Derrames de petróleo en el mar: más allá de la mancha, ¿qué dice la ciencia?

Una investigación nacional demostró que una especie de cangrejo, al ser expuesta a condiciones similares a las que implicaría un derrame de petróleo en el mar, muere luego de veinte días, mientras que otra presenta cambios en su crecimiento y reproducción. Por otra parte, un estudio de WCS Argentina alerta sobre los posibles impactos de los vertidos de hidrocarburos en el Golfo San Matías. 

Por Natalia Concina* / Foto: Fundación Ecosur (derrame en Caleta Córdova) .-Un derrame de petróleo en el mar es inocultable. No “gotea” de manera sutil. Cuando sale de un oleoducto, una boya, un barco o una manguera, la presencia es evidente porque una parte de su composición flota. Y otra se evapora, emulsiona, se disuelve, se va al fondo del océano. Entonces, aún cuando se logra hacer “desaparecer la mancha”, la contaminación sigue ahí, aunque menos visible.

“Cuando el petróleo llega al agua ocurren varios procesos. Lo primero que sucede es que lo ves y se dispersa por las olas y por el viento. Lo que muchas veces se hace es poner una barrera con una manguera flotante y una pollera de un metro o metro y medio que la recubre para ‘contener’ lo derramado. Luego, mediante una bomba que actúa como aspiradora, se absorbe la fracción que es menos densa que el agua y que a corto plazo es la que genera mayor impacto. Pero el daño no termina ahí”, describe la doctora en Biología Ximena González Pisani.

“De lo que se derrama –continúa– hay una parte que emulsiona. Se forman unas burbujas que se pegan a cualquier objeto: por ejemplo, si pasó un pez se le pega al pez y, si no se adhieren a nada, llegan al fondo del mar y se pegan en el sedimento. También hay una parte que se disuelve en el agua”, agrega González Pisani, investigadora del Centro para el Estudio de Sistemas Marinos (CeSiMar-Cenpat) ubicado en Puerto Madryn (Chubut). 

Existen numerosos proyectos para expandir la actividad hidrocarburífera en el país, tanto terrestre (sobre todo vinculada a no convencionales como Vaca Muerta) como costa afuera (conocida como offshore). En todos los casos, además del riesgo del vertido de hidrocarburos en cuerpos de agua, la entrada y salida de petróleo y gas por la costa genera un fuerte impacto en los ecosistemas y en la comunidad; desaparición de pesca artesanal, cambios en la conformación social, desaparición de playas, militarización y presión inmobiliaria, por mencionar sólo algunas de las consecuencias

En este contexto, dos estudios científicos recientes son clave para comprender la peligrosidad de estas propuestas: por un lado, los experimentos de laboratorio del grupo de González Pisani comprobaron los efectos a mediano y largo plazo de los derrames; por el otro, un trabajo reciente WCS Argentina permitió determinar hasta dónde llegaría el petróleo si se produjera un derrame donde pretende instalarse el puerto petrolero en el Golfo San Matías (Río Negro).

El daño a mediano y largo plazo…más allá de la mancha

En la historia de los derrames de petróleo crudo en el mar argentino, uno de los más conocidos fue el del 26 de diciembre de 2007 frente a la costa de Caleta Córdova (Comodoro Rivadavia) en el Golfo San Jorge (provincia de Chubut). Y fue precisamente esa historia la que dio pie a la investigación del CeSiMar-Cenpat en la que participa la doctora en biología Ximena González Pisani.

“El Golfo San Jorge, ubicado al sur de la costa patagónica, sostiene dos economías muy grandes del país. Por un lado, de su puerto sale el crudo para la destilación en Bahía Blanca y regresa como combustible. Por el otro, alberga dos de las pesquerías más grandes del país: el langostino y la merluza. El Golfo es el sitio de reclutamiento y reproducción de ambas especies”, describe González Pisani.

“Entonces –continúa– la pregunta de nuestro estudio viene del Golfo San Jorge por la convivencia de esas dos economías y porque en 2007, frente a la costa de Caleta Córdova, una manguera que estaba pasando crudo desde una monoboya a un barco se rompió y se derramaron litros y litros de petróleo al mar”.

La investigación del grupo de González Pisani buscó determinar qué pasa con la toxicidad que genera un derrame en el mediano y largo plazo. Es decir, qué sucede aún cuando la mancha desaparece o cuando un ejemplar de una especie pasa por la zona afectada por el derrame y se mueve a un ambiente aparentemente limpio.

Para eso utilizaron dos especies de cangrejos de la zona: una nativa, que es el cangrejo de las rocas (Cyrtograpsus angulatus) -muy común en la Patagonia-, y otra invasora, el Carcinus maenas, que es originalmente de Portugal pero que se ha expandido por todo el mundo.

“La Carcinus es una especie muy interesante porque tiene una gran capacidad de adaptación, a tal punto que logra asentarse en las zonas portuarias, algo muy poco frecuente”, describe la doctora en biología. Algo que, en definitiva, la convierte en un tipo de ejemplar “resistente”.

El experimento consistió en someter a individuos de las dos especies a las condiciones a las que estarían expuestos después de un derrame: “Ya sabemos que cualquier animal que entra en contacto directo con el petróleo crudo muere asfixiado debido a que se impermeabiliza su sistema respiratorio. En los organismos acuáticos, sus branquias. Pero cuando el petróleo entra al mar también queda en el sedimento, en la arena, en la tierra. Por eso durante nuestro estudio no pusimos a los cangrejos directamente en petróleo. Lo que hicimos fue mantenerlos durante cien días en agua que se iba limpiando en función de las mareas con sedimento con petróleo crudo. Nuestro objetivo era ver qué pasaba con un animal que estuvo expuesto al petróleo y pasó a un medio limpio”, describe.

Los resultados fueron contundentes: “La especie nativa murió a los veinte días. Eso nos sorprendió, porque las concentraciones de crudo eran bajas y pensamos que iba a resistir un poco más. La especie invasora (Carcinus maenas), en cambio, sobrevivió, pero se vio afectado su crecimiento y la fecundidad. Además, detectamos algo muy particular: cuando la hembra baja los huevos que son incubados en su abdomen, si está en las primeras etapas embrionarias en un medio contaminado, los deja en latencia y retoma el desarrollo cuando pasa a un medio limpio”.

El grupo de investigación de González Pisani tiene, además, otros trabajos en los que investigaron la toxicidad del gasoil a partir de la situación del Golfo Nuevo (donde está Puerto Madryn, provincia de Chubut): “trabajamos con gasoil porque allí no tienen un riesgo potencial de derrame de petróleo pero el gasoil llega al mar todos los días cada vez que se enciende el motor de un barco. Tanto de los cruceros como de los recreativos chicos y los de pesca. Es una contaminación crónica y casi invisible, por eso es tan importante estudiarla”, concluye.

Golfo San Matías: un ecosistema y una comunidad en riesgo

Dado que un derrame de petróleo genera efectos inmediatos y a mediano y largo plazo en los ecosistemas marinos, otra investigación reciente resulta imprescindible frente al proyecto de instalar un puerto petrolero y megabuques de GNL (plantas que convierten el gas en gas licuado y lo cargan en otros buques) en el Golfo San Matías (Río Negro).

Se trata de un estudio de WCS Argentina realizado en el marco de un proyecto del Grupo de Trabajo Energía del Foro para la Conservación del Mar Patagónico y Áreas de Influencia. Utiliza exhaustivas técnicas que permiten, a través del análisis de cientos de variables, determinar el comportamiento potencial de derrames de hidrocarburos en las aguas y costas del Golfo San Matías.

Las conclusiones de esta investigación también son alarmantes: “En todos los escenarios, con diferencia en el tiempo de impacto (que va desde algunas horas a ocho días), en un derrame de aproximadamente 440 barriles en la costa, según la época del año y el tipo e intensidad del viento, el impacto puede ser desastroso”, alerta Valeria Falabella, Directora de Conservación Costero Marina de WCS Argentina.

Otro de los hallazgos fue que la dispersión del derrame es mayor en verano que en invierno, y la afectación de la costa se da en múltiples lugares. 

“Es importante destacar que los estudios de Impacto Ambiental (IA) que se habían realizado para la aprobación del oleoducto y la terminal petrolera en el Golfo San Matías ya alertaban sobre los peligros, pero los impulsores del proyecto decidieron ignorar la evidencia y respondieron a estrategias políticas y económicas más que científicas”, destaca.

Falabella señala que ambos estudios tienen similitudes respecto a las direcciones de las trayectorias simuladas (hacia dónde se desplaza el crudo) y la extensión del derrame contaminante. Sin embargo, los modelados del trabajo de WCS Argentina muestran una mayor velocidad de desplazamiento, lo que implica un impacto del vertido en la costa más rápido que el predijo el estudio del IA, y en algunos escenarios, también hay diferencias en las áreas de impacto.  

Para realizar este estudio, las y los investigadores utilizaron una herramienta de la National Oceanographic and Atmospheric Administration (NOAA) llamada GNOME, y se incorporaron datos observados de corrientes, vientos, mareas, temperatura y salinidad de las aguas del Golfo San Matías.

“Lo que observamos es que en el caso del Golfo San Matías, el impacto de un potencial derrame es tan severo que no existe compensación posible, es una de las áreas costeras más espectaculares de la Argentina y quiere ser sacrificada en favor de un supuesto desarrollo económico y energético”, concluye Falabella.

No tan “inusual”: breve repaso de los derrames más recientes

A pesar de que las empresas y el propio Estado aseguran que los derrames de petróleo son “accidentes inusuales”, en la costa argentina hubo en los últimos dos años al menos una decena de vertidos de crudo en el mar en las provincias de Buenos Aires, Santa Cruz y Tierra del Fuego.

En Buenos Aires, en la región de Bahía Blanca -donde se asientan dos de los principales puertos petroleros del país- se registraron al menos seis derrames entre diciembre de 2023 y abril de 2024, cuya responsabilidad corresponde a la empresa Oiltanking Ebytem S.A y se dieron por fallas en las monoboyas “Punta Ancla” y “Punta Cigüeña”. Cinco de estos vertidos fueron formalmente reconocidos por la provincia de Buenos Aires: se trata de los derrames ocurridos el 26 de diciembre de 2023, el 17 de enero, los del 14 y 27 de febrero, y el del 24 de marzo (todos de 2024). Por su parte, vecinos alertaron un sexto derrame en abril de 2024.  

En ese mismo mes, pero en Tierra del Fuego, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) informó que observó por vía satelital un derrame de hidrocarburos de una extensión de 5,6 kilómetros y un ancho de 1,3 kilómetros en el Área Marina Protegida Yaganes. El Comando Conjunto Marítimo analizó el tránsito en la zona y constató que dos buques de bandera extranjera navegaron en proximidades del punto en que se divisaba la mancha.

El 25 de mayo de 2024, en el muelle Presidente Arturo Illia de Punta Loyola, Santa Cruz, una empresa de combustibles generó un derrame que provocó una mancha de hidrocarburo de 50 metros de largo por dos de ancho. En septiembre de 2024, se registraron dos hechos en el mismo lugar: uno el 3 y el otro el 19.

Una frontera que avanza

En los últimos años, la frontera extractiva en Argentina está avanzando aceleradamente y lo vinculado a la actividad hidrocarburífera no es la excepción, sobre todo con la mira puesta en la exportación. 

En este contexto se inscribe la instalación del Puerto Petrolero y los megabuques de GNL en el Golfo San Matías mencionados antes y que son parte del megaproyecto Vaca Muerta Sur, cuyo objetivo es trasladar la materia prima extraída en Vaca Muerta hasta la costa rionegrina. Con este fin, además, se planea la construcción de un oleoducto que cruce toda la provincia. 

El impacto socioambiental de esta explotación -que se realiza por medio de la inyección de agua en pozos ultraprofundos a gran presión para “romper” las rocas (técnica conocida como fractura hidráulica o fracking)-, va desde la contaminación del aire, suelo y agua, el incremento de la sismicidad, hasta el desplazamiento de las comunidades locales, el deterioro de las economías locales (por ejemplo, hubo una fuerte caída de la producción frutihortícola en el valle), entre muchísimas otras. Respecto del impacto sobre el agua, en la actualidad, además de la amenaza sobre el mar, Vaca Muerta también proyecta la perforación de nuevos pozos bajo el Lago Mari Menuco, la reserva de agua dulce que abastece Neuquén y el alto valle de Río Negro.

Respecto a la exploración y explotación costa afuera (offshore), decenas de proyectos amenazan los 4.700 kilómetros de la costa argentina. 

En Tierra del Fuego y las Islas del Atlántico Sur, el Gobierno provincial renovó hasta 2045 la licencia des seis plataformas ya instaladas en el mar -Hidra, Kaus, Carina, Aries, Vega Pleyade y Fénix- y licitó once bloques para exploración sísmica en las cuencas Austral y Malvina Oeste. 

En la Cuenca Argentina Norte, que se extiende desde la provincia de Buenos Aires hasta el norte de Chubut, se realizó la exploración sísmica en seis bloques. A eso se sumó la perforación del primer pozo exploratorio en aguas ultraprofundas, que resultó ser un pozo seco.

En Bahía Blanca, donde ya mencionamos que se encuentran dos de los puertos petroleros más importantes del país (Puertos Rosales e Ingeniero White), Oiltalking (la empresa responsable de los seis derrames en los últimos dos años) inauguró en el marco del proyecto denominado Rosa Negra una terminal de exportación petrolera. La iniciativa es parte de una obra conjunta con la empresa Oldeval para aumentar el traslado de crudo no convencional desde Vaca Muerta hacia uno de los principales puntos de exportación de la provincia de Buenos Aires (Puerto Rosales). 

“Hoy más que nunca, este tipo de investigaciones científicas son clave para poder dimensionar la magnitud que tienen los impactos de este tipo proyectos de avanzada fósil no convencional o de energías extremas. Si bien esto se percibe día a día en comunidades, el compromiso de científicas y científicos contribuye a argumentar y nutrir desde otros ámbitos el debate sobre qué mar queremos y qué vida queremos”, concluye por su parte Víctor Quilaqueo, integrante del Observatorio Petrolero Sur (OPSur).

*Periodista especializada en ciencia, ambiente y salud