El agua arde

LAS CONSECUENCIAS DE LA EXPLOTACIÓN PETROLERA EN LA SALUD Y EL AMBIENTE
(O como convertir el agua en combustible). Insumo fundamental para la extracción de petróleo, el agua es centro de una disputa desigual: empresas que toman grandes cantidades en perjuicio de poblaciones empobrecidas.
DIEGO DI RISIO*
¿Es posible pensar una relación sin conflictos entre el agua y la industria petrolera? La profusa historia de contaminación en el país nos conmina a contestar con un rotundo “no”. Las perspectivas a futuro tampoco son alentadoras: la escasez cada vez más pronunciada de hidrocarburos, los aumentos en el consumo de energía y la voracidad especulativa del capital financiero, han colocado a los yacimientos no convencionales en el centro de la escena. ¿Qué impactos pueden esperarse de su extracción?
Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Tal vez no haya imagen más clara de la relación entre agua y petróleo que la del integrante de la comunidad mapuche Paynemil prendiendo fuego el agua de su territorio. Para esto, ya habían pasado casi treinta años de explotación petrolera en el yacimiento Loma de la Lata. Vertidos, derrames y una acumulación de impactos ambientales daban como resultado lo que se conocería unos años después: altas tasas de cáncer, abortos espontáneos y contaminación de tierra, aire y agua.
Este antecedente, entre muchos otros, no parece haber sido tenido en cuenta a la hora de diseñar las políticas públicas energéticas. Argentina viene expandiendo su frontera hidrocarburífera desde fines de 2006, al cerrarse el proceso de federalización del subsuelo. De diez provincias productoras se pasó a que todas instrumenten mecanismos para –en principio– fomentar la exploración de petróleo en sus territorios. Algo que ha sido impulsado, sin lugar a duda, por las enormes reservas de gas y petróleo no convencional con que cuenta el país.
Estados Unidos hace menos de diez años que explota intensamente este tipo de yacimientos, siendo el único a nivel mundial. El documental Gasland, que registra los impactos ambientales y sociales de las petroleras en ese país, muestra una imagen idéntica a la del comunero mapuche: el agua arde.
Asimismo, los pobladores cercanos denuncian consecuencias similares sobre la salud y el ambiente, aunque mucho más prematuramente.
La técnica de la fractura hidráulica, no sólo potencia el daño, sino que al mismo tiempo produce una apropiación directa del agua. Un informe elaborado por el Tyndall Centre de Inglaterra estima que para una plataforma de seis pozos serían necesarios entre 54 y 174 mil metros cúbicos de agua y entre 1 y 3,5 mil metros cúbicos de químicos, la gran mayoría tóxicos. Tanto las denuncias de la UTD de Mosconi como las realizadas en el río Senguer de Santa Cruz marcan antecedentes problemáticos en el país: en ambas se priorizaba el envío a las empresas cortando el suministro a la población.
A más de un año del reconocimiento del agua como un derecho humano por parte de la ONU, creemos que es necesario comenzar a dar pasos hacia una transición energética social y ambientalmente justa. La Iniciativa Yasuní-ITT en Ecuador –que propone dejar el crudo bajo tierra en una de las zonas de mayor biodiversidad del planeta–, es un espejo en el cual podríamos comenzar a mirarnos.
*Observatorio Petrolero Sur
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