petróleo y/o gas. La explotación no convencional aumentó los riesgos de incidentes ambientales. Un estudio presentado en la legislatura neuquina sostiene que entre 2017 y 2022 se duplicaron los incidentes ambientales en la industria petrolera y que ocurren entre cinco y seis por día.
- Minería silícea
Las arenas silíceas constituyen un insumo clave para la extracción de hidrocarburos no convencionales mediante el fracking. Son arenas con un alto porcentaje de cuarzo que se inyectan junto con el agua y químicos e impiden que la presión natural del subsuelo cierre las fracturas. En un pozo de fracking pueden usarse más de 13 mil toneladas de arena, lo que equivale a unos 370 camiones.
Las etapas de procesamiento, acopio y traslado de estas arenas concentran los daños más directos a la salud humana. El lavado y secado no solo implica un consumo hídrico gigantesco, sino también la posibilidad de que se contaminen el aire y el agua por el uso de floculantes que pueden descomponerse en acrilamida, un químico potencialmente cancerígeno y neurotóxico. El almacenamiento de la arena, usualmente al aire libre, y el traslado en camiones y trenes de carga de enormes cantidades con una cobertura deficiente, exponen a la población cercana a la inhalación de micropartículas de sílice que puede causar silicosis, una afección pulmonar grave e incurable.
- Fractura del tejido social
Los territorios en los que se imponen modelos extractivos enfrentan diversos impactos sociales y económicos. La degradación de la naturaleza, el riesgo de destrucción de las culturas locales y el aumento de la desigualdad social quedan ocultos tras la promesa de crecimiento y desarrollo con la que se justifican estos proyectos.
Las comunidades que habitan los territorios en los que se realiza la extracción son de las principales afectadas. Su resistencia al avance de la frontera hidrocarburífera tiene como correlato el avance de políticas de persecución y criminalización que buscan desplazarlas de sus lugares de origen.
A nivel económico, la pobreza y la indigencia crecen en las zonas aledañas a la extracción de gas y petróleo. En Neuquén, por ejemplo, 10 años después del comienzo de explotación de no convencionales en Vaca Muerta, este índice aumentó en los últimos seis años. Además, la renta del sector petrolero impacta en el aumento de los precios de los bienes y servicios de toda la población, que en general tiene salarios inferiores a los petroleros, por lo que padece aún más esa alza generalizada. Por otro lado, el tránsito cotidiano de los camiones de la industria petrolera con arenas y combustibles acelera el deterioro de rutas, calles y puentes.

Entre impactos ambientales, sociales, productivos, geológicos y sanitarios -entre otros- se desarrolla y expande la técnica de fracking en Vaca Muerta, ya prohibida en numerosos países del mundo. Aún en ese contexto, se sigue apostando a una matriz energética basada en los hidrocarburos con fuerte preponderancia de los no convencionales y su aparejado costo económico y ambiental. Una política incompatible con atender los cuestionamientos que provienen de múltiples disciplinas y que ameritan un debate público honesto y profundo acerca de qué tipo de sistema energético queremos robustecer hacia las próximas décadas.