En 2024, el sector energético logró un saldo comercial favorable de 5.600 millones de dólares. Es el resultado, principalmente, de la fuerte caída de las importaciones y, en menor medida, del incremento en las exportaciones. Pese a los festejos, ese número tiene algunas trampas.
El superávit comercial del sector energético en 2024 respondió a la combinación de factores estructurales y coyunturales. Por un lado, la incidencia de la puesta en funcionamiento del Gasoducto Néstor Kirchner (rebautizado Perito Moreno) y la consolidación del perfil exportador de Vaca Muerta. Por otro, las variables de corto plazo, como la caída de la demanda interna de energía propia de la recesión económica y la evolución del precio de exportación del crudo que condicionan la dinámica de la actividad.
La trampa es que la mayoría de los dólares que genera la actividad no quedan en el país. El año pasado, el sector dolarizó y fugó ganancias por más de 2.200 millones de dólares, con lo que en las últimas dos décadas sumó una salida de 43.000 millones. Ese valor, equivalente a la deuda contraída con el FMI en 2018, constituye al sector energético como el que más dólares exteriorizó en 20 años.
Para llevar adelante esa salida de divisas las empresas utilizan diferentes mecanismos financieros: transferencia de ganancias a sus casas matrices, contratación de servicios en moneda extranjera a compañías vinculadas, compras de activos externos y pagos de intereses por deuda con empresas controlantes o subsidiarias, que es el mecanismo de fuga más usado en los últimos años.
De la combinación de aspectos comerciales y financieros surge que el saldo del intercambio de mercancías favorable por 5.668 millones de dólares desapareció casi por completo: la actividad sólo dejó 31 millones de dólares en Argentina en 2024, es decir, el 0,5% de aquel valor.
Una parte se explica por la fuga ya señalada, la otra con un factor adicional importante: la regulación conocida como “dólar blend” que permite a los exportadores liquidar el 20% de sus ingresos por fuera del circuito de divisas administradas por el Banco Central.
La pérdida de dólares mediante los diferentes mecanismos financieros que aprovechan las empresas del sector equivale, en las dos últimas décadas, al valor de exportación de 92.000 barriles diarios. En decir, 674 millones de barriles en 20 años, más de lo que se extrajo de Vaca Muerta en toda su existencia: unos 540 millones de barriles.
En 2024 las empresas del sector no sólo lograron transferir ganancias al exterior, sino que incrementaron ostensiblemente el endeudamiento en moneda extranjera y, en particular, el endeudamiento con compañías de su mismo grupo económico que hoy ronda el 40%. En el escenario actual, con el tipo de cambio atrás de la evolución de los precios domésticos, el endeudamiento en moneda extranjera es una opción de corto plazo muy redituable para las empresas, aunque comprometa la estabilidad hacia adelante.
Ahora bien, si llegara a ocurrir un aumento exponencial de las exportaciones y la actividad hidrocarburífera dejara en el país los dólares obtenidos ¿qué cambiaría para la economía argentina? ¿iniciaríamos, acaso, ahora sí un camino hacia el desarrollo económico del país y la mejora en la calidad de vida de sus habitantes?
Salarios y jubilaciones se encuentran en sus pisos históricos, al nivel de casi dos décadas atrás, mientras que las ganancias de las compañías de algunos sectores están en los máximos niveles conocidos. Sin mercado interno, los excedentes obtenidos por las empresas en lugar de reinvertirse salen del circuito económico para acumularse en moneda extranjera o en activos del exterior.
Con esta matriz distributiva, en definitiva, ningún dólar que ingrese por las exportaciones tendrá como destino la mejora en la vida de las y los argentinos, sino que irá a engrosar las cuentas de los grandes beneficiarios del modelo.

Ver el informe Energía y sector externo 2024 – La vaca fugada