Por Matthieu Auzanneau – Gracias al editor de la revista Science & Vie (ciencia y vida), que este mes propone una investigación sobre un tema esencial, que me desesperaba por encontrar el tiempo para tratar: el declive de las reservas mundiales de metales (preciosos o no). Efectivamente, el petróleo no es la única materia prima que amenaza al prurito de la sociedad de consumo. El cobre, el zinc, el oro y el uranio figuran entre los principales metales cuyas reservas mundiales parecen en vía de agotamiento.
El problema es similar al del pico del petróleo. Peor, las dos cuestiones tienen todas papeletas de terminar tarde o temprano, por enredarse en un círculo vicioso vertiginoso e intrincado.
Philippe Bihouix y Benoit de Guillebon, autores de la obra francesa de referencia sobre el tema ( Quel futur pour les métaux? (¿qué futuro para los metales?), EDP Sciences, 2010, 39E), explican:
A lo largo de la historia, el hombre ha tenido la tendencia de primero explotar los minerales más concentrados (hemos visto que nuestros ancestros han comenzado explotando los elementos nativos, es decir, los concentrados al 100%…). Con menos descubrimientos geológicos mayores, la tendencia ha sido entonces a una bajada en la concentración media de los minerales. A modo de ejemplo, la concentración media de los minerales de cobre explotados ha pasado así de 1.8% (55 toneladas de mineral por una tonelada de metal) en los años 1930 a 0.8% hoy día (125 toneladas de mineral por una tonelada de metal).
La concentración de las minas de oro en Australia y Sudáfrica, dos de los principales países productores, ha pasado de más de 20 gramos por tonelada de mineral a menos de 5 gramos en el transcurso de un siglo. Para la gran mayoría de los elementos, las reservas se sitúan entre 39 y 60 años. (…) Los problemas llegan más deprisa que el número teórico de años de reserva, porque toda reserva limitada pasa por un pico de producción; es el caso del petróleo. (…) El oro ha pasado ya su pico de producción mundial, pero esto ha pasado desapercibido debido al hecho de que tiene un rol muy específico. ¡Las inversiones (en exploración minera) han pasado de 2 a 10 mil millones de dólares entre 2002 y 2007! No obstante, estos esfuerzos no han aportado prácticamente nuevos yacimientos.
¿En qué están ligados el pico del petróleo y los picos de los metales? Simplemente porque para cavar, las minas necesitan energía. Mucha energía. Hoy, entre el 8 y el 10% de la energía primaria es consagrada a la extracción y refinamiento de los recursos metálicos, especialmente para el acero y el aluminio, indican Philippe Bihouix y Benoit de Guillebon, los dos antiguos alumnos de la Escuela Central. Habéis comprendido ya la ligera preocupación: como los minerales son cada vez menos concentrados en metales, hará falta cada vez más energía para extraerlos, ahora bien, las extracciones de las principales fuentes de energía parecen también al borde del declive… Por supuesto, al contrario que el petróleo, los metales pueden ser reciclados. Pero Bihouix y de Guillebon subrayan que las soluciones están frecuentemente limitadas, especialmente, una vez más, a causa de su coste energético.
Las energías renovables, en particular la eólica y la solar, son muy dependientes de metales raros para los cuales, el acceso podría convertirse en cada vez más incierto, con mayor razón si estas formas de energía deben ser desarrolladas masivamente. Por ejemplo: el disprosio y el neodimio, dos tierras raras producidas casi exclusivamente en China, la cual ha hecho saber que a partir de ahora sus yacimientos actuales están en declive. ¡Un coche híbrido contiene un kilogramo de neodimio, un aerogenerador casi una tonelada
Science & Vie cita un estudio de la MIT según la cual haría falta multiplicar por 26 de aquí a 2035 las extracciones de disprosio ( del griego dysprositos, que significa “difícil de obtener”) para hacer frente a la apuesta del cambio climático… Para la nuclear, Science & Vie dice que en 2035, las necesidades de uranio deberían atender cien mil toneladas por año, “ o sea, el doble de lo que las minas de uranio han producido en 2010”, sabiendo que “ningún descubrimiento reciente significativo se ha hecho fuera de la extensión de los yacimientos ya conocidos”, según Marc Delpech, del Comisariado para la energía atómica. Bihouix y de Guillebon, los autores de Quel futur pour les métaux?, afirman:
“ Al apostar a “cualquier tecnología” en la optimización de nuestro consumo energético y la lucha contra el cambio climático, recurriremos en mayor medida a las materias primas raras que no sabemos (sabremos) reciclar, y cuya disminución podría convertirse en un problema energético”
Philippe Bihouix y Benoit de Guillebon recuerdan cómo, gracias a su ordenanza de 1669, Colbert salva los bosques franceses amenazados por la necesidad constante de la industria y de la construcción naval:
“Así, en el siglo 17, cuando la edad del mundo estaba evaluada en menos de seis mil años (la historia bíblica), nuestra sociedad- en efecto, poco democrática!- ha sido capaz de proyectarse, con sus decisiones, más allá del siglo. Sabemos ahora que la edad del universo es de más de 15 mil millones de años, pero no podemos tomar nuestras decisiones más allá de algunos años: midamos de paso la formidable regresión intelectual.”
Hay más de un susto en este análisis. Podemos percibir una cierta cólera con respecto de las promesas y de los efectos de anuncio de los industriales y de los políticos en el transcurso de los últimos años: “No, un vehículo, incluso eléctrico, nunca será limpio. No, un teléfono móvil no es ecológico, incluso si su carcasa esté hecha de fibra de bambú! Y quién puede creer que una eco-tasa de algunos euros sobre los productos electrónicos compensa los daños medioambientales de su fabricación!!”
La conclusión llama a un cambio de paradigma: “Ciertamente, uno puede esperar aún mucho de los avances técnicos y de las innovaciones. Pero para volver nuestras sociedades realmente sostenibles, al menos desde el punto de vista de nuestro consumo metálico, hará falta orientarlas seriamante hacia la economía de recursos a medio plazo, en lugar de buscar beneficios a corto plazo. Estamos todavía muy lejos de conseguirlo.
Para terminar, Bihouix y de Guillebon han colocado la siguiente cita, que señalan el pecado original de la ciencia económica, aquel es aún practicado y enseñado hoy en día: “Las reservas naturales son inagotables, porque sino nosotros no las obtendríamos gratuitamente. No pueden ser ni multiplicadas, ni agotadas, no son el objeto de las ciencias económicas.”- Jean-Baptiste Say , Cours d’économie politique pratique , 1815.
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