Un estudio de caso sobre un pequeño pueblo del estado de Wyoming, en Estados Unidos, revela que algunas prácticas comunes en la industria del fracking podrían tener un amplio impacto sobre el agua potable.
Por: Rob Jordan / Traducción: Nancy Viviana Piñeiro
Hay una sola industria a la que se le permite inyectar químicos tóxicos en fuentes subterráneas de agua potable: la industria del fracking. La actividad ha sido motivo de preocupación para la clase política estadounidense y para las comunidades de todo el país, pero quizás para ninguna lo haya sido tanto como para Pavillion (Wyoming), pequeño pueblo de 231 habitantes.
Un nuevo estudio realizado por científicos de Stanford y publicado en la revista Environmental Science & Technology concluye por primera vez que las operaciones de fractura hidráulica llevadas a cabo cerca de Pavillion, han tenido un claro efecto en las fuentes subterráneas de agua potable. La investigación describe un panorama de prácticas poco seguras, entre ellas, el vertido de fluidos de perforación y producción que contienen gasoil, altas concentraciones químicas en piletas a cielo abierto y una falta de cementación adecuada para proteger el agua subterránea.
El área de explotación ha estado en manos de distintas empresas desde 1960, pero fueron los operadores de fracking quienes han utilizado ácido y tratamientos químicos para fracturación hidráulica a poca profundidad, en el mismo nivel en el que se hallan los pozos de agua de la zona.
“Este es un llamado de alerta”, dijo el autor principal del estudio, Dominic DiGiulio, profesor invitado de la Facultad de Ciencias de la Tierra, Energía y Medio Ambiente de la Universidad de Stanford. Y agregó: “Es totalmente legal inyectar fluidos de estimulación en fuentes subterráneas de agua potable, lo cual podría tener un amplio impacto en el agua”.
“Décadas de actividades industriales en Pavillion ponen a las personas en riesgo. Esto no es lo que indican las buenas prácticas para la mayoría de las compañías perforadoras”, manifestó el coautor de la investigación, Rob Jackson, profesor de la misma facultad.
Como parte del agua que se inyecta en el subsuelo, las empresas utilizan compuestos no divulgados que pueden contener químicos peligrosos como el benceno y el xileno. Cuando el agua residual vuelve a la superficie suele contener estos químicos junto con una serie de otras sustancias naturales potencialmente peligrosas.
“No existen normas que prohíban a las empresas hacer esto mismo en cualquier sitio”, dijo Jackson, que además es investigador emérito en el Instituto Stanford Woods del Medio Ambiente y el Instituto Precourt para la Energía.
El estudio, que utiliza registros de dominio público y documentos obtenidos mediante la Ley por la Libertad de la Información (FOIA, por su sigla en inglés), es parte de la investigación que realiza Jackson sobre el fracking a poca profundidad y sus efectos en aguas subterráneas. Él y sus colegas han estado al frente de varios estudios a lo largo y ancho del país y en el Campo Pavillion, un área situada en la cuenca del río Wind, perforada por más de 180 pozos de petróleo y gas, algunos tapados y abandonados.
En 2008, los habitantes de Pavillion se quejaron del mal olor y sabor del agua potable y plantearon que esto podría estar relacionado con dolencias físicas. En 2011, la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por su sigla en inglés) emitió un informe preliminar que colocó al pequeño pueblo en el epicentro de un debate cada vez más amplio sobre el fracking.
El informe mencionado, que vinculaba el fracking de poca profundidad con compuestos tóxicos hallados en acuíferos, fue duramente criticado por la industria de la perforación y los entes reguladores de petróleo y gas. Tres años después, sin haber concluido la investigación, la EPA dejó el informe en manos del estado de Wyoming. Este hizo públicos una serie de informes sin conclusiones firmes y el mes pasado anunció que no tiene planes concretos para continuar con el estudio. Mientras tanto, la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades aconsejó a los habitantes de la zona que evitaran utilizar el agua corriente para bañarse, cocinar o para consumo.
Ahora, el nuevo estudio de Stanford da un paso más que el informe de 2011 de la EPA y documenta no solo la presencia de químicos del fracking en fuentes subterráneas de agua potable sino también por qué estos hacen que el agua resulte insegura para el consumo humano.
El efecto dominó va mucho más allá de Pavillion.
“Las condiciones geológicas y del agua subterránea en Pavillion no son únicas en la región de las Montañas Rocosas”, dijo DiGiulio, “esto indica que el efecto en las fuentes de agua subterráneas como consecuencia de la extracción no convencional de petróleo y gas podría ser más generalizado”.
Para evitar lo ocurrido en Pavillion, Jackson y DiGiulio aconsejan realizar más investigaciones y establecer regulaciones que limiten el fracking de poca profundidad, a la vez que exijan mejores tuberías de revestimiento. El estado de Wyoming no exige la cementación de las tuberías de revestimiento de superficie, y solo dos estados, Colorado y Texas, tienen disposiciones especiales para la fractura hidráulica de poca profundidad. Sin embargo, poco sirven las precauciones si no se asegura su cumplimiento, algo que la EPA ha hecho a medias, según afirma Jackson.
Y agregó: “La EPA se ha desvinculado una y otra vez de aquellas investigaciones que indicaban posibles daños a las personas y el ambiente” como resultado de los efectos del fracking en las aguas subterráneas.
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Contactos:
Dominic DiGiulio, Stanford School of Earth, Energy & Environmental Sciences: (580) 279-9283,ddigiuli@stanford.edu
Rob Jackson, School of Earth, Energy & Environmental Sciences: (650) 497-5841, rob.jackson@stanford.edu
Rob Jordan, Stanford Woods Institute for the Environment: (650) 721-1881, rjordan@stanford.edu
Stanford Report (Publicado originalmente el 29/03/2016)