Mientras ese año hubo 38 días de interrupciones, en 2011 fueron 118; el déficit es ya igual a todo lo que produce el país
Por Francisco Olivera | LA NACION
No empezó el invierno y ya hubo este año 38 días de cortes de gas parciales o totales a empresas y usinas eléctricas. Es decir, exactamente lo mismo que en todo 2008. Las interrupciones han marcado una época energética cuyas deficiencias empezaron a ser reconocidas públicamente por el Gobierno hace poco más de seis meses. En los últimos cuatro años, si se consideran las órdenes de racionamiento que reciben las proveedoras desde el Gobierno, la cantidad de días con cortes se triplicó.
La cuenta es muy sencilla porque, desde 2008, el suministro es definido en reuniones de un comité de emergencia, desde el que se transmite a toda la industria cómo deben concretarse las operaciones. Ese año, según datos de las compañías, los días con interrupciones fueron 38, y el año pasado, 118. Es decir, un 210,5% más en ese lapso, que incluyó a casi todo el primer gobierno de Cristina Kirchner.
Los problemas habían empezado en rigor en 2004, cuando, de acuerdo con los datos publicados entonces por el Ente Nacional Regulador del Gas (Enargas), hubo 35 días con faltantes. Al año siguiente, la cantidad se extendió a 51, bajó a 27 en 2006 y volvió a subir en 2007 -un invierno muy crudo en el que llegó a nevar en Buenos Aires- a 75 en promedio por distribuidora.
El escenario parece ya incorporado al paisaje fabril argentino. Tanto, que muchas fábricas ya ni siquiera se quejan, porque han reconvertido sus instalaciones para funcionar con combustibles alternativos y más caros, como fueloil y gasoil. Ayer, sin ir más lejos, la falta de suministro afectó a más de 300 empresas en todo el país. Se les cortó a todos: a las compañías que tienen servicio interrumpible -que pagan una tarifa menor y se exponen al racionamiento- y a las que contratan el abastecimiento en firme, aquellas que abonan adicionalmente una reserva de capacidad y tienen el suministro asegurado.
Facturas para De Vido
En rigor, desde hace ya varios años se han dejado de firmar contratos firmes. Esa era una modalidad de los tiempos de holgura energética. Lo máximo que las proveedoras están en condiciones de ofrecer hoy es lo que se conoce como servicios “firmes con ventana”: ambas partes, gasífera y planta fabril, acuerdan cortes en una cantidad determinada de días por año.
La Argentina ha tomado en los últimos años medidas para atenuar el impacto de la escasez. Caras, desde luego. Tanto, que esta crisis es la principal factura que dentro del Gobierno se le ha pasado al ministro de Planificación, Julio De Vido. Este año se necesitarán, por ejemplo, unos 80 barcos regasificadores. Fueron apenas ocho en 2008. Esos envíos, que aportaron ayer un volumen de 26 millones de metros cúbicos, cuestan ahora entre 12 y 13 dólares por millón de BTU (unidad de medida británica), un 420% más que el promedio de lo que cuesta el gas en el mercado interno. A la cuenta hay que sumarle otros 14 millones de m3 que vienen de Bolivia, a casi 10 dólares por millón de BTU, un 300% más costoso que lo que se extrae en el país.
La reconversión a la que se han visto forzadas la industria y las usinas para reemplazar este combustible es decisiva si se quiere calcular exactamente cuánto gas falta en la Argentina. Si, como quisiera el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, el país no tuviera que importar nada de gas (así era hasta 2004) y si se les quisiera dar a toda la industria y las centrales eléctricas todo lo que demandan (el gas es además más limpio), la demanda llegaría a 210 millones de m3 diarios en los días de frío.
Ayer, desde los yacimientos se inyectaron 110 millones. Conclusión: la Argentina tiene un déficit de gas casi equivalente a todo lo que produce. No es casual que desde el Gobierno se esté intentando atenuar una crisis que ya costó el año pasado unos 10.000 millones de dólares en importaciones y costará este año entre 12.000 y 14.000 millones. Ya lo dijo el viernes la Presidenta, cuando explicó en Nueva York, ante empresarios, las razones de la nacionalización de YPF: “No fue una expropiación que nos hubiera gustado hacer, habíamos tenido un déficit petrolero de más de 3000 millones de dólares, lo cual afectaba nuestro superávit comercial. Realmente nos produjo el primer déficit hidrocarburífero en años”.
FALTA CASI EL DOBLE
110 Millones de metros cúbicos
Fue la cantidad de gas que inyectaron ayer los yacimientos en todo el sistema.
210 Millones de metros cúbicos diarios
Es lo que demandaría el sistema si se les diera a las industrias y las usinas todo lo que piden, como en los 90.
La Nación