Imagine un mundo en el que a EE.UU. no le importe lo que suceda en el Medio Oriente, porque alimentar las flotas de automóviles que cruzan sus ciudades no depende ya del petróleo importado de Irak o Arabia Saudita.
Un mundo en el que el poder de la influyente organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) disminuya, Europa no necesite el gas ruso, y China no esté tan preocupada con los combustibles fósiles en África.
Ese el escenario a mediano plazo que dibujan algunos expertos en energía entusiasmados con las nuevas tecnologías que permiten la explotación de las reservas de petróleo y gas de difícil acceso o que deben someterse a engorrosos procesos químicos antes de ser utilizados.
La perspectiva de producir cada vez más esos combustibles fósiles “no convencionales” permite avizorar que las fuentes de petróleo y gas no se agotarán en el futuro cercano, como se profetizaba en las últimas décadas.
Además, la distribución geográfica de las nuevas reservas energéticas es mucho más democrática y favorece a los grandes consumidores al punto que podría introducir cambios importantes en el equilibrio geopolítico.
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Sales y arenas
“Hasta hace muy poco, la predicción dominante era que los países importadores aumentarían su dependencia de Oriente Medio y que no habría solución a los altos precios del petróleo”, dice el geólogo y economista Robin Mills, autor de “El mito de la crisis del petróleo”.
“Con los avances tecnológicos de los últimos años son más fuertes las expectativas de que, al menos en el mediano plazo, los precios de los combustibles fósiles vuelvan a caer, los países que importan recursos energéticos sean autosuficientes y que los exportadores y la OPEP se vean presionados para revisar sus prácticas”, dijo Mills a BBC Brasil.
Son muchas las tecnologías que están contribuyendo a dibujar un nuevo mapa de la energía del mundo.
Primero, las que permiten nuevos tipos de exploración petrolera en aguas profundas, como el caso de los depósitos submarinos ubicados en las costas de Brasil y que se conocen como el “pre-sal”.
Otras son las usadas en las arenas petrolíferas en Alberta, Canadá, una explotación que ha sido posible gracias al perfeccionamiento de los procesos físicos y químicos que mejoran el crudo de baja calidad.
Pero la técnica que más entusiasmo genera está relacionada con la explotación de gas de rocas de esquisto, al punto que la Agencia Internacional de Energía (AIE) preguntaba en un informe del año pasado: “¿Estaremos entrando en una edad dorada del gas”?
Revolución gasífera
Todo ese entusiasmo viene por el buen rendimiento experimentado en la explotación del gas en EE.UU.
En 2008, los estadounidenses importaron de Canadá el 13% del gas que consumieron, según un informe elaborado por la consultora KPMG.
Actualmente, con la extracción del gas de pizarra -principalmente en campos de Pensilvana, Louisiana y Texas- no sólo el país se hizo autosuficiente, sino que algunos estarían ya pensando en exportar.
Además el precio del producto está cayendo fuertemente y los costos de extracción quedan cubiertos por la venta de otros productos químicos que resultan del procesamiento de gas.
Para algunos analistas, esos cambios ayudarían a explicar por qué el gobierno de Argentina expropió este mes la petrolera YPF, que controlaba la española Repsol, y que exploró campos de petróleo y gas de esquisto en la zona de Vaca Muerta.
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“La percepción de que esta nueva fuente de combustible fósil puede cambiar significativamente la posición de los países en el mercado de la energía da un sentido de urgencia a la explotación de estos campos”, dijo Adriano Pires, director del Centro Brasileño de Infraestructura (BCEI), en Sao Paulo.
Tecnologías cruciales
Dos tecnologías han sido fundamentales para permitir la explotación de gas de esquisto. La primera es la técnica de perforación horizontal, que permite el uso de las reservas en grandes áreas, pero a poca profundidad.
La segunda es la técnica de fracturación hidráulica, mediante la cual se bombea una mezcla de agua, arena y químicos en los pozos de producción.
El impacto que produce la inyección a alta presión crea pequeñas grietas en las rocas, que permite la liberación de gas que luego se canaliza a través de tuberías.
La explotación de petróleo de esquisto bituminoso (un aceite similar al petróleo convencional) es diferente. A veces este combustible líquido se encuentra entre las rocas, pero en general se produce por calentamiento de las rocas de pizarra.
Para el especialista en petróleo y energía Jed Bailey, de Energy Narrative, un centro estadounidense de estudios de energía, lo que hace del petróleo de pizarra un motor de la revolución geopolítica energética es la forma democrática como estas rocas se distribuyen geográficamente.
Las reservas del material se encuentran por igual al norte y al sur del mundo, en todos los continentes.
Por ahora, las reservas más grandes están en China, Argentina, México, Sudáfrica, EE.UU., Canadá y Australia, pero también hay depósitos en Colombia, Francia, Polonia y Reino Unido.
Pires destaca el que EE.UU. y China, países que encabezan la lista del consumo de energía en el mundo, también concentran algunas de las mayores reservas.
“El gas de esquisto y todas estas otras fuentes no convencionales alimentan las esperanzas de los importadores de energía de reducir su dependencia de exportadores problemáticos o inestables”, explica Pires.
Para Bailey, en el caso de EE.UU., la diversificación más allá del petróleo tradicional podría hacer que en el largo plazo haya menos justificación y apoyo político para interferir en el Medio Oriente, por ejemplo.
“Sin embargo, esto no significa que la región saldría del todo del radar estadounidense, debido a la influencia que tienen sobre los precios en el mercado energético mundial”, afirma Bailey.
Dudas ambientales
El uso de muchas de estas tecnologías para producir combustibles fósiles no convencionales se justifica si los precios de la energía se mantienen altos.
Además su explotación exitosa desalienta la búsqueda de fuentes de energías renovables y el uso más eficiente de la energía. Además, son tan contaminantes como los combustibles convencionales.
“Hay una fiebre de estas nuevas tecnologías por conveniencia económica e intereses geopolíticos, pero eso no quiere decir que sean sostenibles desde el punto de vista ambiental”, afirma Adriano Pires del Centro Brasileño de Infraestructura.
En el caso del gas de esquisto, otro factor agravante es la falta de claridad sobre el riesgo de contaminación de aguas subterráneas por los químicos usados. También se cree que el gas liberado puede desatar pequeños temblores de tierra.
Esa preocupación llevó a Francia en julio de 2011 a convertirse en el primer país en prohibir las técnicas de fracturamiento hidráulico.
BBC