Por La Retaguardia) Esta definición acuñada por el gran Osvaldo Bayer fue el disparador de la intervención que se realizó este domingo 10 de agosto, en el marco de la función de la obra teatral “Sacco y Vanzetti” que, con dirección de Mariano Dossena y los protagónicos de Fabián Vena y Walter Quiroz, se presenta en el Teatro Nacional Cervantes. La Retaguardia reunió a Nora Cortiñas, Vicente Zito Lema, Alfredo Grande, José Schulman, los programas radiales Sueños Posibles, Oíd Mortales, Patria Soñada, Otras Voces… Otras Propuestas, y Oral y Público, más la presencia de militantes de Opinión Socialista, con el objetivo de visibilizar la injusticia cometida con los trabajadores petroleros de Las Heras condenados por la justicia de Santa Cruz a cadena perpetua. Fue durante la presentación de la obra en la Sala María Guerrero.
Hace unos meses, Osvaldo Bayer nos dijo: “esos pobres trabajadores petroleros condenados a prisión perpetua por la justicia argentina son nuestros Sacco y Vanzetti, que fueron ejecutados por la justicia norteamericana, y 60 años después la justicia reconoció que eran absolutamente inocentes; lo mismo va a ocurrir en la Argentina con estos trabajadores sacrificados. Yo voy a seguir la lucha por la libertad de ellos”. La actividad de este domingo 10 de agosto fue, sin dudas, un capítulo más de esta lucha por la absolución de los trabajadores petroleros que fueron condenados a prisión perpetua en diciembre del año pasado, acusados por el crimen del policía Jorge Sayago. Se trata de Ramón Inocencio Cortez, José Rosales y Hugo González, y un cuarto condenado que es menor de edad. El resto de los enjuiciados recibieron penas de cinco años por coacción agravada y participación necesaria; y solo dos fueron absueltos.
El caso de los petroleros
En febrero de 2006, los trabajadores petroleros de Santa Cruz llevaron adelante una protesta contra el cobro del impuesto a las ganancias sobre los salarios. En este marco, fue detenido Mario Navarro, uno de sus referentes, por el que se realizó una concentración frente a la comisaría de Las Heras para exigir su liberación. La policía respondió violentamente a este reclamo y se produjo una verdadera cacería. En este contexto muere el cabo Jorge Sayago. Inmediatamente, los trabajadores fueron señalados y detenidos como culpables del crimen. En prisión fueron torturados con el objetivo de arrancarles una autoincriminación.
A pesar de que la causa fue declarada nula en dos oportunidades, el caso llegó a juicio el año pasado. Durante las audiencias quedaron en evidencia las torturas recibidas no solo por los imputados sino también por testigos; tampoco se registraron pruebas contundentes que dieran cuenta de la participación de los acusados en la muerte del policía. Sin embargo, el Tribunal Penal de Caleta Olivia, integrado por Cristina Lembeye, Humberto Monelos y Juan Pablo Olivera, tomó por válidos los testimonios obtenidos bajo tortura y los condenó.
Volanteando con Nora
Cualquiera podría imaginar que una actividad así, pautada para explicar el caso de los petroleros vinculándolo con la historia de Sacco y Vanzetti, tendría a unos pocos volanteando y otros aportando con su presencia o su nombre. Sin embargo, con Nora Cortiñas no es así. Ella se calza el pañuelo en la cabeza “y se convierte en SúperNorita”, como dice Catriel Fernández. Pide volantes, los reparte y se detiene a explicarle a cada uno por qué estamos allí.
En la planificación de la actividad su mensaje fue claro: “no seamos irrespetuosos. No importunemos a la gente”.
Durante la obra (la alegría de ser parte de la locura)
Diseminados en cinco palcos a ambos lados de la imponente sala, los militantes de derechos humanos observaron la obra. Se enojaron con las intervenciones de Luis Ziembrowski en el papel del fiscal acusador (“Vos sos el malo; te perdono pero solo por hoy”, le dirá Cortiñas en el encuentro posterior con los actores), aplaudieron las intervenciones del abogado idealista, el impecable Horacio Roca. Como el resto del público que colmó la sala con capacidad para 850 personas, se emocionaron con el triste final, que no por conocido, deja de impactar.
En algún momento temimos que la extensión de la obra (cerca de dos horas), resultara demasiado para Nora, que porta sus 84 años con una elegancia envidiable. Luego admitirá en voz baja que en algún momento de la presentación pensó que no lograría encontrar la ocasión para hablarle al público: “dije, ¿qué hago acá?, pero estoy muy contenta de haber aceptado ser parte de esta locura”.
Cae el telón pero Ella levanta la noche
Llegó el final. Sacco y Vanzetti terminan como en la vida real, ejecutados por su pertenencia al anarquismo. Los actores recibieron los aplausos. Sin embargo, algo rompió la rutina del saludo y la despedida. Ricardo Díaz Mourelle, que compone con precisión al policía que detiene a los anarquistas, dio unos pasos adelante. “Es una gran alegría que les haya gustado lo que hacemos. También es una gran alegría la aparición del nieto 114”, dijo. Ese gesto generó que inmediatamente todos aplaudieran mientras giraban la cabeza hacia el palco donde Norita, notoriamente emocionada, abrazó los aplausos: “temblaba como un papel porque estaba emocionada por la obra y tenía taquicardia”, nos contó. Los actores anunciaron el cumpleaños de Fabian Vena. Parecía que se nos escapaba el momento. Que no podríamos cumplir el objetivo. Sin embargo, mientras aún sonaba la música de cierre, Nora comenzó a pedir silencio para hablarle al público. Quienes lograron advertirla, acompañaron sus gestos hasta que la sala quedó completamente en silencio. Solo se escuchó su voz. Y ella dijo lo que tenía para decir. Con mucho respeto, con toda dulzura; también por eso la escucharon con tanta atención, porque su discurso y su manera son tan sensatos que atrae inmediatamente toda la atención.
Nos abrazamos fuerte. Nos distendimos juntos. Mostró sus ganas de ver a los actores. Recorrimos sin ella el trayecto hacia la salida, casi como si fuéramos perseguidores de actores, fotos y autógrafos. Pero esta vez la cosa se invirtió. El As de espadas nos cayó en el reparto. “Nora Cortiñas tiene ganas de verlos antes de irse”, le dijimos a Ziembrowski. “Uhhh… chicos está Nora Cortiñas y nos quiere ver a todos”. Roca se emocionó mientras le quitaban el último maquillaje; Quiroz se entusiasmó como ya lo había hecho en el escenario. Caminaron los casi 100 metros que nos separaban del hall de entrada, donde Norita y el resto de los militantes esperaban. La saludaron. La admiraron. Se rindieron ante ella que volvió a explicarles por qué estábamos allí. Aun al final de la noche, sosteniendo la consigna acordada.
Salimos al frío. Sonrió picara y vital, con la alegría del objetivo cumplido.
Para Nora Cortiñas y todos los que estuvimos presentes en el Teatro, los petroleros son nuestros Sacco y Vanzetti. No podemos cambiar la historia de aquellos italianos que viajaron a Estados Unidos a principios de Siglo XX, pero sí estamos a tiempo de modificar lo que nos pasa hoy, cerca, al lado, adelante. No queremos que los petroleros se conviertan en mártires, queremos que sigan siendo trabajadores. Por eso la presencia en la sala, para recordar lo que sucedió y sucede hoy en nuestro país. Para evitar que los petroleros sigan siendo nuestros Sacco y Vanzetti. Y, de paso, para deleitarnos una vez más porque Norita, Nora Cortiñas, está en nuestro equipo, aunque estemos perdiendo y nos quieran sacar injustamente jugadores de la cancha.
La Retaguardia