“Selva de los espejos”, así llamaron a la Reserva Nacional Pacaya Samiria (RNPS), pero es más que eso. Es la Reserva Nacional más grande en el Perú; la segunda área natural protegida del país y la cuarta en Sudamérica, donde es además el área protegida inundable más extensa.
Los datos oficiales indican que más de mil especies de animales vertebrados habitan la reserva y más de mil especies de plantas se ven en ella. Más del 50% de los suelos que la conforman están sometidos al poder agua, pues corresponden a zonas inundables en la temporada de creciente del río, o son zonas de aguajales, donde el suelo es un puré de materia orgánica, entre firme y líquido.
Ya en 1944, parte de la actual RNPS era considerada una zona reservada. En la década del 70, en medio de tan frágiles y complejos ecosistemas, el estado peruano inicia la extracción de petróleo. El área actual del Pacaya Samiria fue reconocida como Reserva Nacional en febrero de 1982; sin embargo, la extracción petrolera en la zona fue intocable, por ser preexistente a la norma.
Petroperú fue la empresa que inició operaciones de extracción en el lote, desde los años 70 hasta 1996; después, es la argentina Pluspetrol quien toma la posta de la extracción de hidrocarburos en la zona. Luego de más de 40 años de actividad petrolera, autoridades ambientales del estado peruano se han dedicado a realizar, por primera vez, un diagnóstico ambiental integral en el actual Lote 8X, área de la Batería 3 – Yacimiento Yanayacu, en la reserva.
Este crucial diagnóstico ambiental se realizó durante la segunda mitad del último setiembre, y fue promovido por la organización indígena ACODECOSPAT. Todo ello, en el marco de investigaciones ambientales y sociales en las cuencas de los ríos Pastaza, Corrientes, Tigre y Marañón, impulsadas por una plataforma de organizaciones indígenas.
Los hallazgos de contaminación…
Verdaderas lagunas de petróleo se extienden en el lote, todas ellas cubiertas en la mayoría de su extensión por el denso sembrío de una planta de fibra alta y fuerte. Estas lagunas y sembríos se encuentran en un gran terreno de aguajales, donde el suelo es sumamente húmedo, a veces líquido y a veces pastoso.
Se ven orillas abandonadas en crudo, grumos de petróleo en el agua, raíces y sedimentos negros, emanaciones tóxicas de hidrocarburos, superficies de agua iridiscentes por el aceite o diesel, etc. Una sombra de actividad petrolera irresponsable e impune se cierne sobre toda el área.
Los vigilantes ambientales de ACODECOSPAT fueron los responsables de guiar y monitorear el trabajo que realizó Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental – OEFA y la Autoridad Nacional del Agua – ANA, quienes tomaron muestras de suelos, sedimentos y aguas superficiales.
“Este impacto llega hasta la quebrada Yanayacu del Samiria, porque todos estos aguajales desembocan ahí”, dice Ander Ordoñez, vigilante ambiental de ACODECOSPAT. La contaminación es evidente y terrible pero, por el tipo de suelos y sistemas hídricos de la zona, la contaminación podría estar diseminándose más allá de lo que se percibe a simple vista.
Dentro del lote son 4 grandes áreas o sitios impactados fuertemente por hidrocarburos, todos ellos consignados oficialmente en compromisos de gestión ambiental (PAC) asumidos por Pluspetrol desde el año 2006. El plan ambiental elaborado por la empresa y aprobado por el estado, donde se detallan los mecanismos para la remediación de estas zonas, caducó en 2009.
Hay un largo proceso de observaciones y procesos administrativos en torno a la ejecución de los compromisos. Incluso un proceso contencioso administrativo por el que Pluspetrol ha suspendido todas sus actividades de remediación en el lugar. Mientras, la contaminación persiste.
Por otra parte, la historia indica que la contaminación no sólo podría ser a causa de hidrocarburos. En un documento de 2012, ACODECOSPAT señala: “Desde 1971 hasta el año 1995 las aguas de producción eran vertidas en ecosistemas al interior de la Reserva Nacional Pacaya Samiria (25% en la quebrada Huishto Yanayacu y el 75% en la laguna adyacente a la batería 3). Después de 1995, el 75% de las aguas de producción son vertidas al río Marañón”. El impacto causado por estas aguas de alto grado de salinidad y ardientes temperaturas, no sería menos importante.
“El año 1966, hubo un derrame donde que se hace la perforación petrolera, a la altura de Dos de Mayo, que es una tierra muy alta. Regó mucha agua salada. Entonces desde luego que hubo una contaminación hacia el río, porque mataba los árboles, mataba los peces […] Pero ahora ya se está viendo hasta en los árboles, porque hay lugares donde se están secando las plantas”. Son palabras del apu Luis Sánchez Tamaní de la comunidad Leoncio Prado, de la organización AIDECOS, gran conocedor y viejo habitante de la zona, ex trabajador de la reserva.
¿La “atenuación” de la contaminación?
Según testimonios, Pluspetrol ha intervenido la zona impactada mediante trabajos llamados “de atenuación”. Éstos consistieron en el sembrado de plantas que han podido crecer en los aguajales y las aguas impactados por hidrocarburos. El efecto es evidentemente: una alfombra de verde cubre, oculta, los extensos suelos y aguas negros de permanente petróleo.
Los vigilantes ambientales de ACODECOSPAT han identificado hasta dos especies de plantas que Pluspetrol habría usado para la denominada “atenuación”. Una de ellas es la “totora”, pasto muy alto, denso y fuerte que ha crecido en el mismo petróleo. La otra sería el “mordisco de rana”, planta acuática que al reproducirse genera una alfombra de hojas y tallo sobre las aguas.
El hecho que alerta es que ambas especies, según testimonios, no serían nativas de la reserva. “Las variedades de plantas que están sembradas ahí al lado es el mordisco de rana, la totora, y después hay otras que no son de acá, no son platas nativas, son compradas de otro lugar”, nos indica un ex trabajador de la empresa que se dedicó a las faenas de “atenuación”.
“El mordisco de rana lo hacíamos en criadero, le hacíamos crecer y de ahí le regábamos para que crezca. La totora sí era semilla, le regábamos así como regar un barrial. Ese sembrado de totora es del 2009, por eso las totoras ya están grandes”, relata la fuente. Las autoridades correspondientes, entre ellas el SERNANP, se tendrán que pronunciar al respecto.
La extensión de estos sembríos de totora es impresionante, lo que indica que la extensión del impacto petrolero es igualmente descomunal. Las fotos correspondientes al informe de auditoría de gestión ambiental de la Contraloría General de la República 2009 -2006-CG/MAC hablan por sí solas. En el mismo documento además se señala con preocupación:
[…] “no obstante haber transcurrido veintitrés años de la creación de la Reserva Nacional Pacaya Samiria se ha determinado que el INRENA no ha venido realizando las evaluaciones periódicas al ecosistema donde se desarrolla la actividad de la extracción petrolera lote 8, asimismo no se han establecido las condiciones técnicas y legales para la restauración de los hábitats deteriorados”.
Próximos resultados, próximas investigaciones
Este año se cumplen 43 años de actividad petrolera en la zona y 31 desde la creación de la RNPS. Junto a el OEFA y la ANA, ingresó el OSINERGMIN a la batería para supervisar el estado de las instalaciones petrolera. Asimismo, la Dirección General de Salud Ambiental – DIGESA, ingresó a comunidades de la cuenca del Marañón tomando muestras de aguas de consumo humano.
Según se ha anunciado, los resultados del diagnóstico ambiental se presentarán en enero de 2014. Una de las preocupaciones de la Asociación Cocama de Desarrollo y Conservación San Pablo de Tipishca – ACODECOSPAT es que se encuentren responsables y sanciones por lo que consideran crímenes ambientales en la reserva, área que corresponde al territorio ancestral kukama kukamiria. Solicitan además que se determine la influencia de los impactos de las actividades petroleras en el río Marañón, principal fuente de agua de las comunidades de la cuenca.
El trabajo de denuncia e incidencia que ACODECOSPAT ha asumido, está develando el flagrante daño ambiental al interior de la denominada “Selva de los espejos”. Hasta hace dos años estos hallazgos eran inimaginables, pero aún falta mucho por investigar. Por ejemplo, hasta el momento no se conocen los reales impactos de la contaminación en flora y fauna.
“A estas plantas les quisiera llevar a un laboratorio biológico”, dice Ander Ordoñez ante una orilla negra. Si alguien se ubica en un punto cualquiera de la pasarela que cruza una de las lagunas de petróleo, podrá distinguir el movimiento de algún “chullo”, pez desafortunado que suele llegar hasta esas oscuras aguas tóxicas. Si es que no aún se ha muerto, la vida en esta zona del a Reserva Nacional Pacaya Samiria pende de un hilo.