Desembarco chino en la economía africana

BEIJING FIRMO ESTA SEMANA UNO DE LOS MAYORES CONTRATOS JAMAS VISTOS EN EL CONTINENTE

Ghana recibirá 15.000 millones de dólares en inversiones para desarrollar el petróleo y el gas, además de caminos y comunicaciones. Es una muestra más de la creciente presencia de China, ya el tercer socio comercial de Africa.
Por Daniel Howden.- Los símbolos a veces son obvios, como en la ruta que une el aeropuerto con el centro de Nairobi, la capital de Kenia. A mitad de camino, los autos pasan bajo un gran arco rojo y verde, en estilo chino, que conmemora la gran amistad entre ambas naciones. El arco, o sus inscripciones, se repiten en otras varias capitales africanas, una muestra de la creciente influencia de China en el continente. Lo que también suele repetirse es que esos caminos cruzados por los arcos, como el de Nairobi, fueron generalmente construidos por empresas chinas.
El comercio entre africanos y chinos creció diez veces en una década, de apenas 10.000 millones de dólares en 2000 a 100.000 millones este año. Esta semana, la gran novedad fueron los contratos por 15.000 millones firmados entre Ghana y China para desarrollar la industria petrolera y gasífera y construir caminos e infraestructura. No extraña que el presidente de Ghana, John Atta Mills, pegara el faltazo a una reunión de alto nivel de donantes internacionales para pasar seis días en Beijing cerrando el mayor contrato jamás visto por su país.
Que China sea el tercer mayor socio comercial de Africa, superado sólo por Estados Unidos y la Unión Europea como conjunto, es suficiente para cambiar completamente la geopolítica del continente. Los africanos ya se están acostumbrando a la presencia de contratistas chinos, que traen técnicos, finanzas y tecnología propios. El apetito de recursos del gigante hasta sostuvo los precios de los commodities locales, que no fueron afectadas por la recesión global.
La relación China se potencia porque se basa, en buena medida, en el canje de inversiones por recursos. En lugar de endeudarse con organismos internacionales a cambio de recursos para inversiones que deben ser contratadas afuera, los países africanos cambian esas inversiones, realizadas llave en mano, por derechos de explotación de recursos. Los chinos aceptan sistemáticamente construir rutas, por ejemplo, a cambio de permisos para extraer minerales. Y no tienen mayores inconvenientes en aceptar el muy alto nivel de corrupción imperante en Africa, además de no cuestionar la política interna de sus socios, por autoritaria que sea.
Los críticos a la presencia china señalan que Beijing comenzó a invertir durante una expansión propia de la economía africana, que creció el 4,9 por ciento anual entre 2000 y 2008. Además de relativizar la importancia de sus inversiones, se cuestiona que haya una “segunda colonización” de una potencia en una región de países muy pobres y débiles. Otras voces, dentro y fuera del continente, señalan que los chinos ofrecen alternativas al modelo de desarrollo hasta ahora impuesto por el FMI y las potencias tradicionales. Y que la simple posibilidad de elegir entre alternativas les crea a los africanos posibilidades antes inexistentes.
Si bien es cierto que China privilegia inversiones que atiendan a sus crecientes necesidades de materias primas, como el mega-contrato de 10.000 millones de dólares con Congo que incluía permisos petroleros, muchas veces quedan a la sombra inversiones menos interesadas. Los chinos están reconstruyendo las rutas de Etiopía, un país pobre en recursos minerales y sin petróleo. Esta verdadera revolución –Etiopía es muy montañosa y sus rutas son proverbialmente desastrosas– se basa en créditos blandos, muy superiores a cualquier otros disponibles en el mercado. Los etíopes ni siquiera son proveedores de alimentos a Beijing, por el escaso desarrollo de su sector agropecuario y las regulares hambrunas que todavía hoy suelen seguir a las frecuentes sequías.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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