La tercera ciudad más importante de Ecuador se transformó en la principal urbe latinoamericana en prohibir la minería metálica a través de una consulta en la que el eje fue la protección del agua. La amenaza megaminera en los páramos andinos y la contaminación de los ríos cuencanos generó una contundente respuesta popular que unió a sectores rurales y urbanos. Klever Calle, uno de los coordinadores de la campaña, en diálogo con OPSur comenta los desafíos y lecciones que deja esta movilización.
Klever Calle, integrante de Yasunidos Cuenca
Por Felipe Gutiérrez Ríos .- “¿Está usted de acuerdo con la prohibición de la explotación minera metálica a gran escala en la zona de recarga hídrica del río Yanuncay?”. A comienzos de febrero, 450 mil personas en el cuarto oscuro se encontraron con esta pregunta que acompañaba las boletas legislativas y presidenciales el día de las elecciones generales en Ecuador. Se repetía la formulación con los otros cuatro ríos que atraviesan el cantón (municipio) Cuenca: Tomebamba, Tarqui, Machángara y Norcay. Más del 80% de los votos válidos dijeron cinco veces sí.
“Formulamos la consulta popular para que la gente dé una respuesta positiva. Tal vez si la respuesta hubiera sido negativa, habríamos tenido un caudal de votos mayor, porque la resistencia se ha venido llevando siempre en función del No a la minería”, cuenta Klever Calle, coordinador de Yasunidos Cuenca, una de las organizaciones promotoras del referéndum. “Pero hacer una respuesta afirmativa nos permitió desarrollar una campaña mucho más rica. Lo que hemos palpado una vez más es que no hay herramienta político-jurídica que sea más movilizadora que un plebiscito. Más allá de los impactos jurídicos, el propósito era ese, generar una gran movilización social”
Parque Nacional El Cajas / Foto: Klever Calle
La lucha, la institucionalidad y sus límites
Si bien la minería de pequeña escala y la de tipo artesanal son actividades económicas históricas en Ecuador, la megaminería de metales como el cobre, el oro y la plata es reciente. Su impulso fundamental ocurrió durante el boom de los commodities, el superciclo de altos precios de materias primas de finales de la década pasada, que coincidió con la consolidación del gobierno de Rafael Correa (2007-2017). La participación del sector en el PBI del país es menor al 2% y los ingresos por regalías de minería metálica en el periodo 1991-2017 significaron en promedio el 0,02% del PBI.
Mucho más relevante que los metales fue la explotación petrolera, que traccionó el crecimiento económico hasta la fuerte caída de precios de 2014, que, una vez más, dejó en evidencia la dependencia de la cotización internacional de las materias primas. Sin embargo, la megaminería tomó relevancia nacional por la alta conflictividad social que ha generado a partir del aumento de concesiones en las últimas dos décadas, en particular a empresas chinas y canadienses. Esta movilización social retoma una larga tradición de disputas indígenas, campesinas y también urbanas, contra la actividad petrolera y la pequeña minería.
A diferencia de otros países de la región, esta oposición a las políticas extractivas se ha cristalizado en herramientas legales dentro del Estado ecuatoriano. Por ejemplo, la Constitución de 2008 define al agua como un derecho humano fundamental e irrenunciable, a la vez que le da categoría de patrimonio nacional estratégico, prohibiendo toda forma de privatización. Diez años después, durante el referéndum para enmendar la Constitución, la pregunta sobre la prohibición de la actividad minera en áreas protegidas, zonas intangibles y centros urbanos, recibió el 68% de los votos favorables.
Sin embargo, la existencia de estos reglamentos no ha significado un freno real a la actividad megaminera que avanza, así, bajo una lógica arbitraria y en muchos casos ilegal. En 2017, tras la reapertura del catastro minero (que estaba cerrado desde 2009) el gobierno de Lenin Moreno anunció concesiones por más de 2,5 millones de hectáreas, que representan el 11% del territorio ecuatoriano. En la provincia de Azuay, cuya capital es Cuenca, el pueblo de Girón votó en 2019 de manera masiva en contra de la explotación del páramo de Kimsacocha, sin embargo la actividad minera continúa. Para el caso de la votación en Cuenca, Klever Calle sostiene que “la consulta popular es vinculante y de obligatorio cumplimiento, entonces ahí no hay ninguna discusión, ni siquiera la Cámara de Minería se atreve a negar el carácter vinculante de la consulta. Eso es clarísimo. La disputa está sobre los efectos que esa consulta va a tener sobre concesiones mineras ya otorgadas”.
Defendiendo el agua desde el campo a la ciudad
Parte del origen de Cuenca está en el pueblo Kañari, que habita la región desde épocas preincaicas. Un elemento que revela la vinculación de kañari con el territorio y su concepción del agua puede verse en uno de sus mitos fundadores. En este relato, después de una gran inundación producida por una lluvia, dos hermanos se subieron a lo alto de un cerro en donde fueron visitados por dos guacamayas que les llevaban comida. La unión de uno de los hermanos y una guacamaya engendró la descendencia que dio origen ese pueblo. “Así como en el origen Kañari, hay muchas expresiones culturales históricas que tienen que ver con el agua. Yo creo que si nosotros nos despojáramos de todos los símbolos que marcan nuestra identidad y llegáramos a su mínima expresión, definitivamente solo quedarían los ríos”, comenta Klever Calle.
Cuenca es atravesada por estos ríos y su historia. El Tomebamba es el río tutelar en torno al cual se fundó y desarrolló inicialmente la ciudad. El tratamiento y cuidado de las aguas cuencanas hace que una postal habitual sea ver gente pescando o lavando ropa, dentro de esta ciudad de más de medio millón de habitantes. Esta característica de ser una ciudad de cuatro ríos cristalinos ha modelado una forma particular de defensa común de sus aguas. “Hay muchas expresiones culturales históricas que tienen que ver con el agua. Por ejemplo el carnaval es la fiesta del agua, es mojarse unos entre otros. Es estar en los ríos. Entonces, la identidad de esta ciudad está profundamente ligada a los ríos, páramos y al agua”, dice Calle.
La ciudad se encuentra, a su vez, a las faldas de El Cajas, un páramo andino que cuenta con más de doscientos lagos y lagunas que desembocan en ríos que van tanto al Océano Pacífico como al Atlántico a través del Amazonas. “El páramo tiene dos factores particulares: llueve mucho y hay una presencia muy frecuente de neblina. Tiene una flora especialmente hábil para capturar el agua, y luego ir liberándola poco a poco. Entonces su principal función ecosistémica es el almacenamiento de agua y su liberación en los ríos. Lo segundo es que tiene una enorme capacidad para capturar carbono, porque el suelo del páramo tiene 20, 25 veces más materia orgánica que el suelo amazónico”, explica.
Parque Nacional El Cajas / Foto: Klever Calle
En la margen sur del Parque Nacional El Cajas, dentro de la provincia de Azuay, se encuentra Loma Larga, uno de los siete proyectos megamineros estratégicos para el Estado ecuatoriano. Ubicado entre los valles y llanuras de Kimsakocha, afecta a la naciente de los ríos Tarqui y Yanunkay. Cada segundo de funcionamiento estipula la utilización de 17 litros de agua. Según prevé la compañía canadiense a cargo del proyecto, INV Metals, se tratarán a diario más de 3 mil toneladas de minerales con valor económico (mena), para acumular 5,5 millones de toneladas de desechos contaminados en diques de cola, los que serían enterrados luego dentro de la misma mina.
En ese contexto, los riesgos de contaminación son múltiples. Ya sea por posibles interacciones de aguas limpias con los diques y las plantas de tratamiento, fugas de estos desechos o por la descarga de efluentes mineros en cursos de agua, lo que afectaría de manera directa a la población río abajo. También lo son los riesgos sociales, como comenta Klever: “En el caso de Cuenca, nos preocupa el arsénico, porque es el elemento más abundante en ese yacimiento. Además, estos ríos también alimentan sistemas de riego para la población, para la producción de alimentos y para la ganadería y la producción lechera”.
“Las actividades mineras a gran escala dejan impactos a perpetuidad, más en ecosistemas frágiles como el páramo que no tiene la capacidad de resiliencia de, por ejemplo, el bosque andino. Lo mismo ocurre con la fauna. Como en todo ecosistema, termina siendo una reacción en cadena”, sostiene el integrante de Yasunidos.
-¿Fue la defensa de El Cajas lo que movilizó a la población en Cuenca?
KC: Sí, pero también hay que hacer referencia a este tema: la resistencia a la actividad minera en nuestros páramos durante años fue un tema de la población indígena y campesina y nada más. Cuenca miraba desde lejos lo que sucedía. Hace diez años la absoluta mayoría de los citadinos miraba eso como una barbaridad, por los imaginarios comunes y corrientes que dicen “cómo no se van a explotar los recursos” o “se necesitan para el desarrollo”. Entonces, un gran mérito le corresponde a las comunidades campesinas e indígenas que trabajaron este tema por años y fueron introduciéndolo en las instancias institucionales.
Y dentro de la propia ciudad, creo que es súper importante la lucha contra la explotación petrolera en el Parque Nacional Yasuní. Cuando el gobierno de (Rafael) Correa decidió terminar con esta iniciativa y explotar el Yasuní hubo una gran movilización social en las ciudades, y principalmente de jóvenes. Entonces es el resultado, a la vez, de otro proceso, en el que indudablemente participa también el gobierno de Correa cuando asume la iniciativa de dejar el crudo bajo tierra. Ese proceso ayudó mucho a crear espacios organizativos de jóvenes dentro de las ciudades y también dentro de Cuenca. Eso fue creando lazos en las organizaciones urbanas. Se empieza a involucrar la gente de la ciudad y luego llegamos a este punto en el que el 80% de la gente le dice “Sí” a la prohibición de la explotación minera en nuestros ríos. Y además con mucha movilización social, en diferentes estratos sociales.
-¿Qué lecciones del proceso y de la organización creés que se pueden tomar para otros países en América Latina?
KC: Me parece súper importante lo que transitemos desde la oposición a la propuesta. Cuando ponemos esas etiquetas, nuestras miradas se vuelven muy cortas: nos enfocamos demasiado en la oposición. Me parece que tenemos que salir de ahí y por eso esta consulta popular se formula por el “sí”. Entonces dimos una imagen muy distinta. Primero, dimos una imagen de resistencia de ciudad fuertemente arraigada, que me parece súper importante porque todavía tenemos expresiones muy racistas. En el Ecuador, muchos dicen “si es indígena y es campesino, que se arreglen ellos”. Creo que también es un logro cualitativamente importante que sea la tercera ciudad del Ecuador la que se posiciona a favor de la conservación de los páramos y de la prohibición de la explotación minera.
Hay otra cosa también que es importante destacar: estas luchas empiezan desde agrupaciones de izquierda y desde organizaciones comunitarias. Entonces, a veces, conectar con la gente a partir de esos elementos políticos es dificilísimo. Pero cuando comenzamos a declarar como elemento central de esta lucha la defensa del agua, a partir del año 2009, eso empieza a crecer y se nota claramente. Y luego comenzamos a hablar de otros símbolos culturales muy importantes para Cuenca, como son El Cajas y los ríos y eso lo fue cambiando también. Entonces, me parece que es necesario traspasar nuestros lenguajes. Es necesario crear puentes con otros grupos sociales y otras capas, porque eso es lo que va a ir ampliando el espectro de la resistencia.
-¿Cómo sigue la lucha por el agua?
KC: Hay muchas cosas que tenemos que seguir haciendo en lo legal, en comunicación, la organización y movilización, en política. Ahí hay un gran reto: que las comunidades que estamos dentro de estas cuencas hidrográficas asumamos el resultado de la consulta popular. Ya se prohibió, así que tenemos que hacer respetar, pues.
Ese es un camino. El otro camino es comunitario: ya tomar el control de ese territorio y simple y llanamente no permitir ningún tipo de actividad relacionada con exploración minera, y aquellos que quieran pasar a fase de explotación, pues habrá que frenarles también. Y ahí viene la construcción de alternativas a este pretendido modelo extractivista que nos quieren imponer.
Referencias
Acosta, A. y Cajas, J. (2020). Democracia o barbarie minera. Cuenca por el agua, Cuenca por la vida. Observatorio del Desarrollo N°24
Almeida, M. D. (2019). Estudio de caso sobre la gobernanza del sector minero en el Ecuador. Cepal
Sánchez-Vázquez, L., Leifsen, E., y Verdú Delgado, A. (2017). Minería a gran escala en Ecuador: Conflicto, resistencia y etnicidad. Revista de Antropología Iberoamericana, Vol 12, N°2
Torres, N. (2018). El nuevo “consenso minero” en Ecuador: Discursos y prácticas contradictorias. El caso del Macizo del Cajas. Fundación Friederich Ebert