El 27 de agosto de 1859, hace 153 años, empieza a brotar petróleo del primer pozo perforado en el mundo, en la pequeña ciudad de Titusville, Pensilvania. Ese día comenzaba para la humanidad la era del petróleo.
Por Víctor Bronstein.
El petróleo, y también el gas, han modelado nuestra civilización, creando nuevas condiciones de vida, estableciendo nuevos escenarios geopolíticos y transformando las ideas sobre economía, desarrollo social e innovación tecnológica. Hoy, el petróleo proporciona el 35% de la energía total consumida y el gas alrededor del 23 por ciento.
Hasta principios de este siglo, el petróleo y gas convencional es alcanzaban para satisfacer la demanda y era un recurso barato, pero el aumento del consumo energético mundial y la declinación de los yacimientos convencionales abrieron las puertas para el desarrollo y la producción de lo que se conoce como recursos no convencionales.
Según el Departamento de Energía de EE UU, “el petróleo y gas convencional es son recursos obtenidos a través de pozos perforados en una formación geológica donde las características del reservorio y del fluido permiten que el petróleo y el gas natural fluyan fácilmente hacia la superficie”. Es decir, son de fácil extracción y tienen bajo costo de producción. Estas características, junto con sus propiedades químicas únicas, han convertido al petróleo y gas en fuentes energéticas todavía insustituibles.
Hoy el mundo ha alcanzado su máxima capacidad de producción de petróleo convencional, alrededor de los 75 millones de barriles diarios (mbd). El problema es que el consumo actual es de 87 mbd y se prevé que para 2030 alcanzará los 105 mbd. Esta brecha entre la producción y el consumo será satisfecha cada vez más por el llamado petróleo no convencional. Una situación similar ocurre con el gas, donde EE UU está alcanzando su autoabastecimiento a partir de utilizar más de un 40% de gas no convencional.
Desde el punto de vista químico y de sus propiedades energéticas, los recursos no convencionales son similares a los convencionales. El petróleo es petróleo y el gas es gas. Por lo tanto, estos recursos se distinguen por algunas propiedades físicas y porque se encuentran en formaciones geológicas que hacen mucho más difícil su extracción, requieren la utilización de tecnología más sofisticada y sus costos de producción son significativamente más elevados. Dentro de este tipo de recursos se encuentran, por ejemplo, el petróleo ultra pesado de la Cuenca del Orinoco en Venezuela, el petróleo que se extrae en aguas muy profundas, el “presalt” descubierto hace pocos años en Brasil y el “shale” que tenemos en nuestro país.
Las estimaciones sobre el potencial del shale gas y shale oil en Argentina abren un nuevo panorama energético para nuestro país. Según los estudios del Servicio Geológico de los EE UU, los recursos de gas no convencional de China suman 36 billones de metros cúbicos (m3); los de EE UU suman 26, y los de Argentina 23,5 billones de m³. Es decir, somos la tercera potencia en shale gas a nivel mundial. Para tener una idea de lo que significa esta cantidad, tengamos en cuenta que las reservas actuales de gas convencional de Argentina son apenas de 0,5 billones de m³. Es decir, si se confirma este potencial, estaríamos multiplicando nuestras reservas por 40. Lo mismo ocurre con los recursos del petróleo. Las reservas actuales de petróleo de nuestro país son de 2500 millones de barriles, pero se estima que en Vaca Muerta puede haber recursos por 25 mil millones de barriles, lo que multiplicaría nuestras reservas de petróleo por diez.
Después de un poco más de un siglo y medio del primer pozo de petróleo, estamos entrando en una nueva era en la producción petrolera mundial, caracterizada por la utilización cada vez mayor de los recursos no convencionales y, consecuentemente, el fin del petróleo barato. La buena noticia es que, esta vez, nuestro país puede ser uno de los grandes protagonistas.
Tiempo Argentino