La Argentina puede complementar su matriz energética —muy dependiente del gas y el petróleo— con los vientos de la Patagonia, el intenso sol de las provincias del Norte, la energía geotérmica de la cordillera, y la fuerza hidroeléctrica de sus arroyos y saltos de agua. Pero no hay que engañarse. En el corto plazo, no se les puede pedir a las energías renovables que aporten todos los megavatios que faltan.
El país necesita invertir en energías alternativas para preparar una opción confiable fuera del paradigma fósil, que parece convertirse en un callejón sin salida (porque en todo el mundo las reservas se van agotando), y sobre todo para diversificar y hacer más sustentable —económica y ambientalmente— el sistema energético.
Jaime Moragues es doctor en Física y ha dedicado la mayor parte de su vida profesional a investigar el desarrollo de las energías renovables. Está convencido de que en este momento la energía eólica es la que tiene más potencial para generar energía eléctrica en la Argentina.
Muchos países europeos han logrado que sus parques eólicos tengan un peso significativo en su infraestructura energética. Alemania cubre el 8% de su demanda eléctrica con centrales eólicas (y planea llevar esta cifra al 20% para el 2020). Dinamarca supera el 20 % y España, en promedio, cubre el 10% de su consumo energético, con los molinos aerogeneradores.
En la Argentina hay mucho para hacer. Actualmente, los 13 parques eólicos que hay en el país, no alcanzan a producir ni el 0,1 por ciento de la electricidad. En el marco de una entrevista, Moragues también analizó el aporte que pueden hacer los paneles solares, las microturbinas hidráulicas y las centrales geotérmicas.
Consultado sobre qué peso tienen las energías renovables en la matriz energética argentina, Moragues respondió que “está claro que hay que usar menos petróleo y menos gas. Pero las energías renovables todavía no tienen la capacidad para producir enormes cantidades de energía eléctrica. Lamentablemente, estamos lejos. Pero hay que tener en cuenta que países como Alemania y Dinamarca tienen un peso importante de energías renovables en su sistema eléctrico; y también han avanzado mucho Estados Unidos, Japón, China y España. Lo que hacen los países más avanzados es definir metas, para ir reemplazando las energías convencionales, por las alternativas”. En referencia a qué va a hacer la Argentina, manifestó que “en la parte eléctrica, está la ley 26.190, que salió en el 2006. Allí se establece que dentro de 10 años, deberíamos estar reemplazando el 8 % de toda la energía que se genera, con renovable. Para llegar a ese objetivo, tendríamos que estar trabajando desesperadamente, y se está haciendo muy poco. No hay ningún plan del gobierno nacional”.
Más adelante y en relación a si el Estado invierte en la investigación de energías renovables, el físico no dudó al indicar que “muy poco”, acotando que “hubo un programa nacional de energías renovables en la Secretaría de Ciencia y Técnica, que funcionó hasta principios de los 90’, con bastantes fondos, y que se cerró con Menem”, pero resaltó que “en la actualidad, está muy desarticulada la responsabilidad sobre las energías alternativas, en el Estado”, destacando que “la Secretaría de Minería se ocupa de la parte geotérmica, el Ministerio de Planificación de la eólica, la Secretaría de Agricultura, de los biocombustibles. Hay mucho para hacer, pero se necesita un programa nacional que pueda coordinar esta cuestión estratégica y que además cuente con fondos para investigar y aprovechar el capital energético que tiene la Argentina”
Sobre cuál es la energía renovable más competitiva en el país, aseveró el experto que “para generar energía eléctrica, la que tiene más potencial en el país, es la eólica. Es la que más avanzada está, en relación con los costos. Hay que reconocer que todavía no son lo suficientemente competitivos, pero se acercan bastante. La diferencia de inversión con una central eólica todavía es grande. Sin subsidios, obviamente son menos económicas que una central térmica. Quizás sean dos veces más caras. En los 90’ salió una ley que subsidiaba con 1 centavo de peso el kw eólico entregado a la red. Con eso se instalaron una cantidad interesante de centrales eólicas. Hoy suman unos 27 megavatios que están funcionando”. Asimismo y sobre qué ventajas tiene la Argentina para apostar por el viento, Moragues consignó que “el potencial eólico argentino es enorme. Desde Buenos Aires para abajo (o sea toda la Patagonia), es fantástico. Chubut está trabajando mucho en este tema. El gobernador Mario Das Neves anunció la construcción de una central eólica de 60 megavatios. Pero en el sur tenemos un problema grave: faltan líneas de transmisión eléctrica y se requiere una inversión importante para llevar esa energía desde el lugar donde se genera, hasta los centros urbanos donde se consume”.
Por último y en lo que concierne a la contaminación, Moragues explicó que “todas las centrales tienen algún tipo de impacto. A la contaminación hay que analizarla en función del ciclo de vida de una central. Hay que sumar desde que se empieza a procesar la materia prima para construirla, y también considerar los trabajos que deben realizarse para desmontarla. Los impactos ambientales no son todos iguales. En el caso de una central eólica, hay contaminación visual y algo de ruido. En los paneles solares, se consume mucha energía eléctrica para producir esas células. En las centrales hidroeléctricas, el problema más importante es el embalse de agua que hay que generar, porque esto a veces supone desplazar poblaciones, perder patrimonio arquitectónico, y anegar tierras. En las centrales nucleares, está el tema de la radioactividad de los residuos y en las térmicas, la emisión de gases efecto invernadero”.
Fuente: El Periódico Austral