Un informe que la Cepal presenta hoy en la cumbre del clima revela que si la temperatura sube dos grados en un siglo y medio las lluvias mejorarían el rendimiento agrícola en algunas zonas de América latina y las sequías perjudicarían al resto.
Cledis Candelaresi
Desde Copenhague
Si la temperatura mundial sube hasta dos grados por encima de la de hace siglo y medio, el agro argentino podría beneficiarse, a semejanza del de ciertas regiones de Chile y Uruguay pero, como contrapartida, aumentará considerablemente en esas mismas latitudes el riesgo de contraer cáncer de piel. La advertencia surge de un documento sobre el impacto del cambio climático que presentará hoy la Comisión Económica de América latina en el repleto Bella Center, escenario de un histórico encuentro mundial que persigue modificar los modos de producir y las conductas de consumo. Ayer llegó el primer ministro británico, Gordon Brown, el presidente colombiano Alvaro Uribe arriba hoy y, según se espera, Barack Obama estaría aquí el mismo viernes, último día para algún anuncio que todavía no tiene formato preciso. Las negociaciones siguieron ayer a ritmo intenso, después de una prolongada pausa que impuso el día anterior la protesta de las naciones subdesarrolladas porque se había bloqueado de hecho una de las vías de negociación. Entre las figuras estelares, que alborotó a parte de los miles de periodistas acreditados, estuvo el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, quien como preámbulo de su discurso a favor de la descontaminación, recordó que ya estuvo antes en Dinamarca. En aquella ocasión, promocionando una de sus películas. Fuera del enorme predio, la nieve.
El informe de Cepal “La economía del cambio climático en América latina” comienza por reconocer como un hecho constatable lo que avala el grueso de la comunidad científica internacional, a pesar de las dudas de algunos: el calentamiento del planeta es un hecho cierto y atribuible a las acciones antropogénicas, es decir, al quehacer del hombre. No hacer nada implica atentar contra el crecimiento económico.
El texto también enumera las consecuencias negativas del calentamiento en todo el territorio de América latina y el Caribe, entre ellas una alteración de las precipitaciones que difiere por regiones: puede subir entre el 25 y 10 por ciento o bajar entre el 20 y el 40, con todo el impacto que ello implica. Para algunas zonas, coyunturalmente positivo. Para el grueso, definitivamente adverso.
“Si no se consideran los riesgos de plagas y problemas derivados del derretimiento de los glaciares”, en la medida en que el calentamiento no traspase los dos grados respecto de la era preindustrial, podría mejorar la productividad agrícola en algunas regiones de la Argentina, Chile y Uruguay, consigna el texto. Pero entre los efectos adversos que específicamente tienen sobre la salud las alteraciones de temperatura en todo el subcontinente, se menciona el estrés por el calor y la proliferación y ampliación de la frontera de enfermedades como la malaria, el dengue o el cólera, con el alarmante añadido para Argentina y Chile de una mayor propensión a contraer cáncer de piel por la mayor radiación ultravioleta.
El texto de Cepal fundamenta con rigor matemático otras ideas que describen este fenómeno para Latinoamérica:
– A contramano de lo que ocurre con el resto del mundo, la principal causa de contaminación (51 por ciento) es el cambio del uso del suelo, básicamente debido al avance sobre los bosques para el uso agrícola. Le sigue la propia actividad agrícola-ganadera (24 por ciento).
– Por su modo de crecimiento, la demanda de energía seguirá creciendo y por esto –advierten los autores del trabajo–, los gobiernos regionales deben tener cuidado de no comprometerse a consumir menos combustibles fósiles.
– Esa demanda de energía es independiente de los precios, según se constató estudiando la historia de las últimas décadas: aunque éstos aumenten, la demanda no deja de crecer. Pero si el ingreso per cápita sube, automáticamente se vende más combustible, gas y luz.
– Los países con el más alto PBI per cápita son los que más disminuyeron sus emisiones, paradójicamente.
El informe provee de un extracto de ideas que promete alimentar el debate sobre las consecuencias del efecto invernadero y los modos de producción en el mundo. Ahí, el corazón de las discusiones que libran los representantes de los distintos países. Desde ayer, ante los oídos de menos observadores: un 30 por ciento de los asistentes acreditado bajo esta categoría quedó afuera para evitar el congestionamiento de las instalaciones.
Finalmente, a última hora del lunes se consiguió retomar las negociaciones que se habían paralizado porque los países ricos minimizaron la alternativa de buscar una prórroga al Protocolo de Kioto, priorizando la de un convenio totalmente nuevo, que también imponga obligaciones a los subdesarrollados grandes. Como un recurso desesperado, se fragmentó el universo negociador en ocho equipos de trabajo que poco avanzaron hasta ayer.
Fuente: Página/12