Andrei Fediashin (RIA NOVOSTI).- La Conferencia sobre Cambio Climático celebrada en Copenhague desde el 7 hasta el 18 de diciembre pasado concluye con escasos resultados. Este evento representó una buena oportunidad para consensuar medidas globales ante el calentamiento del planeta. No se logró firmar un nuevo tratado en sustitución del Protocolo de Kyoto que sería vital para nuestra civilización.
La Conferencia Copenhague fue nada más que una palabrería en aspectos del cambio climático que no resuelve nada. La comunidad internacional admitió que el aire es un patrimonio común y debería estar limpio en todo el mundo. Otros eventos semejantes deberían seguir la Cumbre de Copenhague. Tras adoptarse una declaración política o decisión común el 18 de diciembre, una nueva Conferencia podría convocarse dentro de seis ó doce meses para aprobar compromisos generales en torno a la reducción de las emisiones de gas carbónico (СО2), vinculados al Derecho Internacional.
El mundo ni siquiera podía esperar algo mejor. Sin embargo, las expectativas fueron muy altas durante dos años antes de celebrarse la Conferencia sobre Cambio Climático. El secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, hasta avisó que las consecuencias de un posible fiasco de Copenhague podrían resultar catastróficas para el planeta. Todo lo ocurrido en la capital danesa entre el 7 y el 18 de diciembre resultó una desilusión. No se logró firmar un tratado y aprobar el límite de las emisiones de СО2 para territorios determinados. Los recursos destinados para los países en vías de desarrollo son un 75% inferior a los que necesitan. China e India renunciaron a cualesquiera compromisos prácticos. EEUU asumieron compromisos realmente vergonzosos para el Premio Nobel de la Paz de este año.
El Sur volvió a reñir con el Norte. China e India están enojadas, porque les quieren atribuir la responsabilidad de la contaminación atmosférica igual a EEUU y la UE.
Los participantes de la Conferencia sólo acordaron que deben hacer todo lo posible para limitar la subida de la temperatura a 2 °C, como máximo, hacia 2050.
Asimismo, anunciaron la creación de un fondo internacional para reducir las emisiones de deforestación y la degradación de bosques. El Reino Unido, Noruega, EEUU, El Japón, Francia y Australia se comprometieron a contribuir con US$3.500 millones a este proyecto en 2010.
Durante los últimos 50 años la superficie del suelo fértil y selvas se redujo un 30%. Según expertos, un 15-20% del total de emisiones de gas carbónico proviene de la deforestación. Los bosques absorben estas emisiones. La Conferencia de Copenhague habría podido tener éxito, si hubiera sido presidida por Hans Christian Andersen, escritor dinamarqués del siglo XIX famoso por sus fábulas. Parece que sólo por arte de magia es posible encontar un modo de pasar del combustible mineral a fuentes alternativas de energía inofensivas para el medio ambiente. La comunidad internacional nunca se ha atrevido a realizar tales cambios a escala global. Y parece que aún no está preparada a hacerlo. Para conseguir estos objetivos, el mundo tiene que renunciar a sus tradiciones económicas y convencer a mil millones de usuarios de energía que dejen de consumirla. Podríamos comparar a un político, quién se atreva a hacerlo, con un suicida. Todo lo anunciado explica, por qué todos los presidentes y jefes de Gobierno de los países
industrializados hicieron promesas y asumieron compromisos en Copenhague que no podrían afectar su carrera ni salud.
Es extraño que muchos hayan esperado que el presidente estadounidense, Barack Obama, haga un milagro. ¿Cómo no? Es un héroe en comparación con George W. Bush quién nunca atendió ningunas conferencias internacionales sobre cambio climático.
Sin embargo, el compromiso de Obama de recortar en un 17% de las emisiones de СО2 hacia 2020 no es factible de cumplir, porque EEUU toma como punto de referencia el nivel de emisiones registrado en 2005. Sus reducciones serían de un 4% en comparación con 1990, el punto de referencia aceptado por la UE que se compromitió a reducir un 20% ó hasta un 30% sus emisiones de gas carbónico en caso de que los países emergentes, EEUU, China e India asuman los mismos compromisos. El Japón y Rusia prometieron recortar un 25% sus emisiones de gases de efecto invernadero.
El problema es que EEUU aumentó un 18% sus emisiones de СО2 en el período de 1990 a 2005.
EEUU no pasó a ser un país distinto al llegar Obama al poder. Los estadounidenses siempre estaban escépticos respecto a las propuestas del Viejo Mundo. Un 45% de ellos no cree que enfrenten la emergencia causada por el calentamiento global, lo que es un 23% menos que en Europa. Otro 43% de estadounidenses cree el problema de cambio climático está exagerado. Obama tendrá que tenerlo en cuenta si busca reelegirse.
Rusia se benefició más que otros del Protócolo de Kyoto de 1997 y se beneficiará también de la cumbre de Copenhague. Rusia y Ucrania no pudieron aprovechar todas las cuotas de emisión estipuladas en Kyoto tras el colapso de sus industrias. Rusia incluso pudo vender las cuotas no utilizadas a los países que las hayan excedido y prefiere que estas condiciones se estipulen en el nuevo tratado en sustitución del Protocolo de Kyoto.
Hacia 2020, Rusia puede aumentar un 30% sus emisiones de gas carbónico y Ucrania puede aumentarlas un 50% o bien pueden vender las cuotas no utilizadas. En este último caso, las emisiones globales aumentarían un 15%.
Durante la reunión celebrada antes de la Conferencia de Copenhague por el presidente ruso, Dmitri Medvedev, y miembros de la Academia de Ciencias rusa, uno de los académicos dijo que se asiste a una verdadera ofensiva contra los derechos de las naciones productoras de hidrocarburos.
El presidente de Venezuela, Hugo Chavez, causó una sensación en Copenhague al pronunciar desde la tribuna: “Si el clima fuera un banco, ya lo habrían salvado los gobiernos ricos”. Y tiene razón.
Argenpress