Por FETERA.- La empresa británica Desire Petroleum anticipó que está próxima a instalar una plataforma, la Ocean Guardian, en el norte de las Malvinas, para comenzar a perforar en la base marítima de esa área, donde habría una reserva millonaria de petróleo. Según versiones periodísticas británicos, por estudios sísmicos se calcula que existirían unos 18.000 millones de barriles de crudo bajo las aguas del Mar Argentino y 350 mil millones en toda la Argentina.
Llamativamente, el anuncio de esta inminente exploración, -que no solo es un atropello a nuestra soberanía, sino que anticipa el brutal despojo de recursos naturales del que seremos víctima- no fue reconocido ni valorado en su verdadera dimensión por la mayoría de los medios de comunicación nacionales, que apenas si le dedicaron unos escasos centímetros en los diarios y les concedieron aún más escasos minutos en los noticieros televisivos y radiales, para informar, casi con indiferencia, que el gobierno argentino emitió una enérgica protesta por este acto unilateral británico y que dicha protesta fue rechazada por el Reino Unido con igual intensidad.
Lo cierto es que la sociedad argentina no tiene conciencia de lo que está en juego en este conflicto. La defensa de nuestro territorio y la de nuestros recursos naturales son una misma cosa y están directamente relacionadas con nuestra calidad de vida, y con la de nuestros hijos y la de las futuras generaciones de argentinos.
Es necesario que el tema sea puesto en las mesas de debate nacional, porque Malvinas es la representación más evidente de la Soberanía violentada, Malvinas está ligada a ese proceso político que avaló la enajenación de los recursos naturales y culturales de nuestro pueblo, Malvinas es la evidencia de ese proceso de entrega y vergüenza.
Los argentinos deben saber que esto que aparece hoy como noticia en los diarios, en realidad no es una novedad, es el resultado de más de 30 años de imposición y aplicación de un modelo económico neoliberal depredador que atenta contra la soberanía, el desarrollo sustentable, la identidad de los pueblos, las conquistas sociales y los derechos humanos. Basta con revisar algunos hechos relevantes de las últimas décadas en Malvinas para comprender qué nos pasó y qué no nos puede volver a pasar a los argentinos.
El petróleo de Malvinas
Hacia 1975, el Reino Unido ya había dejado ver sus apetencias por los recursos hidrocarburíferos, mineros y pesqueros del archipiélago malvinense. Cuando se desencadenó la guerra, en 1982, existían trece informes científicos internacionales que señalaban la importancia petrolífera de la cuenca sedimentaria de la que forman parte las Islas Malvinas.
En 1989, para reiniciar las relaciones, que se habían interrumpido tras la guerra, el Reino Unido y la Argentina firmaron los Acuerdos llamados “de Madrid”, donde supuestamente se “congelaba” la discusión de la soberanía por las Malvinas.
Sin embargo, desde entonces, los británicos se mantuvieron muy activos en la zona; contrariando los acuerdos suscriptos, ampliaron hasta 200 millas su Zona Económica Exclusiva y hasta 350 millas su Plataforma Continental, que abarca 3.500.000 km2 en la zona en torno a Malvinas.
En 1995, Argentina y Gran Bretaña firmaron un Acuerdo de Cooperación Petrolera, por el cual se crearía una zona especial al sudeste de las Malvinas, que sería explorada y explotada en conjunto -además, nuestro país accedió a todas las demandas comerciales con el Acuerdo de Pesca de Calamar (nos autolimitamos a pescar este crustáceo, principal recurso de los habitantes de las islas).
Cinco días después de la firma de los acuerdos petroleros, los kelpers licitaron 19 áreas y concedieron 12 contratos, presentándose cerca de medio centenar de compañías. Un año más tarde, el gobierno isleño entregó 7 licencias de exploración off-shore. Así comenzó la primera etapa de la fase exploratoria, etapa culminada en 2001.
Recién en 2007, cuando estaba por cumplirse el 25º aniversario de la guerra de Malvinas, el gobierno de Néstor Kirchner dio por terminada la cooperación con Gran Bretaña en materia de exploración y explotación de hidrocarburos en el Atlántico Sur, amparada bajo el “paraguas de soberanía” que rige las relaciones diplomáticas desde 1990. Según las explicaciones oficiales, desde que se firmó la Declaración conjunta argentino-británica de 1995 en cooperación hidrocarburífera, Inglaterra y la Argentina no coincidían en el área en que se cada país podía operar, por lo que aquel país concedía permisos de manera inconsulta con el argumento de que, merced a ese acuerdo, contaba con el aval argentino para hacerlo. También, ese mismo año, prohibió a las hidrocarburíferas operar en aguas argentinas sin permiso. Se entiende que ello comprende a las Malvinas.
Corolario
Los recursos naturales son el tema crucial en todo el planeta. El afán de dominio de los recursos naturales fue, es y seguirá siendo el gran detonador de conflictos. Hoy, alimentos, agua y energía, encabezan la lista de los bienes más codiciados, les siguen, entre otras riquezas, minerales y biodiversidad. La Argentina es privilegiada, lo sabemos: tiene de casi todo, abundante y variado. Pero esos bienes naturales están en general mal aprovechados, son mal conocidos y explotados, no existe una planificación racional para su aprovechamiento y, por ende, los resultados que se obtienen no satisfacen el interés nacional, que no es otro que el interés de todos sus habitantes.
El modelo neoliberal aplicado en la Argentina dejó muchas y profundas cicatrices, y uno de los que resultó más castigado es el sector energético, por ser el más avanzado y rentable. La pérdida de las riquezas y el poder que derivaban de la gestión de las empresas estatales del sector al servicio de los intereses populares, se convirtió en una de las más espectaculares resignaciones de soberanía política de que se tenga memoria.
En el caso de los hidrocarburos, la Argentina los considera como una simple mercancía y desconoce sus reales niveles de reservas. El mercado argentino de los hidrocarburos, al que se suman el del gas y la electricidad, constituyen campos donde predominan el descontrol estatal, la generación de hiperutilidades –que se van libremente al extranjero- la desinversión, la desaprensión por la naturaleza, la depredación de los yacimientos, la constitución de formas oligopólicas y la falta de previsiones para las generaciones futuras
La realidad es que estamos cumpliendo 200 años y no tenemos aún definidas estrategias claras sobre el uso y la defensa de nuestros recursos naturales.
Argenpress