La Policía detiene a 30 activistas, entre ellos la única diputada de los Verdes, en una protesta contra la extracción del gas de esquisto
En la región de The Weald (el bosque) ya hubo hornos de hierro en tiempo de los romanos y la última ferrería se cerró en el principio del siglo XIX, cuando la extracción del carbón en el norte de Inglaterra acompañó a la Revolución Industrial. Una de las comarcas de aquella vieja región es Sussex, donde activistas acampaban ayer contra un nuevo ingenio industrial, la extracción de gas de esquisto. El horizonte desde Balcombe, un pueblo de algo menos de dos mil habitantes, a unos cincuenta kilómetros al sur de Londres, es ahora, como antes de la parcial deforestación causada por la producción de hierro, un bosque continuo. Y, en una curva de la carretera que baja de la estación de tren, había ayer por la tarde una contienda cuerpo a cuerpo. Nada que ver con el buen ambiente de la mañana.
La música era de bongos y tambores, la voz de una chica con un vestido ‘hippy’ que dejaba su espalda tostada al descubierto cantaba: «Somos un mundo, una voz, un corazón que late, todos los que viven en este mundo, todos los que tienen voz han de usarla». Policías con casacas amarillas acordonaban parcialmente la zona, donde está la verja de acceso a un solar donde Cuadrilla Resources ha instalado un taladro. Ya perforó allí la tierra, en 1986, otra empresa, Coneco, que visitaban los niños de la escuela de Balcombe, pero ahora se ha extendido por el mundo la promesa del gas de esquisto, que se extrae mediante la fractura de capas de roca bituminosa mediante presión hidráulica y que no gusta a los ecologistas porque podría contaminar los acuíferos subterráneos o aumentar las emisiones de CO2.
Encadenados
Un grupo de manifestantes se había encadenado a la valla de acceso, aunque la empresa ya había anunciado la reducción de sus actividades antes el anuncio de una jornada de ‘acción directa’, y los demás se sentaban, debatían o cantaban, en un ambiente que combinaba trashumantes de la filosofía ‘New Age’, veteranos de otras protestas contra la construcción de carreteras y otras causas, algún sindicalista.
James Jackson, estudiante en posgrado de Religión y Política, discutía con miembros del sindicato Unite, que se oponen al ‘fracking’ pero defienden la industria del carbón. Su batalla es contra el cambio climático y contra la contaminación, porque cree que se debe avanzar hacia una economía que utilice menos combustibles fósiles y que las comunidades locales deben decidir sobre su medio ambiente. «Hay un elemento de utopía -decía-. La gente quiere un mundo mejor, pero también quiere ser realista». Lonna Vahey, pintora de 67 años, creció en una familia que cultivaba una filosofía de pobreza voluntaria. Se alimentaba de lo que producía, hacía sus muebles y sus juguetes, era autosuficiente. Ella no la cumple a rajatabla -tiene un coche- pero no le gusta la búsqueda del gas de esquisto porque le parece «una solución para el corto plazo». La exploración en Balcombe se guía «por el beneficio» y no por el cambio necesario, que ha de ser «una autosuficiencia no basada en el consumismo».
Balcombe es una villa próspera. El precio de compra promedio de una casa en los últimos meses es de 520.000 euros. Está cerca del aeropuerto de Gatwick, sobre el que hay planes de expansión. El consejo de distrito tiene un plan para construir viviendas en la comarca que es también criticado. El diputado de la zona es el conservador Francis Maude, que es miembro del Gabinete.