La petrolera busca reconquistar el terreno y los dólares perdidos
Desde aquel triste verano, la jornada de Nick Collins se ha simplificado. Este pescador del estado de Louisiana, quien hace algunos años surcaba las aguas del Golfo de México en el Captain Wilber, el barco que por tres generaciones ayudó a consolidar a su empresa familiar de ostras, Collins Oysters Co., se pasa todo el día regresando al mar los caparazones sin vida que recogen sus redes.
“Es la mayor aniquilación de ostras en la historia de Louisiana y, probablemente, en la de la costa del Golfo. Ojalá no me hubiera tocado ser parte de esto… Me hubiera gustado no estar aquí”, le dijo a la cadena BBC Mundo justo un año después de que el desastre ambiental causado por la plataforma petrolífera Deepwater Horizon, de propiedad de la petrolera angloestadounidense British Petroleum (BP), vertiera al océano 4,9 millones de barriles de crudo en un área de entre 6.500 y 180.000 kilómetros cuadrados, arrasando de paso con la vida marina, las aves y la industria pesquera.
Un desastre que, desde el 20 de abril de 2010, cuando la plataforma explotó causándole la muerte a 11 trabajadores, le ha costado a la compañía alrededor de US$21.000 millones en labores de limpieza, demandas civiles y multas impuestas por Washington.
Esa fecha marcó uno de los puntos más bajos en la historia de BP, que tuvo que reacomodar su operación mundial para hacer frente a las consecuencias legales del desastre (en ese proceso, le vendió por US$1.900 millones su operación en Colombia a Ecopetrol y a la petrolera canadiense Talisman), afrontar las más fuertes críticas de las organizaciones ambientalistas y perder su sitial de lujo en el índice FTSE 100, que mide a las principales empresas británicas en la Bolsa de Londres.
Después de aquellos golpes, tanto a su imagen corporativa, como a su flujo de caja, la petrolera busca reconquistar el terreno y los dólares perdidos. Y la mejor forma de hacerlo es demandando a sus antiguos socios y proveedores. Los litigios, que hasta el momento habían permanecido perdidos entre la avalancha de información que el año pasado trajo consigo nuevos desastres naturales, cambios políticos en Oriente Medio y triunfos deportivos, cobraron hoy una nueva dimensión cuando una demanda por US$42.000 millones trascendió a los medios de comunicación.
La víctima en esta oportunidad es la cementera estadounidense Halliburton, que tenía con BP un acuerdo para proveerle el material de construcción a sus plataformas en el Golfo de México. “La cantidad cubre los costos y gastos incurridos por la compañía para limpiar y remediar los efectos del derrame de crudo, la pérdida de ganancias y/o la disminución del valor del proyecto Macondo [donde se encontraba Deepwater Horizon], y todos los demás costos y daños incurridos por nosotros que están relacionados con el incidente”, dijo Don Haycraft, abogado de la petrolera, en un juzgado de Nueva Orleans en donde presentó la demanda.
Según los alegatos, Halliburton es acusada de destruir los resultados de las pruebas realizadas al cemento con el que se cubrió la fuga. Pero otra cosa piensa el proveedor, arguyendo que su contrato de prestación de servicios contiene una cláusula en la que exime de cualquier culpabilidad a sus trabajadores, aún cuando se compruebe su responsabilidad compartida con BP.
La cementera no sería la única víctima de BP, que también ha entablado demandas contra la suiza Transocean, propietaria de la plataforma Deepwater Horizon; Cameron International, encargada de los equipos y operativos de prevención; Anadarko Petroleum, copropietaria de un 25% del proyecto Macondo; y Moex Offshore, con una participación del 10%. Se ha conocido que estas tres últimas han alcanzado un acuerdo económico con la petrolera angloestadounidense.
Pero a pesar de que todos estos procesos implican abultadas cifras de dinero para recuperar el prestigio empresarial perdido, las industrias pesqueras de Texas, Alabama, Mississippi, Florida y Louisiana siguen a la expectativa de una solución, corporativa o gubernamental, que les permita revivir sus años dorados de la mano de la recuperación de parte de la fauna marina que quedó arruinada después del desastre.
Oilwatch Sudamérica