El sol, mejor que el petróleo

Por Ulrich Beck .- Por qué el derrame de la plataforma Deepwater Horizon, uno de los peores desastres ecológicos en la historia de los Estados Unidos, no desató una Toma de la Bastilla de las Grandes Petroleras? ¿Por qué los problemas más urgentes de nuestra época -las crisis ambientales y el cambio climático- no están siendo enfrentados con la misma energía y el mismo idealismo que tragedias anteriores? El estado actual de la industria petrolera recuerda al antiguo régimen en vísperas de la revolución .
El desastre del Golfo de México presenta numerosos aspectos. Uno es la incompetencia de BP . Pero también hay una falla de control legislativo . Lo que hasta hace poco se elogiaba como política de estímulo económico ahora se critica como “connivencia con canallas”. El máximo responsable de BP, Tony Hayward, se muestra apesadumbrado y habla de una “serie de contratiempos sin precedente”.
Castigar solamente a BP es mezquino . La plataforma Deepwater Horizon es el símbolo de la muerte de un experimento global: un modelo de progreso y desarrollo basado en explotar combustibles fósiles . Nadie puede decir que no lo vio venir. Durante dos siglos, las máquinas y los motores fueron impulsados por combustión y vapor. Sin embargo, una generación creció sabiendo que la industria de los combustibles fósiles está agotando sus propias bases .
Hace más de un siglo, Max Weber previó el fin del capitalismo fundado en el petróleo al hablar de una época en la cual “se quema el último quintal de combustible fósil”. Sin embargo, ¿por qué un mundo que cada día recibe del sol -una fuente de energía gratis e inagotable- muchas veces sus necesidades de energía, debe mirar impasible mientras nubes de petróleo brotan a borbotones en la profundidad del mar? En este momento, necesitamos la celebrada fuerza innovadora del capital y el entusiasmo utópico de los ingenieros . Convertir “Espadas en arados” era el lema del movimiento pacifista. “Desiertos en energía solar” debería ser ahora nuestro eslogan.
(*) SOCIOLOGO, UNIVERSIDAD DE MUNICH Y LONDON SCHOOL OF ECONOMICS
Copyright Clarín y The Guardian, 2010. Traducción de Cristina Sardoy.
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