Por: Juanita León, Manolo Azuero
El discurso de Iván Márquez ayer en la instalación de los diálogos de paz fue un discurso netamente marxista pero en todo caso muy diferente al discurso que no echó Tirofijo cuando le dejó la silla vacía a Pastrana en el Caguán. Las Farc quieren discutir en la mesa los ejes de la Prosperidad Democrática de Santos, exactamente de lo que el Gobierno no quisiera hablar.
Siguiendo la receta marxista de agudizar las contradicciones entre el “gran capital” y el movimiento social, el discurso del segundo hombre de las Farc arremetió contra la minería, la agroindustria y el TLC: las locomotoras sobre las que Santos ha dicho que quiere llevar al país a globalizarse.
Es un discurso que no dista mucho del de la izquierda tradicional y que le puede granjear la simpatía de sectores de colombianos que jamás se han sentido representados por ellos pero tampoco por el gobierno y que cada vez se están haciendo sentir más. Así, las Farc deja atrás su discurso agrarista (los marranos robados de los que habló Tirofijo), se sube en el bus de las movilizaciones sociales que se han venido gestando en los últimos años y se arroga la vocería de la protesta social con el riesgo de que la estigmaticen más.
El efecto sobre la mesa
Humberto de La Calle, jefe del equipo negociador del Gobierno, respondió inmediatamente al discurso de Márquez diciendo en la rueda de prensa que “ni el modelo económico, ni la doctrina militar ni la inversión extranjera están en discusión. La mesa se limitará sólo a los temas que están en la agenda. Las ideas que quieran ventilar las Farc les corresponden y una vez acabe el conflicto tendrán que hacerlo sin armas”.
Sin embargo, a juzgar por el discurso de Márquez, las Farc consideran que la discusión del desarrollo rural –que es el primer punto de la agenda- equivale a discutir el uso del suelo.
Las Farc sabe que el modelo tradicionalmente agrícola que ha existido en Colombia está en un punto de inflexión y que el país va en camino de convertirse en un país minero y agroindustrial jalonado por las inversiones de las multinacionales. Es el futuro que le espera a este país en los próximos 40 años y lo que indica el discurso del Secretariado es que ellos quieren incidir en ese futuro.
La verdadera discusión es en qué momento tendrán esa incidencia. Si en la segunda fase, antes de aceptar dejar las armas, como al parecer quisiera Márquez. O en la fase de implementación cuando ya se haya firmado la Paz, que es como el Gobierno interpreta el Acuerdo Marco. Probablemente, los negociadores encontrarán un punto intermedio.
Lo que sí muestra el abismo –¿quizá insuperable?- entre el Gobierno y las Farc es que en discurso de ayer el Secretariado haya negado a sus víctimas y se haya igualado con ellas. Que hayan dicho que la guerrilla es una víctima más que no tiene ninguna obligación de verdad, ni de justicia ni de reparación frente a ellas. Que la guerrilla haga un mínimo reconocimiento del dolor causado sí debería ser un requisito mínimo para sentarse a hablar de paz con seriedad.
La Silla Vacía