Según explicó Horacio Lazarte, economista de Abeceb
Tras liderar el desarrollo de la industria en América Latina, la petroquímica argentina se enfrenta a un estancamiento que se extiende ya seis años. De 2007 a 2012, el sector registró una producción anual de 6,1 millones de toneladas. En el último invierno, el uso de la capacidad tuvo una media inferior a 67%, con mínimos del 40%.
Este invierno fue uno de los períodos más bajos de la historia en cuanto al uso de la capacidad instalada de la industria petroquímica. El sector se enfrenta a grandes dificultades por escasez de materia prima y suministro de energía. Las consecuencias se ven en la balanza comercial, que pasó en los últimos diez años de un equilibrio a un déficit de u$s 2.800 millones, precisó Horacio Lazarte, economista de Abeceb.
Atrás quedaron los dos hitos de la historia que posibilitaron el desarrollo de la industria en la Argentina. El primero fue el crecimiento del mercado interno tras la escasez de insumos intermedios en la época de la posguerra, que le generó al país la necesidad de autoproveerse e impulsó la construcción de las dos primeras plantas de América Latina en la década de 1940 (lo que hoy se conoce como complejo General San Martín). El segundo tuvo que ver con el descubrimiento del yacimiento de gas Loma La Lata en los 70, que avizoraba un horizonte de gran abastecimiento relativo de ese recurso y viabilizaba la posibilidad de contar con una industria petroquímica propia de mayor escala.
“La capacidad siguió creciendo al ritmo del consumo interno en los años posteriores, aunque el salto que duplicó la escala se produjo a fines de 1990, cuando la expansión del consumo de productos derivados –algo postergada en la década anterior– había dado un salto de 250%, convergiendo con las tendencias globales hacia un mayor uso de poliolefinas y termoplásticos”, explicó Lazarte en diálogo con Revista Petroquímica, Petróleo, Gas & Química.
Asimismo –agregó–, una mayor apertura al capital había dado un nuevo impulso para la radicación de plantas, principalmente en Bahía Blanca. Esto fue posible gracias a la disponibilidad de materias primas a precios muy competitivos.
El último techo productivo
En la medida en que la industria pudo garantizar su autoabastecimiento de gas, la balanza comercial del sector se mantuvo equilibrada. Sin embargo, esa situación se pudo sostener hasta 2006, cuando se llegó al pico de producción. Ésta fue la primera señal de que debía contarse con una política energética sustentable que priorizara la reposición de los recursos consumidos y la incorporación de nuevos para el abastecimiento que el crecimiento del país requería”, explicó el consultor de Abeceb.
Aun así, el saldo comercial energético seguía siendo positivo, aunque se redujo un 32% de 2005 a 2005: pasó de u$s 5.800 millones a casi u$s 4.000 millones.
A partir de entonces, comenzó una etapa de estancamiento productivo con un promedio de producción en el período 2007-2012 de 6,1 millones de toneladas de productos petroquímicos frente a 7,1 millones en 2006.
Por primera vez desde el descubrimiento de Loma La Lata, la industria tendía que pasar de un contexto de abundancia a otro de escasez de gas natural. Por funcionar tanto como insumo energético como de materia prima, se produjo un menor uso de la capacidad operativa y la estacionalidad de la producción de productos petroquímicos se profundizó desde entonces.
En el período invernal, el uso de la capacidad se contrajo en la actualidad por debajo del 67% –con mínimos del 40% en los períodos más críticos–, cuando el uso óptimo está por encima del 80% y el uso estándar oscila entre un 75% y un 85%.
Coyuntura más cruda
El invierno de este año fue uno de los períodos más bajos de la historia en cuanto al uso de la capacidad instalada. ¿Las causas? Fundamentalmente, las bajas temperaturas durante el mes de julio y paradas de planta de mantenimiento; en especial, la de la planta de urea en Bahía Blanca.
La consecuencia de las limitaciones propias se vio en la balanza comercial petroquímica, que pasó en los últimos diez años de un equilibrio a un déficit de u$s 2.800 millones.
Otro hecho que marcó la escasez es el encarecimiento de la materia prima luego de la Resolución 1982/11 de la Secretaría de Energía, implementada el año pasado, que estableció un cargo por importación de gas para grandes usuarios. “Con este adicional, el costo de abastecimiento promedio pasó de u$s 3 a 5,67 por millón de BTU”, señaló Lazarte.
Sortear los desafíos
“Hoy la geología nos brinda otra oportunidad para dar un salto en esta industria en el caso de desarrollar los yacimientos no convencionales de gas, pero las necesidades del presente resultan más urgentes que el largo plazo”, agregó el economista. Frente a ese contexto, añadió, la actualidad plantea grandes desafíos en cuanto a la modernización tecnológica para ganar eficiencia en el uso energético.
Algunas empresas se anticiparon a esa lógica y otras están en camino. Por caso, Solvay Indupa instaló una central eléctrica propia y realizó una reconversión de calderas de vapor a combustibles líquidos. En tanto que Profertil anunció este año la ampliación de la capacidad productiva mediante una nueva tecnología que le permita utilizar menos volumen de gas, agua y electricidad. Y Dow firmó un memorando de entendimiento (MOU) con YPF para el desarrollo conjunto del yacimiento El Orejano, en el que espera producir shale gas.
Sin embargo, en el presente las alternativas para suplir la escasez implican aumentar los costos de producción. “Eso muestra un contraste que deja a la Argentina rezagada frente a la competencia internacional”, advirtió Lazarte.
A su entender, el aumento de la oferta de gas natural tras la incorporación del shale en Estados Unidos ha mejorado su competitividad y motivó inversiones para producir etileno. Y la expansión de Brasil y México los deja mejor posicionados para abastecer la demanda futura.
“Frente a esa situación, resulta necesaria la explotación de los recursos no convencionales para garantizar la oferta futura. De eso depende el futuro de la industria”, concluyó el especialista.