Autoridades de la Unión Europea repitieron la serie de amenazas al gobierno argentino por la decisión de expropiar acciones de Repsol en YPF. La Comisión Europea excluyó a la Argentina de una misión de entrevistas con empresarios locales
Por Eduardo Febbro | Página/12
La agresiva campaña que se desató en España en defensa de una compañía que, en realidad, ni siquiera es española, sumó ayer a la Unión Europea con sus votos de respaldo a Repsol. La responsable de la diplomacia de la UE, Catherine Ashton, advirtió que la decisión argentina “era una muy mala señal” para los inversores extranjeros. A su vez, el presidente de la Comisión Europea, José Miguel Barroso, dijo que estaba muy “decepcionado” por la medida de Buenos Aires. El vicepresidente de la Comisión Europea, el italiano Antonio Tajani, sacó un ramo de amenazas de su corbata: “Nuestros servicios jurídicos estudian, de acuerdo con España, las medidas a adoptar. No se excluye ninguna opción”, dijo. El Parlamento Europeo de Estrasburgo, que reúne a los representantes del pueblo, se apresta a votar una resolución contra la Argentina. Un rasgo más de la confusión que lleva a una institución política, surgida del voto popular, a clamar por los intereses de una multinacional.
La CE ha cancelado las reuniones previstas con empresarios argentinos para fomentar las inversiones mutuas, por considerar que no hay un clima adecuado tras el anuncio de la expropiación del 51 por ciento de la petrolera YPF, controlada por la española Repsol. Una misión de la Dirección General de Industria de la Comisión Europea tenía previsto reunirse la próxima semana con empresarios de Argentina, pero la agenda se ha anulado porque “claramente el clima creado por la expropiación no permite que ésta pueda celebrarse”, anunció Tajani. La delegación mantendrá las reuniones que tiene previstas con el mismo objetivo con empresarios de Brasil, Uruguay y Chile.
El portavoz del comisario europeo para el comercio, John Clancy, dijo al canal EuroNews que la decisión de la presidenta CFK “destruye la estabilidad que los inversionistas buscan”. Tocar una empresa europea es sinónimo de una declaración de guerra, o de pisotear la identidad. Hoy reúnen al Parlamento Europeo. La prensa europea y los analistas propagan un cúmulo alucinante de omisiones y mentiras. Frases como “nacionalismo petrolero” o “tentación intervencionista” del Estado argentino se han vuelto una consigna repetida en todas las columnas. Sin embargo, el discurso de lo nacional contra lo global, de lo local contra lo multilateral no es una exclusividad peronista. El mismo presidente francés, Nicolas Sarkozy, lo reactivó con un vigoroso discurso durante la campaña electoral para las elecciones presidenciales del 22 de abril y 6 de mayo (primera y segunda vuelta). El presidente candidato planteó renegociar el acuerdo de Schengen, que regula y garantiza la libre circulación de las personas y revisar los acuerdos comerciales que ligan a los 27 países miembros de la Unión Europea. En el primer caso y por razones claramente electorales, Sarkozy considera que los acuerdos de Schengen no permiten regular hacia abajo los flujos migratorios. En el segundo, que tiene dos capítulos, se trata primero de instaurar en Europa un mecanismo similar al Buy Act American con un “Buy European Act” (comprar europeo) a fin de que las empresas que producen en Europa obtengan dinero público en caso de licitaciones. En segundo lugar, Sarkozy exigió a la Comisión Europea que imponga un criterio de reciprocidad a sus socios comerciales. Sarkozy dijo en su discurso: “Europa no puede ser la única región del mundo que no se defiende. (…). No podemos ser víctimas de los países más fuertes del mundo”. Esto puede tener vigencia también para el resto del planeta.
El patriotismo europeo bien vale el supuesto “patriotismo petrolero”. Allí donde se encuentra en desventaja, la UE pone sus límites, activa sus lobbies o saca a sus instituciones democráticas a actuar de gendarme moralizador. El librecambio y el derecho monárquico de las empresas por sobre los recursos naturales. Todo el aparato jurídico de la UE se ha puesto en marcha para sancionar lo que el diario español El País llama “el virus expropiador” de Cristina Fernández de Kirchner. El “virus” del mercado global empieza a hacer su trabajo. La UE está ofendida. Le tocaron su niño pródigo, la libertad de jugar con el destino de los pueblos en beneficio de sus empresas. Una guerra moderna donde el gigante va a sancionar a un socio que ha dejado de apostar por un tablero donde sólo ganan los capitales que se volatilizan como los valores democráticos y de justicia que defiende la sacrosanta Unión.
Página/12