Quién era y qué pensaba Enrique Mosconi, fundador de YPF

El nombre de Enrique Mosconi estuvo entre los más citados por los senadores que dieron media sanción al control nacional de YPF, lo mismo que en el debate que arrancó ayer y seguirá hoy en Diputados. Aquí, datos y opiniones del fundador y constructor de YPF que peleó contra los monopolios internacionales de petróleo
Por Martín Granovsky | Página/12
El ciclo de golpes de Estado del siglo XX comenzó el 6 de septiembre de 1930, cuando José Félix Uriburu derrocó a Hipólito Yrigoyen. Quedó en la historia con un mote: “Golpe con olor a petróleo”. Y algo se habrá olido en aquel momento el director de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, el ingeniero y general Enrique Mosconi, porque sólo cuatro días después presentó su renuncia.
A las empresas petroleras inglesas y norteamericanas no les fue fácil conseguir que Uriburu, incluso con un gabinete afín a capitales de ese origen y de Alemania, lograra desmontar los ocho años de gestión de Mosconi. No alcanzaron el arresto y la investigación a la que fue sometido el general. YPF se había convertido en una estructura industrial poderosa. La destrucción sólo sería posible 60 años después, en la primera presidencia de Carlos Menem. Y no es que en los dos años de Uriburu faltaron intentos. La Standard Oil, con matriz en los Estados Unidos, presionó para conseguir avances en Salta gracias a una gobernación permeable a sus intereses, según cuentan Fernando García Molina y Carlos Mayo en su excelente libro El general Uriburu y el petróleo. Sin chances de liquidar a YPF, la estrategia privada apuntó a ganar espacios en paralelo. De 1931 es la instalación de la destilería de Shell en Dock Sud. En simultáneo, las otras compañías presionaban para anular la reserva a favor de la explotación estatal dispuesta por el presidente radical Marcelo Torcuato de Alvear en 1924 para las cuencas de Chubut, Santa Cruz, Neuquén, Tierra del Fuego, La Pampa, Salta, Jujuy y Mendoza.
Director del servicio de Aeronáutica del Ejército en 1922, un día se irritó ante el reclamo de la West India Oil Co., filial de la Standard Oil de New Jersey, de cobrar por anticipado la nafta para los aviones. En su libro El petróleo argentino Mosconi mismo escribió el relato de la entrevista: “Advierta, le dije entonces, que el Servicio Aeronáutico del Ejército no debe un solo centavo a su compañía; que se trata de una repartición militar solvente y dependiente del Ministerio de Guerra y que, por lo tanto, no sólo me sorprenden sus manifestación y exigencia, sino que las considero impertinentes y no las acepto”. Mosconi se guardó lo que pensó y no dijo: “Allí, en el mismo escritorio, me propuse, juramentándome conmigo mismo, cooperar por todos los medios legales a romper los trusts. Designado director general de YPF el 19 de octubre de 1922, realicé tal propósito siete años después, para bien y progreso de nuestra Patria y mayor ventaja de sus habitantes”.
Cuando Alvear lo designó al frente de YPF, Mosconi se propuso estructurar una empresa fuerte y luego “tomar la dirección de nuestro mercado de consumo, llevando los precios a un nivel conveniente y equitativo para los intereses nacionales” para arrastrar a la baja “a todas las firmas importadoras”.
En 1926, al hacer su propio balance, consignaba Mosconi que “se opina comúnmente que el Estado es mal administrador”. Pero “el juicio es exacto cuando el Gobierno no traza ni mantiene normas de buena administración”. En 1922 la industria petrolera fiscal producía un promedio diario de 942 metros cúbicos, contra 2.61 de 1926. Mosconi envió técnicos a especializarse en los campos petrolíferos de los Estados Unidos, México, Venezuela y Europa. Sus estudios sirvieron de base para el Boletín de Informaciones Petroleras y para la creación de cursos complementarios de cinco meses para formación en el área en la Escuela Industrial de la Nación. El mismo espíritu animó en 1928 la fundación del Instituto de Petróleo en la Universidad de Buenos Aires con aprobación del rector, Ricardo Rojas. Rojas quería formar “técnicos argentinos aptos que nos libren de la declamación, más o menos patriótica”.
Mosconi quería una ley para nacionalizar los yacimientos, que veía difícil con la composición del Congreso en 1928. Esa herramienta sería “una valla infranqueable a los avances de empresas que, como la Standard Oil Co. en el norte, inicia y consolida sus conocidos sistemas de penetración y amenaza perturbar nuestro futuro económico y, por consecuencia, nuestra situación política”. El Senado no quiso aprobar la iniciativa de Hipólito Yrigoyen, presidente en su segundo mandato entre 1928 y 1930, y el golpe de Uriburu terminó de abortar la iniciativa.
Una selección del pensamiento de Mosconi, muerto el 4 de junio de 1940, es posible tomando cuatro libros: La batalla del petróleo (Ediciones Problemas Nacionales, Buenos Aires, 1957, con prólogo de Gregorio Selser) y los tres tomos de la recopilación de trabajos del general e ingeniero realizada por Raúl Larra y Gregorio Weinberg en 1965 para la Agencia General de Publicaciones: El petróleo argentino, YPF contra al Standard Oil y La nacionalización del petróleo.
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Control. “El petróleo tiene una importancia fundamental e irreemplazable y el crecimiento y progreso de la Nación será tanto más grande cuanto más firme mantenga ésta en sus manos el control de sus yacimientos petrolíferos, es decir, cuanto más sometidos a su fiscalización efectiva estén los grandes sindicatos o trusts que explotan en el país el combustible líquido, pues si esa fiscalización fuera difícil o imposible de efectuar, más conveniente sería para la tranquilidad económica y política del país renunciar a la cooperación del capital extranjero. Los grandes trusts son organizaciones insaciables, difíciles de dominar una vez que han tomado posesión de las tierras y se les han acordado facultades o derechos. Tanto el grupo europeo (el anglo-holandés Royal Dutch) como la Standard Oil, el poderoso norteamericano de funesta tradición ante la Justicia de su país, son indeseables para toda nación que quiera fecundar en paz su trabajo creador. Por lo general intentan perturbar y ejercer influencias sobre la labor legislativa o resisten y violan la aplicación de las leyes y reglamentos que tiene a su cargo el poder administrador.”
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Estrategias. “La adquisición de yacimientos y los derechos a explotarlos y utilizarlos es motivo de acuerdos y de alianzas políticas. La Nación publicó el siguiente telegrama, del que se deducen sugerentes advertencias: ‘Williamstown, agosto 4 de 1926. En la reunión celebrada hoy por el Instituto de Ciencias Políticas, el petróleo fue designado como la encarnación moderna del antiguo dios de la guerra, Marte. Cinco oradores –tres norteamericanos, un francés y un italiano– estuvieron de acuerdo en afirmar que el petróleo es, hoy por hoy, el factor más poderoso de la paz o de la guerra’. La misma Standard Oil ha pedido la intervención del Gobierno de los Estados Unidos a fin de que se prestara apoyo a los ciudadanos de este país para que soliciten y obtengan en el mundo concesiones petrolíferas. El presidente Wilson prestó su apoyo a este propósito, a pesar de ser contrario a los trusts, y el presidente Harding le acordó su poderosa influencia.”
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Constitución. “Lo que en primer término ha establecido la Constitución es que sus prescripciones tienen por objeto asegurar el bienestar de los habitantes de la Nación. Pues bien: para ello será indispensable que el Estado, con unidad de criterio y de principios, pueda vigilar la explotación de esta fuente inapreciable de riqueza pública, caracterizada como una de las fuerzas vitales de toda soberanía y metodizar asimismo su técnica, regularizar su utilización, ejercer contralor en el mercado y evitar la organización de entidades poderosas que puedan causar al país perturbaciones económicas y políticas.”
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Planes. “En la vida, una de las cosas más fáciles es tener ideas y proyectos y, hasta puedo decir, muy buenas ideas y proyectos; basta para ello un cerebro discreto y un poco de imaginación; pero lo endiabladamente difícil es tomar la más pequeña idea o proyecto, organizarlo, ponerlo en pie y hacerlo marchar. Y cuando se trata de asuntos dirigidos por el gobierno, y que por lo tanto son blanco de toda clase de críticas, justas o injustas, imparciales o apasionadas, se requiere una total convergencia de fuerzas y propósitos para llevarlos a cabo.” (Discurso en la destilería de YPF en La Plata.)
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Independencia. “La Academia de Ciencias y Artes de Río de Janeiro prevé, sin duda, lo que considero cierto: que la América latina, para cumplir la trayectoria de su destino, deberá realizar durante el siglo XXI la independencia económica de sus pueblos.” (Discurso en Río de Janeiro, 1938.)
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Conservar. “La falta de criterio conservativo en la explotación de nuestros yacimientos, por parte de las empresas privadas, trajo indudablemente un aumento de la producción, que aparentemente benefició al país al reducir el monto de la importación, pero que no lo benefició en cuanto que el oro de las ganancias obtenidas por las empresas emigró del país, yendo a reforzar las áreas de los grandes consorcios internacionales. (…) Por ello considero que una política de conservación de nuestro petróleo sólo puede realizarse con éxito sobre la base de la nacionalización de los yacimientos del país, política que alejaría para siempre el peligro de dependencias extrañas, asegurando para nuestras instituciones fundamentales de la defensa nacional y de la vida económica de nuestra patria, el petróleo, combustible irreemplazable hasta ahora.”
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Continente. “Ayer la Argentina, con su YPF, y México; hoy el Uruguay; mañana Brasil, Chile, Perú, Colombia y Venezuela levantarán iguales o similares organizaciones sobre las cuales descansará majestuosa la gran cúpula de la independencia integral de Latinoamérica, a cuya sombra y albergue vivirán sus pueblos en amplio bienestar, elaborando afanosos en solidaria fraternidad en pro de las ciencias y de las artes.” (Discurso en la Ancap, la empresa pública petrolera uruguaya.)
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Lucha. “La lucha por el acaparamiento de las fuentes de combustible líquido es tanto más violenta cuanto mayor riqueza evidencian. Los grandes trusts, particularmente la Standard Oil, de reputación funesta en su mismo país, ponen en práctica en todas partes los mismos procedimientos para el acaparamiento y dominio de los yacimientos de petróleo. El oro de que disponen y la falta de principios morales que los caracteriza estimulan las ambiciones malsanas, provocan la infidelidad y la traición –producida por el soborno– de los funcionarios de todo orden y categoría: empleados subalternos de las reparticiones públicas que favorecen las gestiones administrativas de las compañías; abogados, a veces prestigiosos del país en que operan, que las defienden, aun cuando contrarían los intereses de la Nación; ministros plenipotenciarios en Washington que se transforman en gerentes oficiales de la Standard Oil; políticos destacados que ambicionan altas posiciones públicas convertidos en procuradores de las poderosas organizaciones; magistrados que han juzgado en pleitos de la compañía se hacen sus defensores y perciben gruesos emolumentos; legisladores que se complotan para favorecer a las compañías petrolíferas; gobernantes que, súbitamente, de enemigos acérrimos pasan a ser decididos defensores; ministros de Estado que traicionan a su patria no cumpliendo con su deber y atentando contra el interés colectivo, son los inmorales y frecuentes episodios que incesantemente llegan a conocimiento público en México, Estados Unidos de Norte América, Colombia, Argentina, etcétera, en la desesperada lucha que se libra en torno del extraordinario mineral.”
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Mercado. “Las organizaciones acaparadoras del combustible líquido regulan y fijan los precios sin considerar los factores económicos locales. América del Sur pagará así las pérdidas sufridas en Oriente o viceversa. Si se incendian instalaciones o evaporan productos que importan millones de dólares, se elevará el precio de venta en la cantidad y tiempo necesarios en el mercado que pueda soportarlo. Los precios se fijan para llegar al máximum de ganancia que puedan proporcionar los plazos de consumo y no para alcanzar beneficios equitativos y proporcionales al capital invertido.”
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