La Comisión Europea va a dejar expirar 2013 sin acometer una de las iniciativas más sensibles, esperadas y temidas de su programa de trabajo anual: el “establecimiento de un marco de evaluación medioambiental, climática y energética para permitir una extracción segura y protegida de hidrocarburos no convencionales”. Tan enigmáticas palabras aluden a una de las mayores revoluciones energéticas de la historia reciente: la extracción del llamado gas pizarra (shale gas) mediante la técnica de fractura hidráulica (fracking), que en Estados Unidos ha permitido reducir drásticamente la factura de la energía consumida, hasta el punto de que la gran industria europea paga por ese suministro hasta el triple que la estadounidense, según un estudio recién publicado por Sylvie Cornot-Gandolphe en el instituto IFRI.
Bruselas no disimula su deseo de intentar repetir en Europa el ejemplo estadounidense, para reducir una factura de importación de gas que asciende a los 100.000 millones de euros anuales, según el estudio de Cornot-Gandolphe. El retraso en publicar el marco regulador no se debe, por tanto, a las reticencias de la Comisión ante el fracking, sino a su dificultad para dar con la fórmula que permita impulsar la búsqueda del shale gas y, al mismo tiempo, calmar a quienes temen que la explotación de ese recurso cause daños irreparables al subsuelo europeo.
Tras meses de debates y consultas, la CE tiene previsto pronunciarse finalmente el próximo 22 de enero, aunque no cabe descartar nuevos retrasos. En todo caso, parece confirmado que Bruselas renunciará a legislar sobre la materia y, de momento, se seguirán aplicando las normas vigentes en cada país. La CE se conformará con publicar ese día una Comunicación (texto de rango menor, sin apenas fuerza vinculante) y una serie de directrices sobre las buenas prácticas que deberían respetar las empresas involucradas en el negocio del shale gas. La decisión de la CE corre el riesgo de no contentar ni a partidarios ni a detractores del fracking, porque ambos veían en la legislación europea la oportunidad de abortar o expandir la polémica técnica. Los primeros abogan por normas muy estrictas que impidan su utilización en numerosos casos, por ejemplo, en zonas con acuíferos. Y los segundos desearían que la regulación europea despejase las trabas de la legislación nacional, regional o local, que a menudo impiden la búsqueda del preciado gas.
Buena parte de la Comisión Europea se decanta claramente por la segunda opción. Y su propio programa de trabajo para 2014 ya ha suavizado los calificativos de su futura iniciativa, para eliminar referencias medioambientales y de seguridad. Ahora la CE ya solo aspira a un “marco para una extracción segura”, vago objetivo que le deja mayor margen de maniobra. “Europa sabe que, a la larga, tendrá que legislar”, pronostica Cristina Gutiérrez Cortines, eurodiputada española (PP) y miembro de la Comisión parlamentaria de Industria. En esa comisión, entre otras, se tramita la renovación de la directiva sobre impacto medioambiental, una de las normas con repercusión en el desarrollo del fracking. El texto provoca un agrio enfrentamiento entre los países como Polonia, deseosos de empezar a bombear gas, y otros como Francia, que han prohibido incluso su rastreo.
De momento, los parlamentarios han llegado a una decisión salomónica. La directiva requerirá el estudio de impacto medioambiental para la extracción del shale gas, pero no para la exploración. Gutiérrez Cortines advierte, sin embargo, de que esa redacción no resolverá del todo el dilema, “porque a veces se utilizan las mismas técnicas en las dos fases”.
Los sectores potencialmente beneficiarios del fracking empiezan a impacientarse y temen que Europa pierda un tren aparentemente muy atractivo mientras discute la legislación aplicable. Desde ese bando se recuerda que ya hay al menos 17 directivas que de manera más o menos directa afectan al fracking, por lo que, a su juicio no debería esperarse más. Laura Parmigiani, también del centro de estudios IFRI, apunta en la misma dirección, y en un informe reciente duda de la necesidad de regular de manera específica una técnica de extracción que puede evolucionar. Técnica que, además, ya se utilizaba en Europa, como recordó la semana pasada en Bruselas el ministro español de Industria, José Manuel Soria, firme partidario de impulsar el fracking.
“Estamos instalados encima de un enorme recurso y debemos explotarlo”, comentan desde el sector petroquímico, uno de los que está sufriendo más la diferencia de costes energéticos con sus rivales estadounidenses . “Los riesgos”, añaden, “se pueden gestionar”.