Las actuales propuestas del decrecimiento ya formaban parte del ideario del ecologismo social desde hace décadas. Sin embargo, este nuevo y provocador término del decrecimiento está permitiendo una mayor receptividad en muchos sectores sociales a planteamientos ecologistas que, hasta hora, nos habían resultado especialmente difíciles de transmitir.
Denunciar la imposibilidad del crecimiento continuo ha sido una de las principales señas de identidad del movimiento ecologista desde sus orígenes. La imposibilidad de extraer materiales de forma infinita, la generación de cantidades cada vez más grandes de residuos, los riesgos de arrojar al medio productos xenobióticos a gran escala o las consecuencias del crecimiento ilimitado de la población, fueron abordados en las obras de autores emblemáticos para el ecologismo como Rachel Carson, Paul Erlich o Boulding durante la década de los 60.
También a finales de la misma década, los trabajos de Ivan Illich, André Gorz o Cornelio Castoriadis abundaban sobre la necesidad de llegar a sociedades austeras y autónomas que abandonasen la obsesión por el incremento incesante de la producción y el consumo.
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